Es el 5 de marzo. 2019. Todos tan inocentes, impetuosos, queriendo influenciar nuestro propio mundo en la dirección que deseamos. El Manchester United quería tantas cosas… empezando por ganar al Crystal Palace esa noche de lunes. Lo hizo, pero con ineludible sufrimiento. Ganó la batalla, pero no la guerra, radicando de alguna forma en la propia victoria las razones por las que no lo haría. La liga estaba perdida pero no la temporada, algo que sí ocurriría días después. Aun con la Premier League desvanecida, no obstante, cada pequeño revés no hacía más que retorcer el problema, que meter el dedo en una yaga que tan deseperadamente querían ignorar. Cuando querían ir a mejor, no hiciereon más que crear un nuevo problema con la responsabilidad de encontrar el lugar de Alexis Sánchez. Su visita a Selhurst Park lo evidenció y más todavía lo haría la incapacidad de contrarrestar a un reto que se convirtió en uno más difícil a medida que la vida, dentro de esos noventa y tantos minutos, avanzaba. No tuvo que hacerlo mucho para producirse el primer gol del Crystal Palace: menos de una docena de minutos, gol de Andros Townsend. Más tarde, a los tres de reanudarse el partido con la segunda parte, gol de Patrick van Aanholt. Uno del extremo derecho, otro del lateral izquierdo, el Manchester United hundiéndose ante nuestros ojos. Pero el desenfreno por arreglar lo estropeado impulsó al United hasta el final. Gol de Smalling, gol de Lukaku y gol, de larga distancia, en el descuento, de Matic. Los problemas, pospuestos hasta un nuevo día.
El día en el que al menos uno de esos problemas posiblemente sea hoy. Y gracias al Crystal Palace. Y gracias, a un futbolista que jugaba, esa noche del 5 marzo, su segundo partido como profesional: Aaron Wan-Bissaka. Comentamos en detalle el partido en nuestro podcast semanal, grabado justo después de su disputa. Servidor no pudo contenerse de apuntar la coincidencia de que había un Aaron sobre el campo y otro en el podcast, el gran Aaron Cabado. No podía imaginarme, entonces, que ese jugador, disputando tan sólo su segundo partido, se convirtiría en lo que hoy es: el más impresionante defensor exterior de la liga. Poco más de un año después. Una evolución que ha adelantado a la de tantos y tantos, ya que probablemente no haya nadie que haya tenido tal ascensión en este periodo en el tiempo. No sólo era difícil imaginar esta progresión, también que sería precisamente con el Manchester United con quien pasaría a jugar acto seguido. Con tan sólo veinte años de edad, con menos de cincuenta duelos disputados en la Premier League. Nadie, con menos partidos, ha costado nunca más dinero en la historia del fútbol. Más de un millón por partido de AWB son los que se han desembolsado. Pero el Manchester United sabe por qué lo ha hecho. Sabe quién es el jugador por el que lo ha hecho. Con tener la mitad del impacto que ha tenido hasta ahora, será un éxito. Pero, ¿podrá tenerlo?
Lo que debería ser una pregunta que radica principalmente en las capacidades de un jugador de tan corta edad, saltando del Crystal Palace al Manchester United con menos de una temporada y media como experiencia notable, sin embargo, radica sobre la ultra-resistente disfuncionalidad del club por el que ficha. Para empezar: un club que hace un año ya se hizo con los servicios de un prometedor lateral derecho. En serio, esto ha caído en el olvido y ha sido ignorado, pero exuda inoperencia por todas partes. Sobre todo considerando que Diego Dalot no ha tenido un mal año. Puede que tampoco uno especialmente memorable, pero malo desde luego que no. También a uno le hace pensar en esa característica que, según gente cercana al club, destaca en Ed Woodward: una notable fijación por querer crear “noticias”, “portadas”. “Vamos a dar la impresión de que estamos haciendo cosas”, es como se podría llegar a describir, cuando la mejor opción, la mejor vía, en según qué escenarios podría ser la de “no hacer nada”, la de dejar a las cosas florecer de forma natural. De alguna modo, Wan-Bissaka no va a tener la oportunidad de hacerlo. Quizás por estar el mencionado Dalot ahí pero más aún porque, como Solskjaer tanto nos ha recordado, “esto es el Manchester United”. Como si eso significase tanto como el cree que lo hace. O si lo hiciese de la forma en la que él cree que lo hace, porque si algo significa eso, en especial dicho en estos tiempos que corren, es la añadida presión en un club envuelto en un frenesí interno en Old Trafford que no va hacer más que ser un obstáculo añadido. Se dirán a sí mismos, en particular esa especie concreta de aficionados, que hay que meter presión porque claro, todos sabemos que el rendimiento de los jugadores depende únicamente del esfuerzo, de las ganas, el carácter o ese concepto de “garra” que tan famoso han hecho los uruguayos. Es mucho más que eso. En Uruguay, en la Isla de Pascua y en Manchester.

