Jordi Cardero

Huérfanos de fútbol

El Macclesfield Town es uno de los últimos equipos ingleses que ha sido empujado al cementerio. Sin embargo, unos nuevos propietarios han llegado recientemente al club para tratar de devolverlo a la Football League.

Andy Gate cerró la puerta de la oficina de Moss Rose sin saber que nunca más la volvería a abrir. “Me enteré por mi padre, que lo había visto por televisión, y lo corroboré en Twitter”, explica el trabajador del club. El Macclesfield Town FC acababa de desaparecer, como un tiempo atrás lo había hecho su propietario, y ni siquiera las personas que trataron de reanimarle durante meses lo sabían. Un juez acababa de enterrar al club y miles de seguidores quedaron huérfanos de fútbol los fines de semana.   

La temporada 1998/99, el Manchester City visitaba Moss Rose para enfrentarse al Macclesfield Town. Ambos equipos disputaban la Second Divison -la tercera categoría nacional-, aunque desde esa misma edición sus destinos comenzaron a separarse. Los citizen terminarían el año ascendiendo a la First Division, mientras que el Macclesfield quedó en la última posición. Dos décadas después, el Manchester City se ha afianzado como uno de los clubes más potentes del mundo. Por su parte, el Macclesfield Town desapareció el pasado mes de setiembre a golpe de martillo del juez a causa de sus insalvables problemas económicos. 

Los Silkmen tenían 500.000 libras de deudas. O lo que es lo mismo: lo que gana Kevin De Bruyne en una semana y media. O lo que ingresa Mesut Özil en diez días gracias a sus labores animalistas con Gunnersaurus. Tras un año con deducciones de puntos, jugadores sin cobrar y un propietario que optó por lanzar una bomba de humo, el Macclesfield Town es ya uno más en el cementerio de clubes británicos. La EFL tomó la decisión de descenderlos aun habiendo conseguido la permanencia sobre el terreno de juego. Además, el pasado mes de setiembre, el juez dictaminó la desaparición del club, puesto que no veía ninguna posibilidad de que los Silkmen convirtieran los números rojos de sus cuentas. 

“Es como la muerte de un familiar”, reconocía Danny Whitaker a la BBC. Con más de una década en el club y con cerca de 400 partidos jugados y 39 años a sus espaldas, Magic Man disputó su última temporada en activo alternando el terreno de juego con el banquillo, siendo uno de los asistentes. “Viendo cómo otros clubes empezaban sus temporadas, fue muy triste para nosotros. Y además la realidad era que había posibilidades de que el club desapareciera”, recuerda Jonathan Smart, del Supporters Trust. 

La temporada 2017/18, el Macclesfield ascendió a la Football League con más de diez puntos sobre el segundo clasificado, el Tranmere Rovers. “Fue un milagro mayor al del Leicester City”, decía Andy Worth, también del Supporters Trust, en The Athletic. Tras un inicio atropellado en League Two, los Silkmen apostaron por Sol Campbell, que comenzó su primera andadura como entrenador profesional. Andy Cole se convirtió en su segundo. El exgunner, que antaño comandó la defensa de todo un Ferrari como era el Arsenal de los invencibles, ahora le tocaba dirigir a un triciclo sin pedales. Aun así, Campbell logró la permanencia con el Macclesfield. Pero, con tan solo dos partidos de liga disputados de su segunda temporada, renunció al cargo. Aunque se marchó con el silencio bajo el brazo, los rumores que empezaron a surgir sobre la salud económica de los del noroeste fueron premonitorios. 

Los pagos a los futbolistas empezaron a demorarse. Los jugadores de League Two, en términos de salario, están a años luz de los Championsip y Premier League y muchos viven mes a mes. La competición decidió tomar parte y, en una primera ocasión, multó al club con 20.000 libras y le restó dos puntos. Tras la renuncia de Campbell, el Macclesfield se retrasó hasta ocho veces en el pago de los salarios solo durante la última temporada. La PFA y el Supporters Trust ayudaron a sus futbolistas económicamente. “Algunos compañeros necesitaban dinero para comprar los regalos de Navidad”, reconocía James Pearson -hijo del entrenador Nigel- en The Guardian.

