Ander Iturralde

La racionalización de la caída del Sheffield United

El Sheffield United está consumando los malos presagios acerca de un posible síndrome de segunda temporada. Después de llevar a cabo una de las temporadas más sorprendentes de la historia de la Premier League, después de ser uno de los mejores recién ascendidos jamás, la luna de miel parece terminada.

Siempre supimos que esta estrella fugaz, por muy brillante, por muy intensa que fuese, por tan real que fue su momento, no iba a poder resistir encendida como el resto de la constelación. Esa era la pregunta mientras el Sheffield United encaraba el tramo final de la temporada pasada, manteniendo un paso firme, un paso impresionante: ¿Pueden encontrar la forma de mantener este milagro tan improbable, la forma de perpetuarlo en el tiempo? Más específicamente todavía, uno de los matices claves era: ¿Pueden reformar el equipo a tiempo? Iban a necesitar mejores jugadores, iban a necesitar una mejor plantilla. Mejor y más joven, también. Por todo lo que comprendemos de cómo se comportan plantillas como la de este equipo, los cambios iban a tener que ser drásticos y asombrosamente efectivos. Paradójicamente, y es posible que hubiese ocurrido de todas formas, ha sido con la reformulación del sistema, en parte obligados por lesiones, en parte de manera proactiva, cuando han caído y casi sin respuesta.

Pero el “casi” es importante. Es cierto que solamente cuentan con un punto sumado tras la disputa de 24 de ellos. También es cierto que no destilan una histeria de impotencia y frustración. Esa que, por ejemplo, vimos en el Sunderland 2013-2014. El Sheffield United ha hecho un quinteto del cuarteto de equipos que tenían un punto después de ocho partidos disputados de una temporada de Premier League. Sorprendentemente, el equipo de Chris Wilder decantará la balanza, pues dos de esos cuatro equipos (Southampton 1998-1999, además del Sunderland) terminaron salvándose a final de temporada mientras que los otros dos (Manchester City 1995-1996, Sheffield Wednesday 1999-2000) descendieron.

Tenemos, en esta presente temporada, únicamente al West Brom por debajo del Sheffield United en la clasificación (no así en la de puntos) de la “diferencia de goles esperados”. Es decir, los Blades no son el Brighton, no son un equipo que ha sufrido de extremadamente mala suerte en esta primera de cinco partes de la temporada liguera. Pero, aun estando en una posición de tabla clasificatoria lógica respecto a su rendimiento subyacente sobre el terreno de juego, todo resultado, toda derrota del equipo esta temporada puede ser perfectamente racionalizada. Eso es lo más interesante de esta situación. No están rendidos, a verlas venir, incapacitados para competir. A excepción de cuando les han llegado de golpe, uno detrás de otro, Liverpool, Manchester City y Chelsea en las últimas tres jornadas, podrían haber ganado prácticamente todos sus otros partidos.


Después de caer de forma relativamente normal, relativamente clara contra el Wolverhampton en la jornada 1, continuaron cuatro partidos de los de poder llevarse la victoria cualquiera de los dos equipos. En la tercera jornada llegó el segundo de esa serie de choques. Fue un duelo pistolero contra el Leeds United en el que acabó entrando un remate de Patrick Bamford como podría haber entrado un remate entre cualquiera de los que tuvo el Sheffield United. De nuevo, el fútbol demostrando cuánto, por culpa de ser un deporte de tan baja anotación, acaba dependiendo de la suerte, del azar en el fallo y del azar en el acierto. Monedas al aire que caen de un lado o de otro y que empujan dinámicas hacia caminos totalmente opuestos, dependiendo de hacia qué lado caiga dicha moneda.


