Luis Fando

La obra por crear de Pep

No quiere cambiar el fútbol, solo compartir sus ideas. Un proyecto a su medida bajo una confianza férrea en sus pasos. Pep Guardiola tiene entre sus manos el reto más exigent de su carrera, crecer junto al Manchester City. Las derrotas siembran dudas, aunque otros apuntan con gula.

Una tarde soleada en Los Pajaritos y muchas bayonetas oxidadas. La primera derrota de la era Guardiola. Un debutante que perdía en el feudo numantino y hacía las delicias de aquellos que esperaban su fracaso. Algunos, incluso, decían que el proyecto del primer equipo era demasiado para Pep. Una primera temporada que daría al Barça el famoso triplete. Un mal comienzo que fraguaría una carrera llena superación y éxitos. Algo que a mucha gente no gustó.

Guardiola no tiene la verdad absoluta. Es un entrenador con una idea de juego y con unas convicciones inquebrantables. Nunca expresa que su estilo sea el mejor, aunque cree ciegamente en él. Una forma de juego que no es estática, va adaptándose cada año en función de la plantilla, el rival y el contexto. Aterrizó en Mánchester bajo la etiqueta del triunfador avalado por sus títulos. Desembarcar en la Premier, sin experiencia en la competición y con todo por hacer. El gran desafío de su carrera.

El Manchester City es un club de repercusión reciente. Siempre a la sombra de su vecino colorado, aunque las grandes inversiones de dinero por parte de los Sky Blues han equilibrado la balanza. Un club por construir, sin una exigencia histórica detrás como podía ocurrir en Múnich o Barcelona. Guardiola desembarca al norte de Inglaterra con el objetivo de ampliar conocimientos y crecer junto al Manchester City.

«Mi intención aquí es ganar un partido. Luego otro, luego otro, y cada vez jugar mejor», una premisa de esfuerzo diario. Advirtió desde el primer momento que el fruto de su trabajo no iba a ser inmediato. Tenía que cambiar el chip de una plantilla a un sistema de trabajo totalmente diferente, algo que requiere un largo proceso de adaptación. Aunque muchos requieran resultados inmediatos, la realidad es muy distinta.

Un equipo que, con Manuel Pellegrini, tenía la fama de endeble en las grandes citas y poco ambicioso, un mantra repetido hasta la saciedad por la prensa inglesa. Guardiola firmó por tres años, al igual que en el Bayern, con el objetivo de reestructurar el club. Establecer una seña de identidad bajo los principios de Pep y crecer al mismo ritmo. Txiki Begiristain y Ferran Soriano, excolaboradores fieles en su etapa azulgrana, le garantizaron un club que estaría a su medida, lo que supondría un cambio en la hoja de ruta del conjunto Citizen. Un cambio no solo en el banquillo y algunos de sus jugadores; el Manchester City está sufriendo una profunda remodelación interna.

Quizás, la mayoría, esperaría un Manchester City que dominase desde el primer momento. Que el aura de Guardiola jerarquizara la Premier League pese a ser un debutante. La lógica se impuso a las expectativas de la mayoría. A la cabeza se consolida un Chelsea que inició un proyecto ya masticado, pero con un nuevo líder. Conte heredó un bloque de jugadores que atravesaron un año convulso, pero de indudable capacidad, tanto individual como colectiva. La potenciación de sus estrellas, la aparición de jugadores que parecían estar en un segundo plano y el acierto de sus fichajes los hacen el favorito al título.

Luego aparecen dos equipos con un gran saco de trabajo a sus espaldas; Tottenham y Liverpool. Dos proyectos que comienzan a carburar y con mucho esfuerzo tras sus pasos. Ambos consagrados por las figuras de sus entrenadores, Mauricio Pochettino y Jürgen Klopp respectivamente. En su primer año no brillaron en exceso, siempre hablaban del presente para construir el futuro. Como Guardiola.

