Cuando se acerca la tercera ronda de la FA Cup, siempre gusta ver la historia del equipo que se va a medir con el todopoderoso Manchester City de turno y como se sustenta de los particulares negocios de su presidente. Aun así, no todos los clubes que viven en las divisiones inferiores tienen ese algo que nos hace creer en que aún hay hueco para los modestos en un mundo donde solo existen los grandes. Este es el caso del Blackpool, club que vive ahogado por los Oyston, una familia de que lleva más de 30 años engañando al aficionado.
El Blackpool es uno de esos equipos ingleses tan coquetos que merodean por las divisiones inferiores. Unos años en League Two, otros en League One, y, si hay suerte, alguna temporada en Champìonship, viendo de cerca el sueño de jugar en la Premier League. Además, es de esos clubes centenarios que cuentan, como si fuesen una leyenda, los títulos conseguidos cuando aún se veía la televisión en blanco y negro. Pese a ello y como adelantaba unas líneas más arriba, su realidad no es tan romántica como su historia. La familia Oyston lleva más de tres décadas, mediante sus negocios que se mueven entre lo legal y lo ilegal, aprovechándose de la pasión que tenían los aficionados por su Blackpool. La brecha es tal entre club y masa social del club que es casi imposible ver Bloomfield Road, estadio de los Seasiders, sin parecer un cementerio. Al final, su equipo ya no existe. Se lo llevaron los Oyston.
La carrera del cabeza de familia, Owen Oyston, empezó cuando volvió a Blackpool, su casa, tras una mala experiencia empresarial en Londres a mediados de los años sesenta. Tras su regreso, este se dedicaría a vender inmuebles, ganando así gran parte de su fortuna. De hecho, su éxito fue tal en las décadas venideras que se convirtió en uno de los agentes inmobiliarios más destacados de Inglaterra. Entonces, en 1988, compró el equipo de su ciudad, el Blackpool. Seguramente ningún aficionado de los Seasiders supo que ese movimiento hirió a su equipo en lo más profundo de su alma, atentando contra todo lo que signifcaba.

A partir de ahí, los hijos de Oyston fueron entrando en el club, haciendo que la dirección fuese una especie de empresa familiar. Pero no una empresa de cualquier familia, sino la de una de las familias más ricas de Inglaterra gracias a su fortuna de cerca de 100 millones de libras. El clan que dominaba el Blackpool fue, poco a poco, haciendo promesas vacías sobre el rumbo del equipo, prometiendo que los años de gloria volverían gracias a su gestión. Pero, como en toda historia donde se mezclan el negocio y el fútbol, gana el dinero y pierde el aficionado.
Tras una década de 1990 en la que el cabeza de familia por la cárcel debido a varios cargos (entre los que se encuentra la violación), llegó el nuevo siglo con los Oyston alimentándose más y más de la ilusión de una hinchada que quería volver a ver a su equipo en lo más alto. Una de las jugadas más conocidas del clan fue en 2006, cuando convencieron para invertir en el club al empresario lituano Valeri Belokon. A este hombre de negocios le prometieron que gracias a su ayuda llegarían a la Premier League, que el dinero volvería multiplicado por el éxito que tendría el Blackpool. Por supuesto, todo era una mentira para lucrarse ellos. Por decirlo de una manera más suave, se quedaron con su dinero.
Después de años de robarle la ilusión a los aficionados y el dinero a empresarios lituanos, llegó lo que parecía el golpe de gracia para esta familia. Belokon denunció lo que le hicieron los Oyston, y un tribunal dictaminó que deberían pagar una multa de más de 30 millones de libras como compensación por la estafa. Los aficionados Seasiders, en medio del movimiento de boicot hacia la dirección “Not a Penny More” (Ni un Penique Más), vio la luz al final del túnel: tras esa sanción multimillonaria, los Oyston deberían vender el club. Y, aunque todo se encuentra parado porque apenas hay compradores, el Blackpool está en venta. Hay luz al final del túnel.
No parece sencillo que aparezca un salvador y compre un club saqueado por la nefasta gestión de sus actuales dueños, pero es el principio del fin de una época oscura para los Seasiders. Este fin de semana se enfrentarán al Arsenal en la tercera ronda de la FA Cup, por lo que los pocos aficionados que quieran saltarse el boicot tendrán un escenario idóneo para publicitar su guerra. Una contienda que, aunque se vayan los Oyston, no se acabará hasta que vuelva su equipo.