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Gráfico de la sucesión cronológica de las ocasiones, represantadas en su valor de goles esperados, en el Sheffield United 0-1 Leeds United. // Fuente: StatsBomb


Entre medias de sus enfrentamientos ante Wolves y Leeds, fue tres cuartos de lo mismo en su visita al Aston Villa. Un valor de ocasiones prácticamente idéntico entre ambos equipos (0.9 vs 1.0 en xG), parando Emi Martínez un penalti y Ezri Konsa marcando el ganador, y definitorio, 1-0. Tres partidos, tres equipos, tres rivales “directos” en el momento que se enfrentaron, se podría decir. Todos ellos de diversa índole. Primero, rival directo en la ambiciosa misión de volver a ser de lo mejor del resto de equipos (Wolverhampton), segundo, rival directo de recién ascendido (Aston Villa, que subió junto al Sheffield United) que quiere estar en una zona más tranquila de la tabla y, tercero, recién ascendido de este año (Leeds United). Y a ellos continuaron partidos contra Arsenal (derrota 1-0; 0.4 vs 0.2 en xG) y Fulham (empate 1-1; 1.5 vs 1.7 en contra en xG) que también pudieron ganar. La fortuna, la inercia, la efectividad del año pasado, la cual perfectamente podría haberles visto a los chicos de Wilder ganar esos cinco partidos, disipada de forma gradual y de forma repentina, al mismo tiempo.

Una de las mayores claves de todo esto, es esa, la que les llevó a doblegar, mientras pudieron, a la suerte a su favor. Una maquinaria tan robusta, pero tan delicada también. De todas las piezas que compusieron a ese equipo tan innovador, tan extrañamente imparable el año pasado, ya no estaban las once. La primera de las ausencias, la más inmediatamente obvia, la del portero. Porque el colectivo juego del equipo se sostenía a un enorme grado sobre Dean Henderson. Esa perla de la cantera del Manchester United que fue a parar con ellos a segunda, subió y se mantuvo con ellos. Repetidas cesiones que, finalmente, dudaron desde Manchester sobre si extender una vez más o no y el Sheffield United, ahí, optó por pasar página y mover ficha antes de que se la moviesen a ellos. Por eso se pasaron por Bournemouth, como quien pasa por una zona de rebajas en unos grandes almacenes. Ahí estaba un antiguo canterano de ellos mismos: Aaron Ramsdale, formado originalmente en las categorías inferiores del equipo blanco y rojo de la ciudad de Sheffield. Quizás no tan rebajado de precio como debería, pero en su figura se encontraba un fichaje lógico, un portero que venía de hacer una temporada más correcta en la Premier League y que seguía la línea marcada, intangible pero tangible, del Sheffield United.

No obstante, cuando desde fuera se han buscado culpables, ese vacío tan chocante, tan explícito que representaba la ausencia de Henderson, ha pesado en el imaginario colectivo más de lo que lo ha hecho la más importante todavía ausencia de Jack O’Connell en el puesto de central izquierdo. Ramsdale no está en el escalafón de excelencia del actual suplente de David de Gea en Old Trafford, pero difícilmente se pueda adjudicar, con coherencia y minucioso análisis, una cuota de responsabilidad por encima de la del resto del equipo. Se puede decir que no está llegando a ese balón imposible al que más de una vez llegó Henderson, pero realmente está llegando a todo lo que “tiene” que llegar.


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Gráfico comparativo de la temporada 2020-2021 de Aaron Ramsdale con la temporada 2019-2020 de Dean Henderson. // Fuente: StatsBomb.


Si bien la muestra de Ramsdale, habiendo disputado 8.5 partidos esta temporada (amasando la cantidad total de minutos disputados, sumando tiempo de descuento), sigue siendo pequeña comparada con una temporada de 38.6 partidos de Dean Henderson, vemos en la aglomeración de todas las métricas incluidas en el gráfico de arriba cómo las diferencias entre ambos son bastante más pequeñas de lo que prejuicios y preconcepciones, causadas por el estrés de las derrotas del equipo esta temporada, podrían hacer pensar de primeras. Tampoco ayuda la temporada de descenso con el Bournemouth que viene de disputar Ramsdale. Henderson, habiendo visto todo lo que hemos visto de ambos, es inequívocamente quien mejores y más sólidas sensaciones transmite, a través de su, de momento, más calmada y dominante presencia. Pero es importante entender el contexto de la portería y su ocupante actual en el Sheffield United. Más importante que cualquiera de las otras mediciones, es de recibo fijarse en que Henderson, por unidad de 90 minutos, se enfrentó a un valor de 1.15 en “goles esperados” la temporada pasada mientras que Ramsdale ha tenido que repeler un 1.42.

