Se pierde por culpa de sus sostenidos errores jugando con España, pero David de Gea es uno de los mejores “parabalones” de la historia moderna del fútbol. Y no es accidental la omisión del término “portero”. Michael Cox, Mr. Zonal Marking, mismamente, hace unos dos o tres años dijo un día: “De Gea es el mejor ‘shotstopper’ que he visto jamás”. Eso quitando el resto de las características futbolísticas que son requeridas para ser considerado el mejor de la posición y donde de Gea nunca ha sido tan inexorable; en el resto de factores que sobrepasan al de simplemente detener los disparos y remates que van dirigidos hacia esa forma rectangular de espacio que una persona con guantes defiende.
El Mundial de 2018, sin embargo, puso freno a una progresión meteórica que vio a de Gea ser galardonado como el mejor jugador del Manchester United cuatro veces en los cinco años previos. Nadie en la historia del club lo había sido tres veces seguidas ni tampoco nadie un total de cuatro veces. La percepción sigue siendo algo complicado alrededor de alguien que tampoco ha querido hacer mucho más allá de jugar a fútbol para ser considerado una estrella, independientemente de lo buenas o malas que sus actuaciones pudiesen llegar a ser sobre el campo. En su caso, han sido verdaderamente buenas. Tras un par de años de tumulto, arrastrado hacia abajo por su equipo (sobre todo en 2018-2019) tras temporadas en las que él era más fuerte que la corriente, esta nueva temporada parece estar devolviéndole a su estatus incuestionable.
Ello ha sucedido en el año en el que los planes subyacentes, las ideas hirviendo debajo de la superficie, eran de incorporar al escuadrón de batalla a la nueva gran perla de la cantera del club: Dean Henderson. Sea por sentir la incipiente, explícita presión de tener por detrás a un portero de la proyección y el presente de Henderson, o simplemente por una natural vuelta a su nivel medio, de Gea ha vuelto a encandilar con sus actuaciones. Porque quizás, Sergio Romero, considerado durante años y hasta niveles extrañamente propagandísticos como el “mejor portero suplente de la Premier League”, no suponía esa amenaza para el puesto. Más allá de tener casi más partidos como titular con una selección que con clubes, cómo se dejó que dicha idea fuese tomada como indisputada verdad es ciertamente intrigante. Pero incluso presuponiendo de Romero ese nivel y rendimiento, no era él alguien que fuese a desbancar al exportero del Atlético de Madrid. Como mucho, si es que las prestaciones de éste hubiesen colapsado por completo, Romero habría entrado para recoger el testigo y acto seguido entregárselo al siguiente. O en este caso, Henderson.
La forma en la que percibimos a los porteros, en general, es amplia, variada y extraña. Siempre envuelta por conceptos etéreos y semi-tangibles. Ninguna otra posición requiere de tan frontales reafirmaciones por parte de quiénes las ocupan, de tener que vender tanto tu personalidad de ser humano inquebrantable; ni siquiera la de delantero centro. “Transmitir seguridad”, esa parece ser siempre la virtud, la característica más promovida, más deseada, más esperada en un portero. Cuando todo el equipo ha fallado, cuando todo el equipo ha sido superado por el rival, queda un solo jugador: el portero. Alguien que tiene que extraer plena heroicidad de sus entrañas. Para parar ese balón que viene dirigido en contra y, a través de ello, para reconfortar al resto de sus compañeros. Un colectivo y un pilar, en muchos sentidos, se podría decir. Por muy buen pasador que alguien como Ederson sea, sigue vestido de otro color, sigue llevando guantes, sigue siendo el único jugador del equipo que no es un jugador como todos los demás.
Pero ese aspecto tan primordial de la “seguridad” es incluso difícil de capturar y extraer la esencia de lo que significa con total exactitud. Porque también se ve entrelazada con otras características cuyos matices complican las definiciones y las percepciones. “¿Qué es tener ‘presencia’?”, preguntó hace no mucho David Preece, exportero, actual entrenador de porteros del Östersunds sueco, y quien es uno de los mejores exjugadores-convertidos en analistas en salir en los últimos años. No es sencillo de definir, aunque da la sensación al mismo tiempo de que podemos reconocer qué es lo que es cuando lo vemos.
De los últimos veinte años, por apariencia y comandante personalidad, Oliver Kahn probablemente sea el portero con más presencia que ha visto el fútbol de primera línea mundial. Alguien como Gianluigi Buffon tiene esa estructura física que le hacía poder alcanzar donde otros no, como también Jan Oblak, aun sin tener ninguno de los dos una personalidad de incesante dominancia; alguien como Marc-André Ter Stegen resulta perfecto por su refinado repertorio para el Barcelona o para una selección del calibre y concreto tipo de exigencia como Alemania; alguien como Manuel Neuer ha sido el portero que ha podido llevar sus habilidades para frenar al rival más lejos que nadie (en sentido metafísico pero también en sentido absolutamente literal de salir fuera de su área más consistentemente lejos que nadie); alguien como de Gea ha exhibido reflejos y una destreza para parar todo tipo de remates como pocos se han visto en este siglo. Y más allá.
