La Copa inglesa, el torneo de fútbol más antiguo del mundo, se ha caracterizado históricamente por la capacidad de los equipos pequeños para sorprender a otros de mayor dimensión. Incluso en las finales. Pocos han olvidado la final de 1973, cuando el Sunderland de la segunda división derrotó por 1-0 al todopoderoso Leeds United de Don Revie. Algo similar sucedió en 2013, cuando la final enfrentó al Manchester City, entonces segundo clasificado de la Premier League, con el Wigan Athletic, que estaba batallando por no descender.
Fueron precisamente los replays de la Copa los que obligaron al Wigan a disputar dos partidos aplazados en las dos últimas semanas de competición. El martes previo a la disputa de la final de Wembley, los Latics de Roberto Martínez recibían a un Swansea cómodamente asentado en mitad de tabla. Los galeses se presentaron en Wigan sin su delantero centro, Michu, y Michael Laudrup se vio obligado a alinear en punta al israelí Itay Shechter, un jugador que marcó un solo gol en Premier League en los 18 partidos que disputó en su única temporada en el Swansea. Pero ni con esa ventaja los Latics fueron capaces de sumar tres puntos vitales para la salvación. El lateral derecho Ángel Rangel, situado como extremo derecho, marcó un gol y guio a su equipo a la victoria por 2-3. Una derrota que dejó a los Latics pendientes de un milagro a falta de dos jornadas. No parecía la mejor preparación para la final de Copa que debía disputarse solo cuatro días después.
Pocas finales en la historia de la Copa se presentaban tan desigualadas. El Manchester City se presentó con todo su arsenal. Roberto Mancini alineó un 4-4-1-1 con Yaya Touré y Gareth Barry en medio, Samir Nasri y David Silva en bandas, y Carlos Tévez y Sergio Agüero en punta. Enfrente, Roberto Martínez tuvo que recomponer todo su equipo a causa de las numerosas bajas en defensa. Recolocó al habitual carrilero derecho Emmerson Boyce como central derecho y ubicó al medio centro James McArthur en su posición. Un 5-4-1 pensado para negar los espacios al rival y contragolpear a través de las bandas de Shaun Maloney y Calum McManaman. Un planteamiento que funcionó a la perfección.
Los regates de McManaman se convirtieron en una pesadilla constante para Gael Clichy mientras el Wigan le arrebataba la posesión a su rival, desconcertado ante la puesta en escena de un equipo que debería haber estado pensando más en cómo ganar tres días después al Arsenal que en la preparación de la final. En la segunda parte, Mancini, harto de ver cómo su equipo perdía el control del partido, retiró a Carlos Tévez y dio entrada a un medio centro como Jack Rodwell para tratar de recuperar el dominio del centro del campo. En vano.
El juego basculó irremediablemente del lado de los Latics en los últimos minutos. En el 84, Pablo Zabaleta vio la segunda amarilla y dejó a los Citizens con diez con la prórroga a la vuelta de la esquina. Pero el partido no llegaría hasta ahí. En el descuento, un saque de esquina de Shaun Maloney fue cabeceado inapelablemente por Ben Watson, entrado en la recta final por el agotado Gómez. El Wigan había logrado el primer título importante de su historia en las más adversas de las circunstancias.
La alegría no duraría ni 24 horas. El domingo por la tarde, el Newcastle se impuso por 1-2 en Loftus Road al Queens Park Rangers, el Sunderland logró un improbable empate ante el Tottenham y el Norwich se impuso por 4-0 al West Brom. Esos resultados de sus rivales directos obligaban al Wigan a ganar en el Emirates el martes para llegar con vida a la última jornada.
No hubo segundo milagro. El flamante campeón de Copa sucumbió por 4-1 ante el Arsenal y selló virtualmente su descenso solo tres días después de saborear la gloria en Wembley. Si la temporada del ganador de la final acabó en fracaso, lo mismo se podría decir del perdedor. El Manchester City finalizó la liga como subcampeón a once puntos del Manchester United en la última temporada de Sir Alex Ferguson en Old Trafford. La inesperada derrota en Wembley precipitó el despido de Roberto Mancini, el técnico de la famosa liga de Agüero, la primera del club en 44 años, y la llegada de Manuel Pellegrini.
El chileno logró el doblete de liga y Copa de la Liga en su debut en Inglaterra. Mientras, el Wigan vivió una temporada bastante más movida. Owen Coyle sustituyó a Roberto Martínez, contratado por el Everton, pero fue despedido en diciembre tras un fallido paseo por la Europa League y con el equipo languideciendo en la zona media-baja de la tabla. Su sustituto, Uwe Rosler, hizo reaccionar al equipo y lo condujo hasta la quinta posición. Sin embargo, los Latics perdieron en las semifinales del play-off de ascenso ante el QPR, que acabaría ascendiendo en Wembley ante el Derby County.
El Manchester City finalizó la temporada siguiente, 2014-15, en blanco. Pero peor le fue al Wigan. Rosler fue despedido en noviembre con el equipo en la zona baja. Su sustituto, Malky Mackay, no fue capaz de revertir la tendencia y ni siquiera acabó la temporada. Con el equipo ya desahuciado, Gary Caldwell, exjugador del club hasta solo dos meses antes, tomó las riendas del equipo, que acabó cayendo a League One como penúltimo.
La última temporada de Manuel Pellegrini en el Etihad, 2015-16, acabó con un regusto agridulce. Su equipo finalizó la liga en cuarta posición pero alcanzó las semifinales de Champions League por primera vez en su historia. El chileno tuvo que lidiar con el hecho de que el club anunciara la contratación de Pep Guardiola como entrenador para la siguiente temporada a principios de año. Mientras, Caldwell guio al Wigan hacia la primera posición en League One al ritmo de “Will Grigg’s on fire”. El delantero norirlandés anotó 25 goles en liga que fueron fundamentales para sellar el ascenso a Championship al primer intento.
La temporada pasada, Pep Guardiola debutó sin títulos en el Manchester City y vivió una sorprendente derrota en octavos de final de la Champions League ante el Mónaco. Pero, una vez más, peor le fue al Wigan. Caldwell fue despedido en octubre después de un pésimo arranque de liga en Championship. Warren Joyce, exentrenador del filial del Manchester United, no logró estabilizar la embarcación que acabó naufragando con el interino Graham Barrow al timón.
Esta temporada, el Manchester City va lanzado hacia un cuarteto histórico. Con la liga asegurada (le saca 16 puntos a su inmediato perseguidor, el Manchester United), el equipo disputará la final de la Copa de la Liga ante el Arsenal a finales de mes y el 0-4 de la ida ante el Basilea le coloca virtualmente en cuartos de final de la Champions League. En la FA Cup le aguarda el Wigan. Con Paul Cook al mando, los Latics están luchando codo a codo con Shrewsbury y Blackburn Rovers por las dos plazas de ascenso directo a Championship. El tiempo transcurrido desde la final de 2013 no ha hecho sino aumentar la distancia entre ambos equipos. Hoy parece imposible una reedición de la sorpresa de aquel partido. Pero esto es la Copa, ¿no?