Lo que eso nos indica es que las ocasiones que les están creando en contra al Sheffield United esta temporada están siendo mejores que la pasada. Algo que nos lleva a lo también previamente mencionado de que simplemente el sistema no está cubriendo todas las bases que cubrió la campaña anterior. La forma, tan meritoria, en la que “sobre-rindieron” no hace más que alabar la virtud de ese trabajo. Pero siempre iba a ser difícil de sostener, especialmente sin O’Connell. Durante los dos primeros partidos, contra Wolves y Villa, pudieron contar con su trío estelar de defensas. Ahí, contra los “villanos”, fue cuando John Egan fue expulsado y O’Connell cayó lesionado. Si la dinámica post-pandemia en 2019-2020 ya había empezado a receder, a perder potencia, dos reveses así iban a ser el duro golpe que han acabado siendo. La circulación de balón ha perdido fluidez, su específico tipo de dominio de los partidos ha perdido imponencia, y todo ha perdido claridad, eficacia.

Curiosamente, por fin, en su quinta temporada, es cuando ha llegado la prueba más esquiva de superar, cuando realmente Chris Wilder ha sido empujado contra las cuerdas. Porque ha sido ascenso en tercera, mitad de tabla en segunda, ascenso en segunda, mitad de tabla en Premier League y, ahora, finalmente, la inercia disipada. Pero mucho más que momentum necesitas para sostener y encima mejorar el nivel de éxito durante cuatro años seguidos. Wilder es un entrenador que sabe lo que se hace, que ha demostrado habilidad sobrada para competir incluso en esta élite de la Premier League y que tiene un ojo clínico que le ha llevado a emplear tan notables y refrescantes innovaciones como la tan famosa estrategia de los “centrales dobladores”, a través de la cual los carrileros son superados en fase ofensiva por los centrales por vía exterior y desde ahí presentan en conjunto peligro en el ataque.

Otro movimiento en el que Wilder ha querido buscar esa ganancia, esa nueva arruga, ese nuevo matiz con el que dar de nuevo un paso que sitúe a su equipo competitivamente por encima de sus contrincantes, ha sido la decisión de mover a Sander Berge, uno de los más prometedores futbolistas de la Premier League, a la concreta posición de medio centro, desplazando a su vez y en este caso al banquillo a Oliver Norwood.


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Gráfico comparativo de la temporada 2019-2020 de Oliver Norwood y la temporada 2020-2021 de Sander Berge. // Fuente: StatsBomb


Sin embargo, como podemos observar en el gráfico mostrado, de momento no está teniendo el efecto deseado el cambio. Si bien estamos extrayendo una sola parte de la ecuación total, ves los partidos del equipo, percibes las dificultades que están teniendo y su centro del campo logra encapsular una importante parte de los problemas. Desde el día que fue fichado, los más atentos, quienes más noción tenían sobre quién era Berge, se encontraban con esa duda de dónde jugaría exactamente en Sheffield. Norwood tenía esa misma posición de medio centro más retrasado del esquema que ocupaba su nuevo compañero noruego en el Genk en Bélgica. Siendo Berge un jugador de tanta estatura y presencia, con una forma de moverse tan elegante con balón, con su buena consciencia posicional, su buena capacidad de continuar y reciclar posesiones, lo más lógico se intuía como una eventual adaptación al puesto de medio centro, como ha sido el caso.

Lo sorprendente, quizás, ha sido el no intercambiar simplemente a Norwood por Berge en el dibujo, en vez de limitar la participación del primero a solamente 3.3 partidos esta temporada. El excanterano del Manchester United ha dejado de jugar más minutos esta temporada de los que dejó de jugar en toda la temporada pasada. Aunque no fuese desde su posición original de “quarterback”, más centrado; desde uno de los puestos de escolta, de interior, su superior rango de pase uno pensaría que podría mantenerse de algún modo como una importante baza.