Cuando Wan-Bissaka falle pases moderadamente difíciles, porque al menos al principio lo hará, no será de extrañar que ello sea tachado de falta de motivación. “¿Cómo va a fallar ese pase un jugador que ha costado cincuenta millones?”, es posible que sea un razomiento que exista y sea expuesto por personas reales. Ello, no obstante, sería malentender la complexión de una tesitura compleja: la de convertir, de forma acelerada, a un jugador desbordante de talento, y sobre todo potencial, en alguien diferencial en un equipo que quiere fingir que ello es lo que hoy en día compone su once inicial desde el portero hasta el delantero. Y lo cierto es que ello no es el caso. Los problemas se expanden por todo el césped, afectando incluso a las zonas antes inmunes. No tienen “una” sola debilidad que su nuevo fichaje va a arreglar y ya está. No es una situación en la que van sobrados en todo el resto de partes, como el Manchester City en su momento, y fichar a un lateral relativamente poco probado por semejante cantidad de dinero suponga el único signo de interrogación; que ello sea el único problema a solucionar. El paisaje de fichajes es el que es, posiblemente influenciado precisamente por el City en lo que a laterales se refiere, y Aaron Wan-Bissaka vale cada uno de los cincuenta millones de libras que ha costado. En un equipo como este, como este presente United, tan corroído por tantos factores, ¿era la suya una contratación imperante, indispensable? Cuando luego ves a Ashley Young de lateral derecho pues sí, vas a contesar que “sí” y con razón. Aunque de alguna forma es esa histeria, la que produce cosas como “Young de lateral derecho”, la que luego no permite tomar las mejores decisiones posibles.
Hace unos días, el genial Nooruddean Choudry, capturaba con un tweet la esencia del United y este fichaje a la perfección: “No me creeré que Wan-Bissaka haya fichado de verdad por el United hasta que esté tweeteando sobre cómo tenemos que reagruparnos después de una derrota y recompensar a los fans por su apoyo”. Sublime, ya que lo cierto es que ese mensaje genérico de futbolista tras una derrota parece haberse convertido en cliché en el lado rojo de Manchester más que en ningún otro sitio. A niveles sangrantes. Y es también por eso por lo que, al igual que antes comentábamos la presión, Wan-Bissaka no está saliendo a escena tras unos estelares teloneros. El hecho de estar en presencia en un lateral con simplemente el potencial de ser de élite ya será bienvenido como los flores, el canto de los pájaros y los rayos de sol en la primavera. No sólo eso, sino que además él tiene una característica casi imposible de encontrar hoy en día: un muy buen lateral que descata más por defender y cuyo “problema” sea la parte ofensiva. En serio, es que en años recientes no se me ocurre uno tan sólo con quien este sea el caso. Un lateral, sobre todo en su primera época, en su época de promesa en la primera línea del fútbol que defienda o defendiese mejor de lo que ataque. Pero es el caso con él.
Un talento defensivo de su calidad es extremadamente raro de encontrar; más todavía, en alguien todavía dando sus primeros pasos como jugador profesional. Su uno contra uno para defender a extremos rivales es tan bueno como el de cualquier lateral sobre la tierra. ¡Y tiene veinitún años! Tal es el calado de la excepcionalidad de sus habilidades que más de uno empezó a compararle en la recta final de la temporada pasada con la figura de un “shutdown cornerback” en la NFL, de fútbol americano. El jugador más abierto de una defensa que se dedica, casi siempre en uno contra uno, a cubrir al receptor rival. Pero no sólo eso, sino la mejor versión de ese jugador, el que apaga por completo esa vía de ataque para el quarterback rival. “Da igual que la lances aquí, porque no le va a llegar”. En una posición (en fútbol europeo), en la cual las mayores virtudes, los puntos de máximo brillo suelen corresponder a la faceta ofensiva, Aaron Wan-Bissaka jugó su segundo partido como profesional y frenó con destreza a Alexis y al ataque del United por su costado, si bien no fue suficiente para cimentar la victoria del Crystal Palace. Daba lo mismo, no obstante: con su mera irrupción, con el segundo acto que supuso esa noche y sus cuarenta partidos subsiguientes, el club había ganado más de lo que podía imaginar. Alguien que no marcará huella durante años en el club porque ya lo ha hecho. Más no podía hacer en menos tiempo. Se le recordará irremediablemente con cariño, donde pocos le esperaban y donde, ahora, nadie quería ver ir.

