En la zona más suroccidental de Nigeria, el nombre Bukayo significa “felicidad añadida por Dios”. Aún habiendo nacido en un pequeño municipio de Londres, el joven Saka no ignora sus raíces. En los momentos importantes, mira al cielo. Siempre lo hace antes de saltar al terreno de juego. Cuando marca un gol, apunta con sus dedos hacia las estrellas. Su ambición es ser una de ellas. Debe haber algo ahí arriba que le hace estar convencido de que va a triunfar. Y se ha empeñado en hacerlo en el Arsenal.
El pequeño de los Saka cuenta que, desde muy joven, siempre estuvo muy pegado al balón. Su padre estaba harto de arreglar las vallas del jardín de su casa de Ealing, que Bukayo rompía a base de pelotazos. Por ello, decidió llevarlo a la academia del equipo de su localidad. Los Gunners pronto se fijarían en él, cuando solo tenía 9 años.
La academia de Hale End no cesa en su misión de formar noveles prodigios. El joven extremo era uno de tantos y tantos. Pero, en un encuentro del Checkatrade Trophy del año 2018, acabaría por confirmar su prematura validez para la banda izquierda del Emirates.
Los juveniles del Arsenal visitaban The New Lawn, el modesto y familiar estadio donde juega el Forest Green Rovers. Aquella fría noche de miércoles del mes de noviembre, Saka, aún siendo menor de edad, estaba motivado para servir a su entrenador, Freddie Ljungberg, del que siempre ha agradecido sus consejos y a quien desde pequeño idolatra. Con el 78 a la espalda, robó un balón en el centro del campo, condujo con gran habilidad y celeridad hasta adentrarse en el área —tras driblar a hasta cinco rivales— y forzó un penalti para desatascar el partido. Joe Willock, agradecido tras materializar la pena máxima, advirtió acerca de las grandes cualidades de su compañero: «Es uno de los jugadores más talentosos que tenemos en el equipo». Saka miraba al cielo.
Escurridizo como una serpiente. Rápido como la luz. Este nuevo asesino con cara de niño ya estaba más que preparado para dar el salto al primer equipo del Arsenal. Y poco tardaría en hacerlo. A finales de aquel inimaginable mes de noviembre, Unai Emery lo llamó para jugar un partido de Europa League. El viaje era largo. Ucrania era el destino. El Vorskla Poltava no iba a ofrecer demasiada resistencia y sería arrollado en la primera parte. Con un 0-3 en el marcador y sin demasiada presión, Saka saltaba al campo en sustitución de Aaron Ramsey. El joven Bukayo volvía a mirar hacia arriba.
El chico, muy metódico y disciplinado, no levantaría en ningún momento los pies del suelo. Seguiría trabajando. Ya estaba dentro del primer equipo. Ahora era el momento de lograr pequeñas metas. Paso a paso. Su primer gol se haría esperar, pero llegaría. Con la nueva temporada —la actual—, volvía su competición fetiche: la Europa League. Emery quería contar con él como parte íntegra del primer equipo. Por lo que Saka era ya uno más en la expedición hacia Frankfurt. El speaker del estadio del Eintracht cantó su nombre entre los titulares. Y el anglonigeriano no desaprovechó la oportunidad de consagrarse.
Desde el minuto 1 hasta el 90 fue un puñal por el flanco izquierdo. No paró de intentarlo. En la primera parte y como en los viejos tiempos, asistió a su amigo Joe Willock. Y en la segunda, tras estrellar un balón en la madera, disparó un misil con su zurda desde la frontal para firmar su primera diana. Con mucha serenidad, trota hasta la línea de fondo con los brazos abiertos, lanza besos a la grada y, acto seguido, vuelve a apuntar al cielo.
La presente temporada ha salido, hasta el momento, a pedir de boca para Bukayo Saka. Hecho que contrasta con la decepcionante campaña de su equipo. En lo personal, la marcha de Ramsey y de Iwobi, sumada a las constantes ausencias de Kolašinac y Tierney, le ha terminado de abrir las puertas de la titularidad. Pero no a cualquier precio. Saka había destacado siendo un extremo. Y ahora iba a ser complicado que un delantero se las gastase como lateral, a pesar de que alguna vez hubiese jugado ahí con Inglaterra, en la categoría sub18.
Con la destitución de Emery, toma las riendas del Arsenal el míster del que tanto aprendió: Freddie Ljungberg. Apenas dirigió al equipo un mes, como interino. Pero Saka participó en cuatro de los seis choques en los que se sentó en el banquillo, jugando como lateral izquierdo. El sueco reconoció que Bukayo podía estar algo molesto con él, producto del cambio de posición, pero a su vez lo definió como “un talento tremendo”. El jugador lo corroboró cuando siguió rindiendo de la misma manera.
Arteta está siendo su gran valedor. El lateral se ha hecho con la titularidad, faltando a solo 2 citas de las 16 que ha dirigido el entrenador español. Sus notables números (3 goles y 9 asistencias) en la temporada de su consagración le han hecho llamar la atención de varios clubes. Pero Saka siempre ha manifestado su intención de triunfar en el Arsenal, con el que termina contrato el curso que viene. A sus 18 años, el joven futbolista no quiere pensar en nada más allá del presente. Porque, aunque le augura un gran futuro, a sus pies no les conviene despegarse de la tierra.