Donde más disparidad encontramos en la comparativa es en las pérdidas de balón, pero parte de ello se explica en que Berge tampoco ha jugado todos los partidos de medio centro puro, dando entrada Wilder hasta a Ethan Ampadu, como hizo contra Liverpool y Manchester City, buscando todavía más solidez pero sin terminar de encontrarla. En partidos previsiblemente más igualados, dio prioridad en la zona medular a perfiles más ofensivos como John Fleck o Ben Osborn, además de un John Lundstram (que en su caso ha sido titular en los ocho partidos) en la otra posición interior. Pero la más notable esencia que se puede sacar es que las diferentes combinaciones no han reestabilizado la fórmula de una química que han perdido.


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Gráfico de la línea de tendencia de goles esperados a favor (verde) y en contra (morado) con una «media móvil» de 10 partidos. // Fuente: StatsBomb


Podemos verlo. La sensacional tendencia que ha logrado conjurar e imprimir a este equipo Chris Wilder apenas conoce parangón. Dos ascensos en tres años y un subsiguiente 9º puesto en la Premier League con el Sheffield United es algo que no te lleva a cabo cualquiera. Pero el trabajo ni mucho menos ha terminado y en esta hora de la verdad es donde podremos ver cómo pueden responder ante esta tesitura y presión. Especialmente en la última parte del ejercito de batalla, que en este caso es el ataque. La ofensiva del equipo ha sido el mayor punto débil; no ya esta temporada, sino la pasada también. Decidir mover ficha, decidir pasar página de Billy Sharp como el líder titular del ataque fue algo que a Wilder le salió bien. Puede que lo hubiese salido incluso mejor mantenerle y no haber hecho ese cambio, pero era una de esas decisiones complicadas que supo tomar.

Aun así, a pesar de la brillantez coral, nadie ha terminado de hacer suya esa delantera. Ni Lys Mousset, ni David McGoldrick, ni Oliver Burke, ni Oli McBurnie, ni Rhian Brewster. Han gastado dinero en este escuadrón, le han echado billetes, pero nadie se ha erigido en revelación, en la figura a la que seguir. Brewster ha costado al club 23.4 millones de libras, según Transfermarkt. De momento, las dudas sobre si tenía un glosario de talentos replicables al más alto nivel, más allá del Liverpool sub-lo-que-sea y del Swansea, todavía no se terminan de despejar. También se puede decir lo mismo del otro jugador que pasó de una temporada a la otra de Swansea a Sheffield como McBurnie. Burke continúa siendo la apuesta esa rara de Wilder que nadie vio venir y que nadie puede decretar como acierto todavía.


Hablando con Richard Sutcliffe de The Athletic, Gus Poyet, el entrenador de aquel Sunderland que se salvó, decía lo siguiente sobre la situación en la que está metido el Sheffield United: “Les miro y la calidad está ahí de la temporada pasada. El sistema que emplean es uno que entienden y conocen al entrenador. Todo es igual, así que tiene que ser una cuestión de confianza y creencia”. En una situación que acaba siendo tan fácilmente secuestrada por cambiantes y salvajes oscilaciones psicológicas como lo es un intento de salvación en fútbol, la robustez mental del equipo va a ser tan puesta a prueba como su calidad y sus capacidades tácticas. Toda derrota se puede racionalizar, se puede justificar, hay una línea trazada y se puede revertir, porque no transmiten ser en absoluto una causa perdida. El Sheffield United ha maravillado de la forma más inesperada hasta ahora. La pregunta es si ahora, con la corriente en contra, con su calidad siendo más exigida que nunca, pueden inclinar a su favor esa balanza, de equipos salvados y descendidos tras empezar una temporada sin victorias en ocho partidos, y pueden así coronar una vez más esta era tan brillante con una improbable elusión del descenso.

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Ander Iturralde