Quienes, en Manchester, quieren aceptar solamente la positividad, bañarse en la ilusión de un fichaje, buscarán de forma exclusiva todos aquellos hechos que lo refuerzen, que supriman las dudas. En el caso de Wan-Bissaka, obviamente, hay mucho material favorable. Y es comprensible hacerlo, pero seguramente no sostenible. Porque suele ser mejor idea entrar lo más preparado posible a una situación compleja. Ilusionante, pero compleja. Su juego de defensa es exponencialmente bueno y unas simples estadísticas lo reflejan. 0,7 faltas por partido (todo según StatsBomb) ilustran su ya prodigiosa capacidad de no ser superado en uno contra uno sin cometer una infracción. Al igual que le avalan sus 1,7 recuperaciones de balón y sus 1,8 intercepciones ajustadas por posesión de promedio hablan de un lateral que, como mínimo, siempre será el punto de inflexión de una defensa buscando dicho punto. Si puede quedar el resquicio de alguna duda, llegando a una zaga caótica (aunque viene de jugar al lado de James Tomkins y Mamadou Sakho, tampoco nos volvamos locos) y en la que, por lo menos, estará más expuesto de forma más habitual. Sin embargo, lo demostrado nos hace pensar y con razón que a ello se adaptará sin problema. En cambio, es en la faceta contraria, en el otro fondo del campo, donde yacen las mayores pruebas, los mayores retos de esta joven promesa.
Es en el salto surgen los interrogantes. Porque aunque el rendimiento del equipo la temporada pasada no ofrezca garantías de ello, se supone que van a ser uno de los seis mejores equipos de la liga y eso, en casi cualquier caso, se traducirá en una estructura que debería verles tener más balón que el Crystal Palace y pasar más tiempo en campo rival. Trent Alexander-Arnold, Kyle Walker y, aun con sus problemas de este último año, Kieran Trippier marcan dónde se sitúa el listón de los laterales derechos más ofensivos de la liga. Y en Wan-Bissaka encontramos a un pasador de balón, siendo generosos, aceptable. Alguien que en su lectura de las acciones tiende todavía a optar por la vía más segura y conservadora. Lo cual, en parte, es un punto a favor en el sentido de que no se excede en erráticas y sobre-confiadas decisiones de juego. Y si bien el dinamismo de su repertorio de pases cuenta con un notable margen de evolución, el ya tener una capacidad de base para integrarse en la estructura ofensiva del equipo, además su superlativa defensa, invitan al optimismo. Como sucede, sobre todo, con su también sobresaliente habilidad de regate.
Ello sin más debería ser un seguro en el campo de minas al se adentra, tratando potencialmente de encontrar química con ese turista brasileño que en Manchester está perdido pero que en un sitio como Ucrania no podía parecer más “en casa”. Una segunda temporada, una segunda temporada para Fred y veremos quiénes más son aquellos jugadores que participarán de la forma más pronunciada en el buen hacer de AWB. ¿Mata? ¿Lingard? ¿Lukaku en banda? Pero es con ese desborde a través de sus regates donde el joven lateral londinense puede crear ventajas para él y el resto; desequilibrar, mover la acción y dar dentro de ese pequeño caos el pase deseado. Prácticamente todas las dudas, todas esas arrugas por alisar, parecen cernirse antes que cualquier cosa sobre su inexperiencia. Y si algo va a tener, por mucha presión que pueda existir, son oportunidades, titularidades en un equipo que ha confiado en él. Que busca en él a una estrella para esta siguiente era. Envuelto por un desconocimiento más o menos general acerca de quién era cuando jugaba su segundo partido como profesional ante el United, con sus tres trenzas, con su desparpajo, con sus habilidades tan propias, ha enamorado a quién le ha visto, porque cómo no hacerlo. Ahora, es sólo el momento de seguir haciéndolo.
