Permitidme la licencia de que hoy (y sólo por hoy) estéis con el Víctor Diéguez aficionado y no con el periodista. Este artículo, hace unas semanas, iba a ser tremendamente derrotista. Con el 3-0 del Barcelona ante el Liverpool y la más que segura derrota en Premier League ante el Manchester City, tenía pensado escribirlo cuando todo acabase y se volviese a cristalizar la cruda realidad: otro año más con las manos vacías. Además, se iba a llamar de la misma manera que esta crónica, agradeciéndole al equipo esta temporada -casi- perfecta. Pero con el Liverpool nunca puedes dar nada por hecho. Solo puedes sentarte, asimilarlo y disfrutar.
Tras el chasco que fue perder una final de Champions League hace un año, sentía que se repetiría el mismo resultado. Además, en Madrid, conmigo delante. Pero, por fin, el Liverpool ha tenido un premio a todo su esfuerzo. Atrás se quedan los resbalones y los goles que no entran por milímetros. Porque este 1 de junio de 2019 ha sido un día para la revancha. La del Liverpool, la de Jürgen Klopp, la de Mohamed Salah y la de otros tantos que han visto cómo su equipo caía siempre en el peor momento. Hoy, todos y cada uno de esos que han sufrido por el Liverpool y han derramado sus lágrimas por este equipo, tienen su ansiado premio.
Después del calentamiento al espectáculo de Imagine Dragons y su magnífica actuación previa al inicio del encuentro, el partido empezó como se espera de una final de la Champions. Un despiste de la defensa de los Spurs dejó a Sadio Mané solo en el pico del área, con tiempo para pensar. Su intento de centro impactó en el ¿brazo? de Moussa Sissoko, siendo interpretada esta jugada por el árbitro como mano y, por consiguiente, penalti. Dudoso o no, todo esto ocurrió en tan solo 20 segundos. Salah, uno de los que más quería tomarse la revancha con las finales, introdujo el balón en la portería ante el intento de Hugo Lloris de volver a ser un héroe para su equipo.
La primera parte no tuvo mucho más. Lejos del espectáculo, la final se estaba jugando en el tablero de ajedrez de Klopp y Mauricio Pochettino. Ante la dificultad de transitar por el medio, ambos conjuntos optaron por los balones directos a sus delanteros. Ya sea gracias a Trent Alexander-Arnold y su don de la oportunidad para frenar a Heung-Min Son o la fortaleza del Tottenham en defensa ante las acometidas del trío de delanteros Reds, el marcador no se movió más en los primeros 45 minutos. Eso sí, las sensaciones, que suelen ser malas consejeras, dejaban más cerca el segundo del Liverpool que la igualada de los Spurs.
Con el inicio de la segunda mitad, el Tottenham se vio obligado a subir una marcha. Su primera final europea estaba yendo de la peor manera posible, por lo que debían apurar sus opciones para evitar su derrota. Klopp, previsor ante lo que se le venía encima, dio un paso atrás introduciendo a James Milner por Gini Wijnaldum y Divock Origi por Roberto Firmino, formando el Liverpool en fase defensiva con un 4-4-2, por lo que los Reds estaban listos para el asedio de los londinenses. El empuje de los muchachos de Pochettino fue encerrando poco a poco a los de Anfield, que no se irían de Madrid sin sufrir la victoria.

El tanto del empate se estaba rondando, pero nunca se llegaría a concretar. Alisson Becker, que la temporada pasada cayó ante el equipo que hoy defiende, decidió que no recogería ningún balón del fondo de la red. Ya fuese Son, Dele Alli o Harry Kane, ninguno consiguió superar al brasileño, que firmó una actuación colosal aguantando al equipo cuando peor estaba.
Con la llegada de los agónicos últimos 10 minutos, el partido se decidió por un protagonista que se ha tomado una revancha no solo con los títulos, sino con el fútbol. Origi, relegado por méritos propios al banquillo y a la intrascendencia, volvió a ser decisivo esta temporada anotando el 0-2. Primero fue ante el Everton, para pasar por su doblete ante el Barcelona y, posteriormente, acabar con su gol en el Metropolitano y cerrar la temporada de su vida. Tampoco aportó mucho más, pero el belga tampoco ha necesitado más focos para ser protagonista a lo largo de la temporada.
Por otra parte, con la consecución de esta Champions League por parte del Liverpool se cierra un círculo que nació en marzo de 2017. Aquel mes visité Anfield por primera (y única) vez. Antes de salir del estadio, me prometí que volvería cuando los Reds ganasen algún título. Me fui muy lejos para ver al Liverpool para, por ironías de la vida, acabar viendo a cinco minutos de mi casa la consecuión de su título más importante en años . Lo único que hace que se agrie una victoria tan dulce es este final tan abrupto para el Tottenham, equipo que se ha merecido como nadie llegar hasta aquí. Pese a ello, toca mirar adelante, porque siempre lo mejor está por llegar. Os lo digo de corazón como fan del Liverpool. Ahora, tras tanto mal trago, toca disfrutar, porque siempre acaba habiendo un cielo dorado tras la tormenta. Como acabé aquel artículo derrotista que nunca verá la luz, acabaré esta crónica. Gracias por esta temporada, Liverpool.