Pero la impresión que queda del guardameta madrileño no se corresponde exactamente al estratosférico nivel que llegó a alcanzar. El no tener esa predisposición de comando absoluto, juntado con sus no tan superlativas habilidades en los balones suspendidos en el aire o teniendo que pasarla con el pie, hacen que no tenga un sitio tan inmediatamente obvio en el panteón de grandes porteros. Su descripción de cualidades, sin embargo, nos lleva a la que probablemente sea su mejor comparación: Iker Casillas. Por momentos, otro completamente irreal “parabalones”. Que nunca fue el mejor en todo el resto de sentidos que conforman el ser portero, al menos al portero moderno, pero que en desviar objectos esféricos dirigidos hacia él no había quién le tocase. Ignorando sus complicados últimos años de carrera, a Casillas su grado de excelencia le mantuvo en esa esfera de ser el mejor de su puesto.
De Gea nunca ha terminado de hacerlo a la misma escala. Porque el Manchester United no ha competido por ligas, ni tampoco en Champions, como sí el Real Madrid, en la era en la que su gran estandarte bajo palos mayor pico de forma había alcanzado. Lo que ha terminado de nublar el juicio, la opinión, sobre cómo de bueno es de Gea, sobre cuánto durará por delante de Dean Henderson, son sus andanzas con una selección española con la cual Casillas cimentó su legado para siempre. Aunque para comprender la diferencia de percepción de país a país y los notables contrastes que puede haber, en la reciente lista de los “60 mejores jugadores de la historia de la Premier League” que llevó a cabo The Athletic, David de Gea ocupada el nada irrisorio puesto de 56º.
De Gea ha significado inspiración de la mayor brillantez imaginable. Sin embargo, nunca ha terminado de suponer del todo esa “presencia” que antes tratábamos de analizar. Al igual que “San Iker” Casillas, de Gea ha sido en sus mejores días una presencia angélica, una especie de deidad cuyos reflejos permitían ese nivel de milagro, deteniendo balones imposibles. Pero así como esa habilidad deja boquiabierto a todo aquel que esté observando, no le llena a uno de una sensación todopoderosa, de sometimiento de la posición de portero a él. En la Premier League actual, eso lo tiene Alisson más que nadie. Y tras estos dos años que han hecho al club decidirse por añadir a Henderson al equipo y no devolverle al Sheffield United, la pregunta es cuánto se puede acercar de Gea a quien un día, antes del Mundial, antes de sucesivos parones de selecciones maldecidos, fue. Porque si bien su rendimiento ha hecho a la opinión pública recuperar esa confianza, el United sigue estando 15º, habiendo pasado ya seis jornadas de liga (cinco partidos disputados por su parte).
Donde hemos visto al mejor de Gea, en esta nueva temporada, en este nuevo reto con Dean Henderson respirándole en la nuca, es bajo los focos de la Champions. Contra el RB Leipzig esta semana, frenando el peligroso asedio de los chicos de Julian Nagelsmann, pero sobre todo en el Parque de los Príncipes en París la semana anterior. La Champions, la competición que, exceptuando un hundimiento suficientemente catastrófico a final de temporada de Liverpool y Manchester City, más cerca está el Manchester United de ganar. Porque si de Gea es de Gea, el equipo dirigido por Ole Gunnar Solskjaer, que ya ha demostrado de por sí que en el duelo directo puede medirse con absolutamente cualquiera, ofrece un extraordinario valor competitivo.
Como con los porteros, mucho es sensación, lectura, tacto de la situación. En cinco partidos de Premier League, lo cual también es una muestra ínfima, sus números en prácticamente todas las métricas son peores que en las dos últimas campañas. Con un -0.09 en “goles esperados post-disparo” por cada 90 minutos en lo que llevamos de temporada de Premier League (comparado con el +0.21, el +0.2 y el +0.5 de los respectivos últimos tres años), según StatsBomb. Pero la muestra pequeña se compagina también con un Manchester United que le ha dejado más expuesto que nunca en este agitado inicio de curso. No así, como hemos destacado antes, en los partidos de Champions League. Es ahí donde tiene un +0.76 en “goles esperados post-disparo” por 90 minutos, sumando los encuentros contra PSG y RB Leipzig.
Hemos visto que sigue siendo capaz de regresar a esa esfera de magia, de poder parar cualquier balón que le lancen. Y eso es una noticia inmejorable para el equipo al final del día. Por muy prometedor, por muy esperanzadora que sea la presencia de Henderson, recuperar para la más exigente causa a tu portero insignia, con el sueldo que lo refleja a una de tus grandes estrellas, probablemente la más brillante del United post-Ferguson, es un caldero de oro al final de este imperfecto arcoíris. Un portero de las habilidades de de Gea te hace competir, te da ese empujón extra cuando eres capaz de acercarte a la cima. Durante años, fue el empujón para clasificarse para la Champions League o, incluso, únicamente a la Europa League. Si esta segunda juventud, este tercer (¿cuarto?) acto en su carrera puede verle convertirse en alguien capaz de esos mismos destellos despampanantes pero a un nuevo nivel de “presencia”, adquirida en virtud de pura experiencia, ofreciendo esa tan deseada “transmisión de seguridad”, de Gea puede ser tan valioso para el United como nunca antes.