Cincuenta y cinco años habían pasado desde la última victoria del Leicester en Europa. En 1961, con el mítico Gordon Banks en portería, derrotaron al Glenavon norirlandés en la Recopa de Europa. Los Foxes viajaban a Bélgica y llevaron a cabo un estreno de ensueño en Champions League. Era un encuentro novedoso por ambos rivales. El Brujas, uno de los grandes del fútbol belga, llevaba, sin embargo, desde la temporada 2005-2006 sin disputar una fase de grupos de la competición. En ese lapso de tiempo, el Leicester ha bajado a tercera división, el punto más bajo de su historia, ha ascendido de vuelta hasta la Premier League y ha obrado la victoria más improbable de la historia del fútbol de élite. Ahora en Champions, se enfrentaban como campeones de sus respectivas ligas. Y con dos trayectorias bastante similares en sus respectivos comienzos de campaña. Ninguno ha tenido un arranque ideal, sumando el Brujas siete puntos de los dieciocho en juego en la Jupiler Pro League belga, mientras que para el Leicester han sido solamente cuatro de doce.
La Champions debía servir para invertir dinámicas. Y así lo hizo para los visitantes. Aunque cerca estuvo por un momento de hacerlo para los locales. A los tres minutos, el Brujas tuvo la oportunidad de asestar el primer golpe cuando su jugador más desequilibrante y de mayor calidad, el colombiano José Izquierdo, efectuó un disparo cruzado con el que, de no haberse precipitado en la ejecución, quizás habría batido a Kasper Schmeichel. Ese fallo costaría caro a los locales. Ante la dificultad para salir por la zona central con el balón jugado, el Leicester recurrió a un balón largo de Wes Morgan que daría pie a un saque de banda en territorio enemigo. El defensor madrileño Luís Hernández, especialista en estas lides, fue el encargado de lanzarlo. Su imponente envío descosió a la retaguardia local y Marc Albrighton marcó a placer en el minuto cinco de juego tras ganarle la partida al carrilero derecho Ricardo van Rhijn y aprovechar la pifia del exportero del Valencia, Ludovic Butelle. Era el escenario ideal para unos “zorros” que no perdonarían.
Estando por detrás en el luminoso, el equipo dirigido por Michel Preud’homme estaba obligado a dar un paso al frente y asumir la posesión a pesar de ser conscientes de que el Leicester se mueve como nadie reaccionando, contraatacando, respondiendo a los ataques rivales. Se vio en más de una ocasión las dificultades de éstos últimos teniendo que organizar el juego en ataque posicional, en particular con Daniel Amartey y Danny Drinkwater en la sala de máquinas. Porque si bien N’Golo Kanté no era el más fino de los jugadores con la pelota en su posesión, su abrumador dinamismo y atrevimiento le hacía encontrar vías para hacer avanzar la pelota. Drinkwater tuvo sus momentos con el balón, pero en lo que más destacó fue su efectividad frenando a los oponentes, al igual que Amartey. Pero esto no impidió al equipo dominar el tempo del duelo ante un Brujas que buscaba constantemente a Izquierdo (en el sector izquierdo, cómo no).
Con el Brujas más abierto tratando de recolocar las tablas, el Leicester explotó los espacios como tan bien sabe hacer, al igual que las lagunas de un conjunto muy endeble. Y gracias a la velocidad de Jamie Vardy y a un esperpéntico pase atrás del central izquierdo (en el esquema de tres centrales) Stefano Denswil, el veterano de 39 años Timmy Simons cometió una falta sobre el ariete inglés que bien pudo haberle costado la expulsión pero que fue resuelto con sólo una tarjeta amarilla. Falta en la frontal y Riyad Mahrez listo para ejecutarla. Malas noticias para los belgas. Un sensacional golpeo del argelino entró por el palo lejano para transformarse en el 0-2 sobre la media hora de partido. Partido encarrilado que el Leicester supo gestionar con una maestría sublime. A la vuelta de vestuarios, el Brujas mostró algo más de mordiente. No obstante, no fue suficiente. Los de Ranieri desplegaron una solidez prácticamente inquebrantable. El Brujas, superado mentalmente, acabó cometiendo otro grave error defensivo con Butelle de nuevo en el centro de la acción. Cometió un penalti sobre Vardy que Mahrez no desperdició sentenciando definitivamente el partido con el 0-3 para el Leicester. La media hora final fue un mero trámite que Izquierdo intentó agitar con un disparo que pegó en el poste en la que fue la mejor ocasión local. Llegó el pitido final y el Leicester le gritó a Europa que ya está aquí y que van a competir como sólo ellos saben.