Amar Alkadhi, propietario del club, compró el Macclesfield en 2003. “Hizo cosas buenas, pero durante las últimas siete u ocho temporadas hubo constantemente problemas financieros”, recuerda Smart. “Solo le vi una vez durante el año que trabajé en el club”, reconoce Andy Gate. Gate -encargado del ticketing de los Silkmen- y Alkadhi, en la teoría, compartían espacio de trabajo en las oficinas del club. Pero la realidad era muy distinta. “Es una empresa que me hace perder dinero, así que no me sirve de nada pasar tiempo aquí”, respondía Alkadhi sobre su ausencia en Moss Rose. “No había ni presidente ni general manager. Éramos cuatro trabajadores a tiempo completo: el secretario, el jefe de prensa, el contable y yo”, explica Gate.


«No había ni presidente ni general manager. Éramos cuatro trabajadores a tiempo completo», Andy Gate, empleado del Macclesfield


Además de las reducciones de puntos, al Macclesfield se le sumaron aún más problemas. “Durante la última temporada hemos entrenado en diez sitios distintos -explicaba Pearson en el Guardian– El domingo por la noche, Whitaker o algún otro miembro del cuerpo técnico nos daba la dirección de donde teníamos que ir al día siguiente”. Con el retraso en los pagos, algunos futbolistas ni tan siquiera tenían dinero para costearse la gasolina. 

Alkadhi es ya historia en Moss Rose. Robert Smethurst se ha convertido en el nuevo propietario y ha puesto en marcha sus primeros planes, con el objetivo esencial de que el Macclesfield sea un club sostenible. En primer lugar, se ha comprometido a mejorar las condiciones del estadio. La temporada pasada, la EFL llegó a tener que suspender un partido porque el terreno de juego estaba impracticable. También construirá un gimnasio y campos de fútbol que los niños podrán utilizar de forma gratuita. Además, con el fin de crear un vínculo más fuerte con la comunidad, los Silkmen trabajarán en proyectos junto a institutos de la zona. Siendo el noroeste de Inglaterra una de las zonas con más equipos profesionales del país -cerca de Manchester y Liverpool- el Macclesfield da un primer paso para que los jóvenes apoyen a su club local.

La cara más reconocible del nuevo Macclesfield es Robbie Savage. El director of football se encarga de todas las operaciones deportivas del primer equipo. Durante su carrera profesional, Savage jugó en Leicester City, Derby County o Birmingham City y conserva como uno de sus mayores logros vitales ser el séptimo jugador de la historia de la Premier League en recolectar tarjetas amarillas, haciendo honor a su apellido, con un total de 89. Sin embargo, fue expulsado solo en un par de ocasiones. Aunque la proporción resulte extraña, cabe añadir que, en su primera tarjeta roja, Savage amenazó con denunciar tal atrocidad al Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Cosa que no pensó el árbitro Graham Poll, cuando en 2002, en un partido Leicester – Aston Villa, Savage utilizó el baño del vestuario del colegiado para hacer sus necesidades por una urgencia imperiosa. Robbie le dejó un souvenir en condiciones más desfavorables que una fría y lluviosa noche en Stoke y ni siquiera tiró de la cadena, además de llevarse una multa de 10.000 libras impuesta por la FA. 

“Robbie ha vivido cerca de Moss Rose durante muchos años y ha venido al estadio de forma regular», explica Smart. «Ha demostrado estar entusiasmado por su nuevo rol y confiamos mucho en él. Esperamos que nos lleve de regreso a la tierra prometida: la Football League, la que nos arrebataron de forma cruel”. 

Aunque esta temporada no habrá fútbol en Macclesfield, la expectación no se ha diluido. “Creo que podemos atraer a una cantidad de público parecida a la que asistía a la temporada de League Two”, explican desde el Supporters Trust. El club ya ha superado los 300 abonados, a pesar de que ningún partido se disputará en Moss Rose hasta la temporada 2021/22. 

Los tribunales y un propietario que gestionó el club de forma horrible durante las últimas temporadas mandaron al Macclesfield al cementerio de clubes. Los Silkmen debutarán la próxima temporada en la North West Counties League, la décima división, la misma que este año disputa el Bury AFC, que se fundó tras la desaparición del Bury FC. Cada temporada más y más clubes terminan allí, fruto de administraciones económicas insuficientes que terminan con equipos desaparecidos y miles de aficionados huérfanos de fútbol.

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