Con un ritmo típico del mes de agosto, el Arsenal empezó la descafeinada final de la Europa League algo más animado que el Chelsea. Unai Emery le otorgó a Mesut Özil una de las claves del partido. El alemán, al que de vez en cuanto se le ve por el Emirates Stadium, tenía la misión de taponar la salida de los Blues marcando a Jorginho Frello, eje estructural del equipo. Maurizio Sarri, incapaz de responder a la propuesta de varios rivales a lo largo de la temporada, no ofreció alternativa alguna más allá de los misiles que David Luiz enviaba en dirección a Olivier Giroud. Con balón, el Arsenal encontraba en sus carrileros dos vías de entrada al área de Kepa Arrizabalaga. Sin embargo, el Chelsea necesitó muy poquito para hacer tambalear a los Gunners. La presencia de Eden Hazard, su contacto con el balón, hacía sufrir a los del norte de Londres.
Giroud, con un asumidísimo papel de actor secundario, abrió el marcador al inicio de la segunda parte. Emerson Palmieri, más acertado en campo contrario que en el propio, sirvió un balón que el francés remató de cabeza (con los pies, hasta el momento, no había hecho absolutamente nada bien). El francés, que en la Premier League está relegado al ostracismo pese a ser campeón del mundo, ha hecho de la Europa League su patio de juego. El tanto activó a Giroud y su sensibilidad con el balón mejoró exponencialmente.
Con el Arsenal menos compacto que en la primera parte, el Chelsea aprovechó para dar un segundo golpe. Hazard pilló desorganizado a los de Emery y conectó con Pedro Rodríguez, quien nunca pasa desapercibido en las finales, para anotar el segundo gol Blue. Pocos minutos después, el extremo canario volvió a aparecer en el penalti sobre Giroud, Ainsley Maitlaind-Niles se olvidó el disfraz de defensor y arrolló al ariete. Hazard convirtió con la tranquilidad de quien marca goles en finales europeas semana tras semana. Alex Iwobi trató de combatir el letargo con una volea espectacular, pero Hazard dijo basta y repitió tanto. Giroud se vistió de talentoso mediapunta para combinar con el belga y servirle un balón al área pequeña, ante la impotencia de Petr Cech, que se despidió de las porterías, pese a los goles encajados, con una buena actuación.
Sarri distanció a centrocampistas y delanteros en salida de balón, en el último tramo de encuentro, para separar las líneas de presión del Arsenal y liberar al tridente del Chelsea, con Hazard catapultando y dirigiendo los ataques. Pero ya todo estaba decidido. Tras una primera parte muy lejos de las expectativas de lo que representan ambos equipos y sus respectivas propuestas, la segunda mitad la resolvió Eden. Simple y llanamente.
Sin Champions por tercera temporada consecutiva y con una diferencia de ingresos, la que da entrar en la máxima competición continental, respecto a sus rivales que deja de ganar. La primera temporada de Emery en Londres no ha sido decepcionante, pero el gran objetivo del año se escapa. Con una plantilla con ciertas limitaciones, el español consiguió fortalecer ciertos puntos del equipo: el binomio que forman Pierre-Emerick Aubameyang y Alexandre Lacazette, el impacto de Lucas Torreira, la apuesta por Matteo Guendouzi, la aparición de Maitland-Niles… Pero no fue suficiente.
Hazard se cansó. Pensó que jugar finales europeas, entre semana, y al otro extremo del continente no le bastaba. A un ritmo relativamente bajo, decidió cuándo quería intervenir y cómo quería dinamitar al Arsenal. Los Gunners, sumisos en la silla eléctrica, recibían una descarga eléctrica cada vez que el belga tocaba el esférico. Pero ahora le espera un reto diferente. Se siente preparado para escalar otras latitudes, con diferentes sherpas, pero siendo, como hasta ahora, una referencia. La referencia. Hasta que Hazard quiso, hubo partido. Hasta que Hazard quiso, este fue su equipo. Y, en un par de años, podremos decir que hasta que Hazard quiso, dejó de poseer el estatus de gran futbolista para luchar por el Trono de Hierro.