La cuarta ronda de la Copa inglesa nos ha deparado un hecho histórico. Por primera vez desde el final de la Segunda Guerra Mundial, dos equipos de fuera de la Football League han accedido a octavos de final de la competición de fútbol más antigua del mundo. El Lincoln City y el Sutton United de la rebautizada National League (la quinta división del fútbol inglés) se encuentran entre los dieciséis últimos equipos que quedan con vida en el torneo.
Este hecho ha generado dos reacciones antagónicas. Por un lado, aquellos que consideran que este hito es una prueba más de “la magia de la Copa”, es decir, la capacidad intrínseca del torneo para dar alas a los clubes modestos para tumbar a los grandes. Por otro, algunos analistas como Robbie Savage o Stan Collymore han visto en la hazaña de Sutton y Lincoln una prueba fehaciente de que los grandes clubes ya no se toman en serio la Copa, que se ha convertido en una competición devaluada que solo los clubes de segundo nivel se toman en serio.
Su principal argumento se sustenta en las alineaciones de los grandes clubes del país. En su derrota en Anfield ante los Wolves de segunda división, el Liverpool alineó a seis jugadores (Alberto Moreno, Joe Gomez, Connor Randall, Ovie Ejaria, Lucas Leiva, Ben Woodburn) con menos de cinco partidos como titulares en Premier League. En su derrota ante el Millwall de tercera división, el Watford jugó de salida con nueve jugadores (Costel Pantilimon, Adrian Mariappa, Brice Dja Djédjé, Abdoulaye Doucouré, Ben Watson, Adlene Guedioura, Brandon Mason, Stefano Okaka, Jerome Sinclair) con menos de cinco partidos de titular en liga.
Es evidente que los clubes de la Premier League, casi sin excepción, rotan a sus equipos en la Copa para dar minutos a jugadores con menos oportunidades en liga y otorgar oportunidades a los jóvenes para que comiencen a rozarse con jugadores profesionales. Esto son factores sobre los que la federación inglesa o las ligas (Premier League, Football League) tienen poca incidencia. Pero existen otros sobre los que sí pueden actuar para evitar que la Copa, la competición más democrática del país, acabe convirtiéndose en poco más que un engorro en el calendario, como sucede con la Copa de la Liga.
Esta ronda de la Copa obligó a los entrenadores de la Premier League a priorizar objetivos, ya que, entre martes y miércoles, se disputa una nueva jornada de liga. El Liverpool disputó entre semana el partido de vuelta de semifinales de la Copa de la Liga ante el Southampton, el sábado recibió a los Wolves en Copa y el martes recibió al Chelsea en liga. Esta acumulación obligó a Jürgen Klopp a priorizar. Y, en este caso, es evidente que la Copa iba a ser la sacrificada. Sucede lo mismo con el Watford, por ejemplo, que debía visitar el Emirates el martes. Walter Mazzarri dio descanso a sus titulares y perdió en Copa pero logró una inesperada victoria ante el Arsenal en liga. Pocos podrán discutir su decisión a tenor de los resultados.
La federación y la Premier League deben ponerse de acuerdo para evitar esta situación en el calendario porque es evidente que, en el choque, la Copa será la perdedora. Es una cuestión de dinero. El nuevo contrato televisivo de la Premier League que entra en vigor esta temporada garantiza al último clasificado una cifra cercana a los 100 millones de libras. Sin embargo, la Copa no son más que migajas en comparación. Su distribución equitativa (la taquilla se reparte a partes iguales, existe un fijo idéntico para los equipos por pasar de ronda y los ingresos por televisión se distribuyen al 50% entre los equipos televisados) significa que puede ser una bendición para los clubes pequeños (el Wigan de segunda división, por ejemplo, se llevó la mitad de la taquilla de Old Trafford más los ingresos de televisión) pero implica que no es atractivo para los grandes, que prefieren centrarse en la liga.
Por supuesto, también existe un factor personal. La proliferación de entrenadores extranjeros en la Premier League ha contribuido a generar una cierta desafección por la Copa. No es casualidad que Jürgen Klopp o Walter Mazzarri sean extranjeros. Técnicos británicos como Sean Dyche o extranjeros que llevan mucho tiempo en Inglaterra y conocen la peculiaridad de la Copa como José Mourinho o Arsène Wenger son menos propensos a realizar rotaciones drásticas. Por supuesto, hay excepciones. Sam Allardyce priorizó la salvación del Crystal Palace en liga que competir contra el Manchester City en Copa.
La Copa es un activo de valor incalculable para el fútbol inglés que debe ser protegido como un bien de interés cultural. Existen mecanismos para hacerlo: federación y Premier League deben pactar un calendario más sensible con la Copa, los aficionados de los clubes de primera división deben presionar a sus entrenadores para que comprendan la importancia de la Copa y alineen equipos fuertes y, para acabar, los medios de comunicación deben otorgar a la Copa su lugar. Un lugar de privilegio casi a la altura de la Premier League. De lo contrario, la gigantesca ola mediática la liga de fútbol más seguida en el mundo acabará por engullir a la Copa.