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Todo proyecto nuevo comienza mediante los fichajes. Un apartado en el que Pep y su equipo trataron de perfilar minuciosamente. Lo primero era reforzar la portería con un guardameta que fuera seguro y hábil con los pies. El elegido fue Claudio Bravo en detrimento de Joe Hart, símbolo del Manchester City y pilar de la selección inglesa, que se marchó exiliado a Torino (algunos medios se han apresurado ya en pedir su vuelta). Posteriormente, se buscó reforzar las alas. Dos extremos hábiles y que supieran driblar (una de las principales premisas de Pep). Los elegidos fueron Nolito y Leroy Sané; el español fue una de las sensaciones de La Liga con el Celta y el exjugador del Schalke alberga un futuro escrito en oro. Una de las piezas más codiciadas fue la incorporación de Ikay Gündogan, por el que Guardiola despertó una gran ilusión. O John Stones, la llamada joya del fútbol inglés. Un alto coste para el joven defensa que la pasada temporada defendía la camiseta del Everton. En total, la mayor inversión veraniega neta de la historia del fútbol inglés: 165 millones de libras. Tristemente, no todo salió como se esperaba.

Claudio Bravo es uno de los jugadores más señalados, el portero de la Premier League con peor porcentaje en cuanto a intervenciones. Solo para el 36% de los tiros, mientras que David De Gea lidera el ranking con un 80%. Los cuatro disparos del Everton del domingo acabaron en gol. Números que evidencian el momento que atraviesa el cancerbero de los Citizens y sirve para que muchos critiquen a Guardiola por no contar con Hart. Pep siempre tiene en mente jugadores que driblen, que sean ágiles con el esférico y que tengan gol. Dos premisas que cumplían tanto Nolito como Sané en lo teórico. La práctica fue diferente. Ninguno de los dos se ha consolidado como un indiscutible para Pep. Durante esta temporada han disputado 783 y 391 minutos respectivamente. Dos incorporaciones con poco peso hasta el momento. La noticia negra fue la rotura de ligamento de Gündogan, una pieza clave en el esquema del Manchester City. Un jugador indispensable para la construcción del juego, un conector perfecto entre el centro y los atacantes y, además, explotando en su faceta ofensiva. Una perdida de gran valor. Stones es cuestionado cada partido por sus errores. Un jugador que no se siente seguro y que recibe grandes críticas desde muchos sectores.

Lesiones, molestias, sanciones, no hay facilidad alguna para Pep Guardiola, que tiene que buscar constantemente alternativas en el once. Un equipo con dudas, nervioso en muchos tramos. Acumulan grandes porcentajes de la posesión, pero parte de ella lejos de la portería rival. El Manchester City tiene graves problemas con los equipos que ejercen una presión alta, como sucedió ante Tottenham o Liverpool. Ante el Everton también lo pudimos comprobar; el equipo pierde el balón tras una presión alta agobiante del rival y, al estar abiertos para propiciar la circulación del balón, son presa fácil para que los jugadores de mayor velocidad creen una ocasión de peligro. Lo mismo pasó contra Chelsea o Leicester, robo de balón, contraataque y gol.

La defensa es un problema latente. En la primera temporada de Pep en Bundesliga encajó solo 23 goles. En los primeros veintiún partidos de Premier League ya ha encajado 26. Las cifras evidencian dónde está el mayor problema. Con la posesión a tu favor, es más difícil que el rival te cree ocasiones, pero esta tónica no se cumple con el City. El rival suele ser letal en sus pocas aproximaciones a la meta del desafortunado Claudio Bravo.

Otro factor es la ausencia de gol en los momentos delicados. A pesar de los 11 goles de Sergio Agüero en liga esta temporada, la falta de puntería de los jugadores con más talento del Manchester City en ocasiones de máxima exigencia les está pasando factura. Solo falta recordar la pifia de Kevin De Bruyne ante el Chelsea que pudo significar el 2-0 (los Blues acabaron remontando 1-3). Los equipos de la zona alta se nutren de sus jugadores diferenciales y se resienten si estos fallan. Lo mismo le ocurre a los Sky Blue cuando Agüero no está acertado o no interviene en el juego.

La derrota ante el Everton, donde se evidenciaron los múltiples desajustes defensivos y el estado de duda que atraviesa el equipo ha sido la excusa perfecta para aquellos que llevaban tanto tiempo esperando desempolvar sus viejas armas y comenzaran a abrir fuego contra el entrenador catalán. Un estratega que se halla ante su mayor reto, la tarea de rellenar un lienzo en blanco. Todos confían en él. Guardiola es un entrenador didáctico, cuyas enseñanzas acabarán dando sus resultados con el tiempo. Hasta entonces, unos cuantos vaciarán durante unas semanas su munición dirección Mánchester. Es el precio del éxito.

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