Casi me pierdo el inicio del partido. Tenía que recoger a mi novia, que volvía de viaje. Nada más cumplir el objetivo principal de reunirme con ella, tocaba hacer lo propio con el más importante de los secundarios: encontrar un sitio para ver el Manchester City-Tottenham. Vi, desde la calle, que lo echaban en cierta cadena de restaurantes de cuyo nombre no quiero acordarme. “¿Cuántos sois? ¿Dónde os queréis sentar?”, me dijo el camarero. De repente, Kevin de Bruyne encontró a Raheem Sterling, que, en su estado de forma pletórico, metió un auténtico golazo desde la frontal. “Dónde sea, pero que pueda ver el partido”, respondí.
Nos sentamos en un buen sitio, cerca de la televisión. Nada más acomodarnos, otro gol, pero esta vez del Tottenham. Heung Min Son -otro que está en un estado de forma excepcional-, consiguió anotar pese a que Ederson Moraes estuvo cerca de detener el disparo. “Vaya inicio, seguro que ahora se relaja”, pensé. No sabía lo que se me venía encima. Quien sabía menos la que se venía encima era el camarero que se encargo de atendernos. Si por alguna extraña casualidad del destino lee esta crónica, que sepa que lo siento mucho. “¿Qué queréis de beber?”, dijo el pobre trabajador. “Un segundo”, espeté mientras veía como otro tiro de Son besaba la red. El camarero se fue y yo me quedé embobado viendo las repeticiones del golazo desde la frontal que había metido el surcoreano para adelantar a los Spurs.
Apenas un minuto después, vi que se acercaba por el rabillo del ojo. Él muy hábilmente vio que Bernardo Silva, con algo de fortuna, acababa de empatar el partido, de nuevo a pase de De Bruyne. Se volvió a ir. Mi novia, cansada, me pidió que dejase de marear al camarero con tanto fútbol. El partido dio una pequeña tregua en el marcador y pudimos pedir las bebidas. Misión cumplida. Entonces, cuando me disponía a levantarme porque se me pasaba la hora del parquímetro y la posibilidad de que me multasen era real, De Bruyne vio uno de esos pases que solo se imagina él, dejando solo a Sterling, que anotó casi a puerta vacía para remontar el partido, que no la eliminatoria. El centrocampista belga ha vuelto a ser el que era en el momento más importante de la temporada. Ha regresado casi con la misma fuerza con la que salí del restaurante para pagar el parking. Multa evitada, pero faltaba pedir algo de cenar.
Ese lapso de tiempo entre el que salí del local y volví, mi novia, que me conoce casi mejor que mi madre y sabe de mi absoluta ineficacia a la hora de atender a algo si hay fútbol de por medio, pidió algo para cenar. En 25 minutos de partido había visto cinco goles, había conseguido pedir algo de beber y había evitado una multa. La comida no lo había conseguido pedir, pero yo a eso le llamo ser eficiente. Entonces, el partido bajó el ritmo. Y con éste, Moussa Sissoko bajó tanto que acabó lesionado. Mala suerte para el Tottenham una vez más en un momento clave. Entre unas cosas y otras, llegamos a la media parte y pude pararme a analizar un poco, porque ni el partido ni el camarero me habían dado tregua.

Antes de que comenzase la segunda parte, llegó un grupo de personas a ver también el partido. Con su tono de voz más elevado de lo normal en el restaurante, uno dijo (y cito textualmente) que “el Tottenjam (remarco esa jota) juega muy bien por el chino ese”. Gracias a mis increíbles dotes deductivas, logré adivinar que se refería a Son. Mejor poner el mute con la segunda parte que se nos venía encima, ya que el City estaba a 45 minutos de caer eliminado una vez más en Europa tras una primera parte impresionante.
Llegó la segunda parte, y con ella la cena. “No voy a tener que atender al pirado este durante un rato”, debió pensar el camarero. Mientras empezábamos a cenar, Sergio Agüero, Hugo Lloris y el City se empeñaron en hacerme esperar. Dos geniales paradas del meta francés le privaron a los muchachos de Pep Guardiola el gol que sellaba la remontada, pero no sería así a la tercera. Agüero ya había avisado y le faltaba el tanto. Entonces, De Bruyne -una vez más- encontró a su compañero en el área. Y si ese compañero es el delantero argentino, todo es mucho más fácil. Su potente definición al primer palo batió a Lloris, que se estaba haciendo gigante. Con la eliminatoria remontada y el Tottenham encerrado en su campo, nada hacía presagiar que el City no estuviera en la siguiente ronda. Pero ya sabéis como funciona esto del fútbol en Europa: nunca hay que dar nada por hecho.
Fernando Llorente estuvo cerca de salir del Tottenham en invierno, pero se quedo por la plaga de lesiones que tuvo el equipo. Gracias (o por desgracia) a la nueva lesión de Harry Kane, el delantero español entró en juego para darle la vuelta al partido. Con él en el campo, la premisa de mandar balones al área era clara. Tras una serie de córners, Kieran Trippier puso el balón en esa tierra de nadie que hay entre el portero y el punto de penalti. Miedo en el Etihad Stadium. Llorente se alzó como un coloso ante Aymeric Laporte, rematando con la cadera el balón a gol. De estar desahuciado del club a meter uno de sus goles históricos, cosas del fútbol. El VAR entró en juego para valorar si había mano, pero el gol que llevaría al Tottenham a las segundas semifinales de Copa de Europa de su historia era legal.
El City fue con todo a buscar el gol que le clasificaba a la siguiente ronda y evitaba un nuevo fracaso europeo. Por sacar artillería, Guardiola sacó hasta a Leroy Sané de carrilero zurdo. Pero no sería suficiente. O eso creíamos nosotros, ilusos. Una mala salida del Tottenham provocó que el City robase el balón en una zona peligrosa, encontrando a Agüero a la espalda de la defensa londinense. El argentino, con esa calma que dentro del área solo tienen los mejores, recortó y le puso el gol en bandeja a Sterling, que no falló. Ahí estaba su hat-trick y una noche europea para el recuerdo. Pero no, porque el VAR anuló el gol porque Agüero arrancó la jugada en fuera de juego. Os podéis imaginar las caras de aficionados, jugadores y cuerpo técnico del City, ¿verdad?
Con el pitido final, Pochettino, el artífice de este histórico Tottenham estalló de felicidad. No habrán ganado un título, pero estos logros valen tanto como uno. No eran ni mucho menos favoritos en la eliminatoria, pero consiguieron vencer al poderoso Manchester City. Problema serio el de los de Manchester en Europa, donde está su talón de Aquiles. Pocas ocasiones más propicias iban a tener de ganar su ansiada Champions League. Volviendo a los londinenses, se enfrentarán al Ajax en semifinales. Si los holandeses no le tienen miedo a nada ni a nadie en Europa, el Tottenham aún menos después de esta gran noche europea. Veremos quien se planta en la final de Madrid. Yo, por mi parte, pagué la cuenta y volví a casa para escribir esta crónica. Espero también colarme en la final que se celebrará en Madrid, mi ciudad, pero sin molestar a ningún camarero.