Jordi Cardero

La insuficiente lucha contra el racismo de la Premier League

La competición creó herramientas para frenar la discriminación, pero las denuncias no han dejado de crecer.

La Premier League lleva varios años combatiendo el racismo como institución. Creó un organismo independiente, Kick It Out, donde denunciantes pueden exponer sus casos, la FA aumentó las sanciones y, en los últimos meses, la propia liga fundó No Room for Racism. Sin embargo, las denuncias por casos de racismo no han dejado de aumentar en Inglaterra. Los cambios sociales solo pueden entenderse como pequeños pasos que toda la sociedad debe dar en la misma dirección. La Premier League construyó unos cimientos para frenar la discriminación, pero han demostrado ser totalmente insuficientes. El mayor temor es que la lucha contra el racismo se quede únicamente en el símbolo, en la imagen de los futbolistas con la rodilla hincada antes de comenzar los encuentros.

 

“No es sólo un problema del fútbol. Los cánticos de dos seguidores del Southampton sobre el Holocausto en un partido ante el Tottenham llegan en un momento en el que el antisemitismo en el Reino Unido está al alza. Un aficionado le grita “terrorista” a Salah porque la islamofobia es mainstream. Nadie se hace racista cuando entra a un estadio, traen su ideología desde fuera”, escribió Jacob Steinberg en The Guardian.

La onda expansiva del asesinato de George Floyd llegó a la Premier League en forma de denuncia, son múltiples los casos de futbolistas que lo han sufrido durante los últimos años. Antonio Rüdiger, de madre nacida en Sierra Leona, recibió gritos de “mono” de seguidores del Tottenham. También contra los Spurs, al gabonés Aubameyang le lanzaron la piel de un plátano. El camerunés Gaëtan Bong, del Brighton, también padeció el odio del racismo en el estadio del Burnley.

El insulto racista va más allá del desprecio a las raíces, a una cultura, a la condición humana. En una entrevista a Mirror Sport el lateral del Tottenham Danny Rose, que sufrió cánticos racistas en un partido internacional en Montenegro, dijo tener suficiente: “Me quedan todavía cinco o seis años de fútbol y tengo ganas de que pasen al ver lo que sucede actualmente en este deporte”.

Moise Kean, nacionalizado italiano e hijo de padres marfileños, recibió un booo con connotación racista por parte de aficionados del Cagliari cuando jugaba para la Juventus. Leonardo Bonucci, insignia de los de Turín, dijo ante la prensa que “la culpa se divide al 50%, Kean debe contenerse más y celebrar con el equipo”. También siguió la senda equidistante su entrenador, Massimiliano Allegri: “Kean debe madurar y respetar al adversario”. Sin embargo, el paso de Kean por el Everton dejó una maravillosa pancarta en las gradas, ahora vacías, de Goodison Park; una imagen del delantero acompañados de un “No al razzismo”.

La FA ha tratado de sancionar a los racistas durante los últimos años, pero no siempre ha sido posible. También ha habido un aumento preocupante de incidentes en las redes sociales. Porque estas son un contenedor de odio donde, a raíz de la comunicación que rehúsa del cara a cara, desde el anonimato o la distancia no es necesario ser valiente para decir lo que uno piensa, desaparecen los filtros.

Una de las víctimas del abuso en redes fue el costamarfileño Wilfried Zaha. “Para los jugadores negros, estar en Instagram hace tiempo que dejó de ser divertido”, comentó el delantero. Detrás de los insultos se escondía un chico de 12 años. Un penalti fallado por parte de Paul Pogba ante el Wolverhampton le dejó varios regalos en las redes. Salió al paso en Instagram: “Mis padres sufrieron para que mi generación pudiera ser libre hoy, pudiera trabajar, coger el autobús, jugar al fútbol. Los insultos racistas son ignorancia y solo pueden hacerme más fuerte y motivarme a luchar para la siguiente generación”. La pregunta es simple: ¿Tiene la FA herramientas suficientes para combatir la discriminación en las redes sociales? La respuesta es no. Y si se ciñen a las rígidas e impermeables normas, como en el caso Cavani y su “gracias, negrito”, corre el riesgo de desvirtuar la lucha.

A modo de castigos ejemplares, la FA ha tomado partido en sancionar los casos de racismo. A Kiko Casilla, portero del Leeds United, le suspendieron durante ocho partidos por un presunto insulto racista al futbolista del Charlton Jonathan Leko, que llegaron acompañados de una sanción económica y la obligación de acudir a un curso de reeducación sobre el racismo, hechos -estos dos últimos- que se repiten en todos lo sancionados. Dele Alli fue sancionado con un partido por subir un video en Instagram en el que se burlaba de un hombre asiático. Por otro lado, Bernardo Silva fue castigado con un encuentro al comparar en Twitter a su compañero de equipo Mendy con un conguito.

En el último de los casos, la FA decidió sancionar por el uso de un lenguaje racista. La federación no permite comentarios señalando a un futbolista por su raza, religión, sexo o etnia de origen. Esta poca permeabilidad hizo que se llevara la crítica de Raheem Sterling, el principal promotor de la lucha contra el racismo en la Premier League. La FA castigó a Silva sin tener en cuenta la relación interpersonal con Mendy, ni tampoco la intencionalidad del mensaje.

 


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Silva se llevó un ejemplarizante castigo por un comentario desafortunado en redes sociales dirigido a su compañero Mendy. / Man. City


La sanción a Cavani evidenció el mal uso de las normas por parte de la federación. Este es, sin ningún tipo de dudas, un caso paradigmático, un ejemplo de cómo la Premier League está tratando de erradicar el racismo. Además, el rígido protocolo contra el racismo provocó una ola de críticas, abanderado por la Asociación Uruguaya de Fútbol, que salió en defensa del delantero alegando que el término se utiliza como “expresión de amistad, afecto, cercanía y confianza y de ningún modo de ningún modo refieren despectiva o discriminatoriamente a la raza o color de piel de quien es aludido”. La sanción muestra un total desconocimiento de la cultura del futbolista, una visión etnocentrista y superficial en la que se castiga el mensaje y no se analiza el contenido. La sanción de Cavani demuestra que la FA tiene la arquitectura de las normas construidas, pero la falta de interpretación y la voluntad de ceñirse únicamente a la legislación denota que, desde lo institucional, aún queda mucho camino por recorrer.

 

El racismo es parte de la historia y de la contemporaneidad, ha construido nuestro presente y nos ha cambiado, sin darnos apenas cuenta, la forma de ver las cosas. Incluso el fútbol. En un estudio de Run Repeat, en el que analizaron más de 80 partidos de fútbol de la temporada 2019/20 de las ligas inglesa, francesa, española e italiana, concretaron que el tipo de descripción y juicio del futbolista depende, en parte, del tono de su piel. El informe comenta que el el término “inteligencia” se usaba como elogio en un 62% de los casos cuando se refería a un jugador de tono claro y tenía una connotación negativa en el 63% de las veces que se refería a un futbolista de tonalidad oscura.

En comparación, al futbolista blanco se le alabaron factores como la calidad, la inteligencia o el liderazgo, mientras que el negro recibió elogios sobre la forma física, la velocidad o la fuerza. Un claro ejemplo es el centrocampista del Tottenham Tanguy Ndombelé: aun siendo uno de los creadores mejor dotados en la técnica a la hora de girarse y conectar con los delanteros Son y Kane, el análisis superficial va en dirección de lo buen box-to-box que es, al imponente físico que luce. En el análisis de Run Repeat, en el que se contemplaron decenas de partidos y de diferentes comentaristas, podemos concluir que no hay subjetividad ni voluntad en la descripción del futbolista, sino que es algo intrínseco a la persona, una parcialidad sujeta a la tonalidad de piel. El racismo está arraigado y deja huella.

Para combatir del racismo de base es necesaria una concienciación que debe nacer en la propia educación y debe estar acompañada y apoyada por las instituciones. La English Football League, con poca capacidad de maniobra en el campo de la formación, decidió probar con la tecla de la legislación. En 2019 instauró una nueva normativa que se conoció popularmente como Rooney Rule, conocida así porque Dan Rooney la impulsó para el fútbol americano. La nueva política obligaba a los clubes de las cuatro divisiones profesionales del Reino Unido a entrevistar a un entrenador negro, asiático o de otra minoria étnica a la hora de buscar un nuevo técnico. El objetivo era promocionar nuevas y más oportunidades para los mánagers pertenecientes a minorías.

Se estima que una tercera parte de los 500 futbolistas que juegan en la Premier League pertenecen a una minoría étnica. Sin embargo, en la máxima división inglesa tan solo hay un entrenador con estas raíces: Nuno Espírito Santo, con orígenes en Santo Tomé. Si ampliamos la búsqueta hasta League Two, la cuarta división, la pasada temporada solo seis de los 91 entrenadores pertenecían a una minoría étnica.

 


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Nuno Espírito Santo es el único entrenador Premier que pertenece a una minoría étnica. / Wolves


Sin embargo, Richard Masters, director ejecutivo de la Premier League, afirmó hace unos meses que la máxima competición nacional no se plantea introducir la norma porque -declaró en una entrevista a ESPN- “no existen barreras para entrenar”, pese la insistente llamada del comité de entrenadores de minorías étnicas que encabeza Darren Moore, actual manager del Doncaster Rovers.

 

¿Existen esas barreras? ¿Parten todos los entrenadores desde el mismo punto de salida? Hay cuatro casos recientes que lo cuestionan. Frank Lampard, Steven Gerrard, Ashley Cole y Sol Campbell tienen en común que se retiraron de sus gloriosas carreras hace pocos años y decidieron cruzar al otro lado, sentarse en el banquillo. No obstante, su primera experiencia guarda muchas diferencias. Lampard debutó en Championship con en el Derby County, mientras que el Rangers, uno de los históricos del Reino Unido, apostó por Gerrard. El caso de los entrenadores de raza negra fue distinto: la primera experiencia de Campbell fue en el banquillo del Macclesfield, de la cuarta división; Cole aceptó del Chelsea para dirigir al sub15. Sobre las aspiraciones de los entrenadores negros, Chris Hughton, hijo de padre ghanés, dijo en una entrevista a Sky Sports que la falta de oportunidades es cuestión de estigma y que, probablemente, “nos hemos perdido una generación de buenos entrenadores”.

Las plataformas contra el racismo, ¿insuficientes?

El fútbol inglés, desde 1993, cuanto con Kick it Out para denunciar los casos de racismo. Se trata de un organismo independiente al cual se le pueden reportar problemáticas vividas y que, tras analizar, informan la federación inglesa de la resolución tomada. Fue fundado por la propia FA, la Premier League, la Football League y la asociación de futbolistas profesionales.

Kick it Out fue la encargada, por ejemplo, de denunciar a la FA el comentario de Cavani. Destaca, sobretodo, por el informe anual que publica. El de la temporada 2019/20 anunció un aumento del 42% en denuncias de discriminación, pese a que la temporada terminó disputándose a puerta cerrada. El informe contemplaba la subida en un 53% de las denuncias por comentarios racistas en el fútbol profesional. La cara positiva era la reducción de denuncias en las redes sociales. La denuncia a la Policía y las correspondientes multas a aficionados que se escondían bajo el anonimato de Twitter o Instagram sirvieron como muro contención.

En la forma, Kick it Out puede parecer una fenomenal arma para combatir actitudes indeseadas, tanto de los actores principales como de aficionados, pero el fondo nos dice que la organización que lucha contra la discriminación carece de herramientas para poder hacerlo.

Kick it Out cuenta con dos problemas: las denuncias provinentes del fútbol base y amateur y su presupuesto anual. “La gente cree que Kick it Out es una organización simbólica”, explicaba Tajean Hutton, trabajador de la misma empresa, a The Guardian. El mismo Hutton, que dirige el fútbol base del AFC Wembley, un club del noroeste de Londres, reconocía el largo camino que debe seguir cada caso hasta su resolución. “En nuestro club no creemos que las denuncias funcionen. Puedo reportar un incidente, pero puede tardar unos seis meses en concluir. En este tiempo, el perpetuador del mensaje ha tenido la oportunidad de seguir discriminando a otros chicos”, reflexionaba Hutton. Por otro lado, Wallace Hermitt, que forma parte del Black and Asian Coaches Association, reconocía en el mismo periódico que las denuncias “son una pérdida de tiempo”.

Kick It Out es una herramienta con una base sólida para reducir los mensajes discriminatorios, pero el presupuesto que recibe no demuestra la voluntad de las instituciones futbolísticas para mejorar la organización y tratar de eliminar dichas actitudes. Además, cuenta con solo 17 trabajadores, algunos de los cuales denunciaron las dificultades que tenían para desarrollar sus labores su espacio de trabajo. Entre la FA, la Premier League y la Professional Footballers’ Association, Kick It Out recibe unas 650.000 libras anuales. Representan, aproximadamente, poco más de lo que cobra Gareth Bale en una semana, según Spotrac. Un presupuesto que, de hecho, no tienen garantizado de cara a la próxima temporada a causa de los recortes que han tenido que hacer las organizaciones donantes.

La creación de No Room for Racism, al principio de esta temporada, generó bastantes dudas sobre cómo la Premier League quiere tratar la discriminación. Esta iniciativa es la nueva herramienta que la primera división utilizará para combatir el racismo. Todos los equipos llevan el logo en la manga de sus camisetas y el funcionamiento, como organización, es muy similar a Kick It Out. Su creación no se consultó con el programa existente y se entiende como la respuesta al Black Lives Matter. No Room For Racism promovió que, justo antes de iniciar cada encuentro, todos sus protagonistas hincaran su rodilla. La Premier League optó por crear otro canal en lugar de potenciar el existente. De hecho, las dos primeras semanas de promoción de No Room for Racism tuvieron un coste parecido al presupuesto anual de Kick It Out.

Cualquier movimiento social necesita líderes y Marcus Rashford y Sterling han aprovechado su altavoz mediático para saltar a la trinchera de los que luchan por el cambio social. Rashford hizo sucumbir al gobierno de Boris Johhson, que quitó las becas comedor a millones de niños que rozan la pobreza durante el periodo vacacional. El delantero del Manchester United se reunió con el primer ministro después de haber preparado un plan y, finalmente, el gobierno británico rectificó.

 


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Sterling, castigado duramente por la prensa sensacionalista, es una de las voces más activas contra el racismo en Inglaterra. / Man. City


 

 

Por otro lado, Sterling se ha convertido en una de las voces combatientes del racismo, escudo, también, del 45% de las minorías étnicas del país que viven en la pobreza. Porque Sterling lo ha sufrido en muchas ocasiones. Lo padeció en Stamford Bridge, pero también en muchos más estadios. Pero lo que le duele más, es el trato que recibe de la prensa. A pocos días de debutar con Inglaterra en el Mundial, la prensa sensacionalista publicó una foto de la metralleta que tiene tatuada en su pierna y mucha gente le criticó, en recuerdo a su padre, que fue asesinado cuando él tenía dos años. “En ese momento me di cuenta de que no se trataba del tatuaje, era algo mucho más grande. Era discriminación, porque lo tenía desde hacía nueve o diez meses y todo sucedió justo antes del mayor evento del mundo. Fue cuando realmente me di cuenta de qué se trataba”, recordó en una entrevista a Sky Sports. “No digo que sean racistas, pero están alimentando a la gente que los lee. Es constante, y no creo que sea justo”, explicó al New York Times, haciendo referencia al trato de la prensa.

Durante los últimos meses, Sterling no ha temblado a la hora de posicionarse. Ha reclamado más entrenadores negros en el primer nivel, igualdad de oportunidades entre blancos y negros. “No se trata de hincar la rodilla, se trata de darle a la gente la oportunidad que se merece”, decía a Sky Sports. “Hay unos 500 futbolistas en la Premier League y una tercera parte de ellos son negros. Pero apenas tenemos representación jerárquica, no tenemos representación en los cuerpos técnicos”, explicaba el citizen.

Rashford y Sterling han cambiado las normas del juego. No han temido a la hora de levantar el altavoz y clamar por cambios. Pero la Premier League necesita más futbolistas no solo que apoyen la problemática, sino que tomen verdaderamente partido. LeBron James ha abanderado la lucha contra el racismo en la NBA durante muchos años y no se echó atrás tras la muerte de George Floyd. Al contrario.

La NBA es el espejo en el que la Premier League debe mirarse. Guardan diferencias, porque la competición americana tiene una mayor proporción de jugadores negros, sobre el 80%, pero la NBA no tardó en postularse a favor de los deportistas cuando éstos no quisieron retomar la temporada en la burbuja, tras el asesinato de Floyd. Además, la empresa invitió a sus jugadores a movilizarse.

El racismo está presente en el fútbol y en la Premier League porque es parte de nuestra sociedad. Está en las gradas, en los futbolistas, en las redes sociales y en las palabras de los comentaristas. A veces tienen voluntad de herir, otras no. La Premier League ha creado infraestructuras para prevenir y sancionar actitudes racistas, pero su sistema no es coherente y, con la falta de recursos, corre el riesgo de quedarase en los simbolismos, en la apariencia.

 

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Jordi Cardero