Era el partido del año en Preston. Habían llenado hasta la bandera Deepdale. Un estadio coqueto y que al mismo tiempo encapsula muy bien el ambiente. Con dos gradas rectas en cada lateral y otras dos en los fondos del mismo tamaño, tiene la peculiaridad que no muchos estadios de esta tipología comparten y es que las cuatro esquinas están conectadas y cerradas. Gracias a ello no se perdía el ambiente generado por las 22.185 personas allí presentes, siendo 5.700 de ellas aficionados del Arsenal que abarrotaban uno de los fondos. Envueltos en el momento, el Preston salió a por todas. No quiso dejar pasar semejante oportunidad y fue mejor que el Arsenal durante la primera parte. “Lo mejor de la primera parte fue que sólo perdimos 1-0”, reflexionaba Arsène Wenger tras la conclusión del encuentro. Como días antes, en su visita a Bournemouth, los Gunners mostraron su versión más letárgica y complaciente en el arranque y durante un largo tramo del partido. Como en la costa sur, mostraron en esta ocasión una notable resiliencia para superar las adversidades y no es algo que haya que desdeñar. Sin embargo, si no cavasen su propia tumba antes de ello no tendrían que remontar la situación.
Llamativo fue ver al Preston acribillar al Arsenal en repetidas ocasiones al contragolpe y explotando los espacios de una manera casi impropia de un equipo de la mitad de tabla de segunda división. La pelota era predominantemente visitante, pero el dominio de ella no fue secundado por una gran seguridad en la circulación. El Arsenal atacaba pero perdía el esférico con una facilidad pasmosa. Tan sólo siete minutos tardó el Preston en asestar el primer golpe. Se hicieron con el balón, éste cayó en posesión del mejor jugador local, el ilustre irlandés Aiden McGeady, que avanzó con él, se zafó de uno, dio un giro maradoniano ante otro para dársela a continuación a un Jordan Hugill que perdió el equilibrio pero el balón tomó la dirección de su compañero en la delantera, Callum Robinson. El excanterano del Aston Villa fusiló a David Ospina y de repente la narrativa daba un violento vuelco. Y a pesar de su carácter generalmente defensivo, el Preston rehuyó aprovechar la ventaja cosechada para aparcar el autobús y repeler como fuese posible al Arsenal. Siguieron robando, castigando al Arsenal por su falta de sintonía coral ante las bajas obligadas y las rotaciones que Wenger consideró oportuno hacer. El Preston cuenta con el tercer presupuesto más bajo de segunda y por tanto es evidente que no se le cae la calidad de los bolsillos, pero su sobresaliente cohesión como equipo le permitió crear muy buenas jugadas de ataque. Jugaban los habituales, demostraron que se conocen y recogieron los frutos de su excelsa labor. El Preston estaba y el Arsenal no.
Superada la media hora de juego, Paul Gallagher, que curiosamente debutó como profesional con el Blackburn Rovers en 2002 en un partido frente al Arsenal, tuvo la ocasión para casi sentenciar con el 2-0 por medio de una gran vaselina que Nacho Monreal logró despejar prácticamente sobre la línea de gol. No despertaban. Pero afortunadamente para ellos, evitaron encajar ese segundo gol. Todo lo que Wenger no fue capaz de transmitir al equipo antes de empezar el partido, parece que lo logró en el descanso. El Arsenal volvió rampante al terreno de juego y menos de un minuto después hizo suyo el empate. Una jugada ofensiva fluida y que pasó por las botas de uno de los mejores continuadores de jugadas del equipo: Alex Iwobi. Éste retuvo el balón con maestría hasta soltarlo en dirección a Aaron Ramsey para que el galés matase desde segunda línea. Lo hizo y las tablas subieron al marcador. Por fin mostraron los chicos del técnico de Estrasburgo una intensidad propia del club al que representan e invirtieron el cauce del partido. Tuvieron posesiones mucho más seguras. Empezaron a dar una sensación de mayor control a la que también ayudó que las fuerzas del Preston disminuyesen.
El cansancio fue ganado más y más presencia en ambos bandos. Y claro, cuando la energía comienza diluirse los detalles cobran mayor trascendencia. Ya no puedes abarcar tantas variables como antes. Es entonces cuando la calidad individual suele marcar todavía más diferencias. Aunque el final se acercaba y el Arsenal no conseguía deshacer un empate molesto sobre todo por el hecho de que supondría sumar otro partido al ya cargado calendario. El Preston introdujo a su delantero danés de dos metros Simon Makienok como arma referencial para los últimos minutos. Simon Grayson, el entrenador de los locales, quería ganar. Quería vengar la derrota de su último partido contra el Arsenal. También de FA Cup, allá por el 9 de enero de 2010 cuando dirigía al Leeds United y cuando un gran partido de los suyos en el Emirates a punto estuvo de lograr un empate de no ser por la aparición estelar de Thierry Henry, que marcó el gol decisivo. De nuevo tan cerca Grayson y de nuevo hizo acto de presencia un delantero francés. Asistido por un muy buen Lucas Pérez, en esta ocasión fue Olivier Giroud. Aunque sean adversidades autoinflingidas, el Arsenal vuelve a sobreponerse a ellas.
