La expansión del coronavirus ha paralizado casi por completo al mundo, y el fútbol no ha escapado de esta inacción colectiva. Con la actividad sobre el césped detenida desde hace semanas, las noticias que ocupan la sección deportiva de los tabloides británicos durante estos días se podrían reducir a una sola pregunta: ¿Y ahora qué hacemos con lo que resta de temporada?
No obstante, al margen de esta cuestión –cuya plausible respuesta está complicando cada vez más el avance del virus–, ha surgido una inesperada novedad en el seno del Tottenham Hotspur. El delantero del equipo y capitán de la Selección Inglesa, Harry Kane, puso una cláusula a su férrea lealtad al club de sus amores: «Amo a los Spurs, siempre amaré a los Spurs, pero siempre he dicho que si no siento que estamos progresando como un equipo o que vamos en la dirección correcta, no soy alguien que se quede allí por el simple hecho de hacerlo”.
Estas fueron sus palabras exactas en un directo en Instagram que emitió este fin de semana junto a Jamie Redknapp. La afirmación no es precisamente una exclusiva, pero sí la confirmación definitiva del elefante en la habitación que paseaba por los despachos de los Spurs desde hace meses.
Lo cierto es que, actualmente, las trayectorias de Tottenham y Kane parecen haberse cruzado llevando direcciones opuestas. La del equipo marcha hacia abajo desde hace meses, después de haber alcanzado en la final de la Champions frente al Liverpool el culmen de su etapa contemporánea y de su actual proyecto futbolístico. Mourinho ha intentado sin suerte, al menos hasta el momento, revitalizar un equipo formado por los desgastados supervivientes del esquema de Pochettino y un puñado de nuevas incorporaciones que, pese a ser más caras y atrevidas de lo que Daniel Levy acostumbra, no parecen haber cuajado.
En cambio, la trayectoria de Kane se acerca a su punto álgido, en el que ya no tiene tiempo que perder y debe tomar las decisiones que mejor satisfagan sus objetivos profesionales. Lo cierto es que su nivel como futbolista, cuando está libre de lesiones, es a todas luces muy superior al del equipo cuyos colores defiende. Y lo que es aún más sangrante, esta diferencia no parece rápida y fácilmente subsanable, si es que no se acrecienta con el tiempo.
El Tottenham todavía trata de reencontrarse a sí mismo después de que el longevo proyecto de Pochettino tocara a su fin y los tambaleos de Manchester United y Arsenal tras perder a sus respectivos mentores en el banquillo no invitan precisamente al optimismo.
Pese a todo, aunque la necesidad de Kane de emprender un camino lejos de Londres se vuelva más plausible con el tiempo, las alternativas para el delantero no están exentas de complicaciones. En primer lugar, el inglés no parece tener demasiadas puertas abiertas en Europa. Con 26 años, dos botas de oro en la Premier y habiéndose coronado máximo goleador del último Mundial, Kane ha demostrado ostentar un nivel por el cual todo lo que no sea un salto a un grande europeo que compita por ganar la Champions resultaría un paso atrás.
Repasando entonces esos posibles destinos de ‘primer nivel’, pocos parecen tener hueco para el inglés. PSG, Liverpool y Bayern tienen la posición cubierta con sus actuales delanteros y el FC Barcelona parece más interesado en Lautaro Martínez como futuro sustituto de Luis Suárez. Por lo tanto, los tres principales contendientes europeos son Juventus, Real Madrid y Manchester United, ninguno libre de sus propias complicaciones: los italianos ofrecen más dudas sobre si representan realmente un salto cualitativo en su carrera, los españoles aparentan estar más interesados en la incorporación de Mbappé o Pogba además de haber reforzado ya la posición recientemente con Jovic (a cambio de 60 millones de euros) y los mancunianos todavía ofrecen bastantes dudas sobre la solidez de su proyecto deportivo.
Al margen de rumores sobre su impredecible futuro destino, la creciente fragilidad física de Kane también podría resultar problemática. El inglés se perdió catorce partidos por lesión en la 2016-17, cuatro en la siguiente temporada, diecisiete en la pasada y en la actual lleva sin jugar desde enero. Además, tiene contrato hasta 2024 y el dueño de su club no es precisamente uno dispuesto a ponerle un lazo y envolverlo para regalo en caso de que quiera marcharse en un futuro.
Por todas estas circunstancias, pese a que las trayectorias de Kane y el Tottenham difieran cada vez más, su despedida no parece sencilla ni tampoco inminente. No obstante, el equipo deberá volver a encauzar su rumbo en lo deportivo si quiere retener al delantero. Desde ahora ya saben con total certeza que la lealtad de su estrella y capitán también tiene cláusulas.