El Tottenham baila con el diablo. Ya de forma habitual y porque es mejor hacerlo que no hacerlo. Parte desde cero, nuevamente, como prácticamente todos los que no ganaron en el intento anterior. Un campeón, el Manchester City; todos los demás, perseguidores. El Tottenham, sin embargo, fue capaz de superar muchos ceros, anteriores. Como su número de victorias en Stamford Bridge desde 1990: cero. Hasta que lo logró la temporada pasada. A eso cabe sumar sus posiciones en liga: un tercer puesto en 2016 que quizás debió ser un segundo o, incluso, un primero, pero que sobre todo marcó su regreso a la Champions League; un subcampeonato inequívoco en 2017; a pesar de la creciente sed de sangre de sus más inmediatos rivales, otra vez un billete para la Liga de Campeones en 2018. Éxitos, superiores todos ellos a la conquista de una Copa de la Liga cualquiera. A parte de esto, no obstante, resulta difícil de calibrar con precisión la más reciente encarnación del Tottenham, aunque es primordialmente una extensión de sí misma, de lo que Mauricio Pochettino empezó a cambiar cuando entró por la puerta en 2014 hasta ahora. El argentino ya es el tercer entrenador más longevo de la liga por detrás de Eddie Howe y Sean Dyche.
Cuando todos a tu alrededor mejoran su propia maquinaría, avanzan y progresan con más y mejores recursos, el Tottenham parece seguir ahí. No sólo lo parece, lo está. ¿Pero hasta cuándo? Todos dan la impresión de haber mejorado respecto a hace unos meses: Manchester City, Liverpool, Chelsea, Arsenal, Manchester United… Vale, el United quizás no, pero creo que se entiende el punto. ¿El Tottenham? El Tottenham se ha convertido en el primer equipo en la historia del mercado de fichajes (desde que éste se redujo a una ventana cerrada de verano y de invierno en 2003) en no realizar un sólo fichaje. Se les perdona la vida, pero no los memes y las ocurrencias -muchas ingeniosas- en las redes sociales.
Lo de perdonarles la vida es sobre todo en broma pero ligeramente en serio. Como ya vienen de hacer cosas raras, como hacer pocos fichajes el año anterior, producir en su propia cantera a su delantero estrella, convertir a un jugador de tercera división (Dele Alli) en una estrella internacional o construir un estadio nuevo, nos reímos, nos resulta curioso y hasta entrañable. Para ellos, muy probablemente, no lo será tanto. Porque es muy meritorio sobreponerse a semejante ofensa y pecado (¿Ni siquiera fingen estar intentando fichar a alguien? ¿Pero cómo osan?) en un mundo tan frenético como el que viven y vivimos. Cuando tu carrera, tu futuro pasa por cosas así no te queda otra que tirar hacia adelante, seguir combatiendo. A fin de cuenta, ya han llegado mucho más lejos de lo que deberían. Ya han roto expectativas, a pesar de que esas expectativas superadas ya no valen su peso en oro sino que ahora se espera que se superen las siguientes. Y así sucesivamente. Por algo somos seres humanos.
Incluso el propio Pochettino ha tenido que reajustar algunas de sus propias formas de actuar para poder sobrevivir, como reintegrar a Toby Alderweireld o Danny Rose. Algo que choca frontalmente con el valor que concede Pochettino a la lealtad. No se consigue lo que el argentino por casualidad, como posiblemente tampoco sin principios y ética. Pero Alderweireld hace no tanto alzaba la mano cuando se preguntaba por el mejor defensa de la Premier League. Un difícil ejercicio de equilibrio para entrenador, e incluso jugador. Idealmente, Alderweireld hubiese sido traspasado por mucho dinero (o el máximo posible) y lo más lejos posible después de supuestos juegos de despiste por su parte. Y hubiesen fichado a otro central (del Ajax a ser posible, como él, Davinson o Vertonghen… hola Frenkie de Jong, hola Matthijs de Ligt). No siempre es todo ideal, pero si lo entiendes y puedes operar dentro de esas restricciones, puedes ganar. Como lo harían hace tres semanas en Old Trafford frente al Manchester United. “¡Por fin!”, pensarían algunos, como después de hacerlo en marzo en Stamford Bridge. Y como el regreso de Alderweireld, es también un suspiro de alivio que Lucas Moura haya despegado tras su lento comienzo inmediatamente después de llegar del PSG el pasado mes de enero. Jugadores que ya estaban pero que son las novedades, las variaciones y alteraciones necesarias.
Pochettino ha hecho más con menos. Posiblemente, sea difícil hacer más con tan poco. Porque el paso del tiempo cimienta, pero también presenta nuevas dificultades. Un equipo y unos jugadores que, casi todos, siguen creciendo y evolucionando, pero recuperar al defensa belga es inconmensurable. Aparte de ser, cuando su forma es plena, uno de los mejores centrales del mundo, su presencia es extraordinaria para el equipo así como más específicamente para un cada día más prometedor Davinson y un reseñablemente resistente Vertonghen. Jugar con estos tres jugadores en defensa amplía opciones, algo vital a este nivel y esferas, y también descarga de responsabilidad, por ejemplo y sin ir más lejos, a Mousa Dembele. Algún día se analizará con el detalle que se merece cómo Dembele se convirtió en uno de los centrocampistas más influyentes de la historia de la Premier League. No son pocos los ámbitos en los cuales su grandeza es reconocida y venerada, pero Dembele en 2018 no deja de ser una incógnita, una dimensión sin definir por completo. Saliendo desde el banquillo, selló la victoria del Tottenham ante el Fulham, como también fue instrumental para noquear al United.
Sin embargo, unas semanas más tarde, le veríamos un paso por detrás del partido que acabó en derrota en Watford. Que físicamente ya no está para jugar en la Premier League es un extremo al que han llegado según qué lenguas, pero que no guarda más verdad que mentira. Es difícil de definir, no obstante, pues aunque ya no sea el mismo su impacto sigue siendo innegable. Y su presencia, todavía un añadido extraordinario. Como a sus niveles y maneras el dinamismo de Moura en el ataque o el que traerá consigo de vuelta Heung-min Son. Todos inyecciones, impulsos para la larga temporada que queda. En una de intentos, que los habrá, de que la cal deje de ir finalmente acompañada por la arena: que puedan ganar en Manchester y después, también, en Watford. Y en Milán, Barcelona, Eindhoven o incluso Turín. La oportunidad vuelve a ser suya, de prender fuego a la Champions y ver cómo de lejos puede llegar esfuerzo. La expedición necesitará regresar con otra prueba de avance y evolución, ya sea con ellos todavía en Wembley, el MK Stadium o, al fin, en (el nuevo) White Hart Lane.