En 2016, el West Ham se mudaba. Upton Park dejaba de ser el templo de los Hammers y su escudo perdía el clásico castillo que había en la fachada. De una tacada, el club abandonaba dos símbolos de su historia. Otro de sus emblemas resiste, aún, a día de hoy. Detrás del nuevo escudo, ataviado con un brazalete de capitán, cual corona. Reinando un castillo que ya no existe. Mark Noble sigue decidido a pasar a la historia de su club. Uno muy distinto al que llegó.
Lejos queda, ya, aquella jornada 29 de la temporada 2004/2005. Un 15 de enero, Alan Pardew decide dar la oportunidad, de inicio, a un joven canterano de 17 años. Noble daba así sus primeros pasos de este largo camino, convirtiéndose en el debutante más joven de la historia del club. Su equipo acabaría perdiendo por 4-2 el encuentro ante los Wolves. Por aquel entonces el West Ham navegaba por Championship, con buen rumbo, pero en una categoría que, por historia, no le pertenecía. Pocos meses más tarde, en la final del playoff de ascenso ante el Preston, de la que Noble también sería partícipe, los Hammers conseguirían su ansiado regreso a la Premier League, donde permanecen desde entonces, no sin sufrir.
Noble ha visto a este barco hundirse y volver a reflotar más veces de las que le gustaría. Como si de un músico más del Titanic se tratara, el centrocampista ha resistido a bordo mientras para otros ha sido más sencillo huir. El capitán Hammer es el jugador actual de la Premier más fiel a su club. Sus más de 16 años sin moverse de su casa (los mismos años de vida de Harvey Elliott, por ejemplo) le sitúan por encima de jugadores como Danny Rose (ahora ya en el Newcastle) o Leighton Baines, con más de 12 años en Tottenham y Everton, respectivamente. En clave canteranos, le sigue Harry Kane con poco más de 9 años. En el fútbol actual, casos como estos son, más bien, anomalías del sistema.
La llegada de David Gold y David Sullivan al West Ham en 2010 parecía (o eso prometieron) significar un giro de 180º para un club sumido en una profunda crisis económica e institucional. Se comprometieron a llevar al club a la Champions League en un plazo de siete años, pero avisaron de las dificultades a corto plazo. Al final, ni una ni la otra. El club no solo no ha logrado alcanzar los objetivos, sino que, además, se ha estancado. Esta temporada, 10 años después, el club navega a la deriva y sin rumbo. Ocupando, prácticamente, la misma posición que por aquel entonces en la tabla (decimosextos en aquel curso, decimoséptimos en la actual) y en la lucha por no descender.
Mark Noble, ante el divorcio de la grada con la propiedad y con el banquillo –sea quien sea su inquilino–, se ha erigido como la voz del equipo. Él es el mensaje que el aficionado quiere escuchar. Tras la eliminación en la FA Cup, el capitán afirmó que un club del nivel del West Ham no puede confiar en él para entrar en el descanso durante un partido así. Es consciente de su situación y la del club y pide a gritos lo que los aficionados llevan meses haciendo, más profundidad y mayor nivel en la plantilla. Sullivan, que tras el despido de Mario Husillos se ha convertido en el máximo responsable en el área de fichajes, ya ha recibido el mensaje de su capitán y, de paso, de toda la hinchada.

Solo el amor por unos colores, en tiempos de fichajes millonarios, de salarios estratosféricos, de carreras nómadas; hace entender que Noble permanezca en su club pese a la extraña e inestable atmósfera que sobrevuela el London Stadium y que ya sobrevoló Upton Park en sus últimos años de vida. Ni el ambiente, ni la propiedad, ni el paso de los años –y su consecuente e inevitable bajón físico–, ni el cambio de entrenador han provocado la marcha del capitán Hammer. Y no solo permanece, sino que además resiste.
Primero con Manuel Pellegrini y ahora con David Moyes, Mark Noble, sigue siendo un fijo en el esquema del West Ham. Los entrenadores pasan (a un ritmo más acelerado del que los aficionados Hammers desearían), los jugadores también y muchos canteranos han llegado al primer equipo desde el debut de aquel joven de 17 años, pero el “16” sigue con su plaza reservada en el once a sus 32 años. El cóctel entre su fidelidad y la confianza de sus entrenadores en él tiene como resultado que Noble sea el jugador con más partidos disputados como Hammer en la historia de la Premier League. Tan solo diez encuentros le separan de los 500. Una cifra redonda que podría superar esta misma temporada.
Su aspecto fuera del terreno de juego se traslada a cuando se viste de corto. Elegancia y nobleza, valga la redundancia. Con el balón en los pies, levanta la vista, otea el horizonte y elige su mejor opción. El de Canning Town es esencial en la construcción de la jugada y, también, en la finalización de la misma. En el partido ante el Leicester, Noble, conseguía tener incidencia directa en un gol por septuagésimo novena vez, 46 goles y 33 asistencias en Premier League. Superó, así, a otra leyenda del club, Paolo Di Canio, y ya lidera esta clasificación histórica.
Sus mejores armas: su criterio y su buen toque de balón. Dos argumentos que se traducen en asistencias y también en goles. 27 de ellos, los ha logrado desde el punto de penalti. Solo Alan Shearer (56), Frank Lampard (43) y Steven Gerrard (32) han conseguido anotar más en la historia de la competición. Lo dicho, criterio y buen toque de balón. Del resto de tantos, los ocho conseguidos desde fuera del área le sitúan, según Opta, como el jugador que más veces lo ha hecho en la historia de su club desde 1992. De nuevo, criterio y buen toque de balón.
La identidad de un club se basa en el conjunto de sus símbolos. Elementos que le hacen único. El West Ham era uno de esos especiales. Y que triste usar un pretérito. Mark Noble se mantiene firme ante la pérdida de identidad. