Inglaterra está de moda. El éxodo de muchos de los grandes jugadores hacia las islas británicas es un fenómeno que no pasa desapercibido. Los elevados salarios, los grandes entrenadores, la concentración de talento y el prestigio del fútbol inglés son argumentos que estimulan esta nueva etapa floreciente.
Un nuevo ciclo que se ha visto amenazado por una pandemia que no ofrece ningún atisbo de piedad, y menos en un deporte de aficionados como el fútbol. Los ingresos han caído al vacío, algunas ligas se han visto forzadas a suspenderse y los ERTEs, despidos y recortes se han convertido en la tónica habitual de los clubes, causando consecuencia más que visibles en el mercado estival. Si en el pasado verano el gasto en fichajes alcanzó los 5.400 millones de euros, en este mercado esta cifra ha disminuido hasta los 3.300 millones.
Aún y todo, lo cierto es que ni la pandemia ni nadie ha podido frenar la escapada de la Premier League desde el pelotón de las grandes ligas. Mientras que la mayoría de los equipos europeos han tenido que conformarse con cesiones, agentes libres o gangas de mercado, las islas británicas han recibido la llegada de codiciados cracks como Gareth Bale, Van de Beek, Werner, Ruben Días, Havertz, Thomas… Una arriesgada apuesta por parte de la mayoría de equipos ingleses que representa a su vez un camino radicalmente distinto al elegido por las demás grandes ligas. Distintas políticas que acentúan el nuevo orden económico mundial en el sector, el cual coloca a la liga inglesa en el último bloque de la pirámide.
En países como España, el gasto de la liga ha descendido desde los 1.301 millones hasta los 410 millones de euros, con un gasto neto (ingresos por las ventas restado al desembolso por fichajes) que ofrece un balance positivo de 84 millones. En la Bundesliga más de lo mismo, cerrándose con un desembolso neto positivo de algo más de 3 millones. En las ligas italianas y francesas los gastos han superado a los ingresos, pero sin sobrepasar el umbral de los 100 millones netos. El escalofriante contraste llega al analizar los datos de la Premier League, donde se ha llevado a cabo el desembolso total de 1360 millones de euros entre los 20 equipos que la componen, dando con un gasto neto de 886 millones.
Si tenemos en cuenta a los 10 clubes con mayor desembolso neto de todo el mundo, nos topamos con otro dato sorpresivo. 9 de esos 10 juegan en la competición inglesa. Por muy irreal que parezca, Chelsea, Leeds, Manchester City, Tottenham, Aston Villa, Everton, Manchester United, Tottenham y el Sheffield United acompañan al Parma en esta lista de clubes que más invirtieron. El Liverpool también se encuentra dentro del top 20, lo que demuestra que el Big Six sigue apostando fuerte por el crecimiento económico y futbolístico. No se puede decir lo mismo del resto de equipos de la élite europea, ya que muchos de ellos han salido más damnificados de la pandemia o, simplemente, han querido mantener políticas más austeras.
Los datos económicos de la Serie A nos permiten un análisis económico más exhaustivo. Los números revelan que los cinco grandes de Italia (Roma, Juventus, Inter de Milán, AC Milán y la Lazio) han sumado 604,5 millones de euros en pérdidas en sus balances anuales. Aún y todo, la liga italiana ha logrado amortiguar el peso de la caída gracias a los accionistas e inversores, quienes a su vez han capitalizado aún más si cabe los trozos de tarta que se distribuyen en los despachos de los clubes.
LaLiga Santander, menos transparente en datos económicos, es posiblemente la competición más damnificada de todas. Mientras que los ingresos por entradas y abonos se han reducido en un 50%, los acuerdos de patrocinio han hecho lo mismo en un preocupante 9,1%. Los contratos de los derechos nacionales e internacionales de televisión con Movistar y Mediapro evitan el colapso de la competición, pero las pequeñas guerras civiles con la CSD o la RFEF no dejan respiro. En cuanto a los equipos, clubes grandes como el Betis, Real Madrid o Valencia no han destinado un solo euro a incorporaciones, y 19 de los 20 equipos de la liga se han acogido a ERTEs y reducciones salariales. Otros clubes como el Barcelona reflejan lo peor de la pandemia. El club azulgrana estima perder un total de 320 millones de euros durante 2020, situación de crisis severa que explica a la perfección los acontecimientos más recientes relativos a su política económica.
La debilidad ajena es la mayor fortaleza de la Premier League. Pero, ¿cómo se explican estas diferencias entre ligas? ¿Acaso los equipos ingleses no han sufrido las consecuencias de la recesión económca? Pues lo cierto es que las apariencias engañan, ya que el virus no ha tenido piedad con nadie. Aún así, hay datos que justifican la supervivencia del pulmón financiero de esta liga.
Si los tipos de ingresos más perjudicados por la crisis sanitaria son aquellos que conciernen al estadio y a los días de partido, los ingresos comerciales y, sobre todo, los televisivos han logrado mantener mayor estabilidad. Y de ahí es donde ha salido el oxígeno necesario para subsistir.
La empresa de asesoría especializada Delloite reveló las cifras financieras de las grandes ligas europeas en 2019, las cuales tienen gran valor orientativo para entender la situación actual. Aquí se observa la gran superioridad económica de la Premier League, cuyos ingresos dependen en gran mayoría del dinero televisivo. Desde aquí los clubes ingleses recibieron 3.459 millones de euros, lejos de los 1.831 de LaLiga Santander o los 1.483 de la Bundesliga. En proporción supondría más del 59% de los ingresos totales, cifras superiores a la liga española (54,2%) o la competición alemana (44,3%). Los ingresos por día de partido suponen una pequeña cifra que representa el 13%, mientras que en el caso de las otras dos ligas estos números superan el 15%.
Esto explica en gran parte que la Premier League no afloje en su constante pulso económico con el resto del mundo del fútbol. Básicamente, se podría decir que los ingresos televisivos han salvado a la competición. Aún así, eso no exime de afirmar que los clubes ingleses han tomado unos riesgos que casi ninguna entidad europea ha querido afrontar. Inversiones por parte de propietarios y dueños que pueden volver en forma de arma arrojadiza si el rendimiento deportivo no acompaña como es debido. El Leeds United, el Aston Villa y sobre todo el Chelsea son ejemplos claros. Apuestas arriesgadas que darán lugar a grandes ganadores y perdedores.
De todas maneras, el plan de la Premier League tiene su particular sentido. Las estimaciones presagian que la normalidad económica llegará dentro de tres años y, para cuando aquello llegue, la competición ya estará llena de muchos de los mejores jugadores del mundo, elevando al alza su valor, y recuperando lo invertido mediante ingresos comerciales, televisivos y extraordinarios (competiciones europeas). Una ambición extrema que ha mostrado su faceta más codiciosa con los la polémica Superliga Europea o el utópico Project Big Picture. Este afán económico no se ciñe a aspiraciones del futuro, y muestra de ello es el nuevo sistema «pay-per-view» que ha levantado todo un mar de polémica.
El dinero manda en el fútbol, y la Premier League es el Silicon Valley del deporte. Pero si el futuro es tan bonito como el presente, que bienvenido sea.