Pedro Sánchez

La tarde en la que el balón venció al terror

George Best nos dejó, a lo largo de su vida, grandes jugadas en el terreno de juego. Curiosamente, una de las más recordadas poco tuvo que ver con su habilidad futbolística.

A lo largo de nuestra vida, nos encontramos con personas que muestran bondad o maldad en diversas facetas que componen nuestro tiempo en este mundo. Concretamente, la historia de hoy es una muestra de coraje, amor propio y desafío al miedo, al terror más irracional y a la organización terrorista más poderosa en la Europa de la época. Pongámonos en antecedentes. nos vamos a la Irlanda del Norte de la década de 1970, cuando la sangre y la violencia eran las notas predominantes en el día a día.

Desde 1969 en Irlanda del Norte, año del inicio de la etapa más dura del conflicto norirlandés. Los fallecidos y heridos se contaban por decenas al año. Cuando transcurre nuestra historia, en 1971, habría más de 30 víctimas mortales, siendo el panorama desalentador y sin visos de arreglarse.

El protagonista de esta historia es George Best, el cual para esas fechas ya era una estrella del fútbol mundial. Con tan solo 24 años, ya había brillado tres años antes con el Manchester United campeón de Europa. Best había nacido en Belfast, en una familia protestante. Nunca se posicionó en el conflicto irlandés, acarreándole esa neutralidad más de un mal rato y disgusto como el que viviría aquella lejana tarde de 1971.

El 23 de octubre de dicho año se tenía previsto jugar un Newcastle-Manchester United, un partido sin riesgo alguno y que a priori no debería dar muchos problemas a las fuerzas de seguridad. No obstante, el día anterior,  en la víspera del partido, sonó el teléfono en la redacción de un diario londinense y toda esa calma se desvaneció. “Llamo en nombre del IRA (Ejército Republicano Irlandés). Si George Best salta al césped del Saint James’ Park, será tiroteado”, dijo una voz misteriosa. La situación y el contexto sociopolítico no daban lugar a tomarse este aviso por broma, y mucho menos a relajar la vigilancia. Por tanto, las fuerzas del orden se pusieron en marcha para evitar una nueva tragedia.

 A la llegada del Manchester United a Newcastle, Best fue obligado a comer y dormir en una habitación aparte para evitar males mayores. Esto podría provocar una crisis nerviosa en la estrella del United, por lo que estuvo escoltado en todo momento por cuatro policías para que no se sintiese solo. No solo estaban esos agentes, ya que también había todo un dispositivo que rodeaba al United a cada paso que daba. La seguridad era máxima.

No obstante, y para enterrar toda opción de un atentado, la misma mañana del partido el club y la policía le plantearpn a Best no jugar y quedarse fuera de la convocatoria. El entrenador del United, el irlandés Frank O’Farrell, consciente de la situación y con ánimo de calmar las aguas habló con su jugador en privado para ofrecerle no jugar y no tentar a la suerte. Pese a ello, el Golden Boy de Belfast fue tajante y no cedió un ápice ante la amenaza terrorista. “¿Por qué no voy a jugarlo? Si no lo hago, ¿cuándo acabarán estas amenazas?”, espetó Best a los que le aconsejaban no jugar y curarse en salud. La suerte estaba echada y estaba de parte de Best.

El atacante hizo el trayecto entre el hotel y el estadio tumbado en el suelo del autocar para evitar que, durante el camino entre ambos puntos, hubiera la tentación de disparar sobre el automóvil desde algún punto elevado. Por fortuna, no pasaría nada en el trayecto. A la llegada al estadio, bajó rodeado por los escoltas de paisano, creando una esfera de seguridad en torno a él y no dejando que nadie se acercara. Toda precaución es poca ante el temible IRA, el cual no vacilaba en usar los métodos que fueran necesarios para eliminar a sus objetivos.

Años después, en una entrevista, Best admitió que fue un día muy duro para él y que solo tenía una idea en mente. “Pensé que era mejor no quedarme quieto en ningún momento”, por lo que solo tuvo que hacer lo que mejor se le daba: jugar al futbol y no dejar de correr por el césped. Si querían matarlo, tendrían que sudar para tener puntería, porque Best no se iba a dejar intimidar tan fácilmente.

Como dato meramente deportivo decir que el United vencería con un solitario gol de Best, si bien sería la celebración más extraña que Best viviría, tal como comentaría años después su ex compañero Alan Gowling “Casi nadie se acercó a celebrarlo junto a George”.  Nadie quería abrazarse a Best por si alguna bala perdida le daba de refilón…..

El partido terminó sin ningún incidente, no apareció ningún tirador,  no se derramó sangre y Best salió ileso de Newcastle. Aquel día es recordado como el día en el que un jugador de futbol desafió a la violencia y al terror, el momento en el que un muchacho de Belfast dijo basta y se puso cara a cara con los asesinos. Esta historia fue un ejemplo recordado por todos durante muchos años. Tres meses después, el ejército británico asesinaría a 14 manifestantes católicos en Derry durante el llamado “Domingo Sangriento”. Tras este acto, miles de jóvenes irlandeses se unirían al IRA, engrosando sus filas y haciendo el conflicto aún más duro y violento. Mientras tanto, Best seguiría haciendo lo que mejor sabia hacer: meter goles, dar alegrías a los aficionados del United, decir alguna que otra de sus legendarias frases y seguir paseando con su familia por Belfast cuando tenia tiempo.

Sobre el autor

Pedro Sánchez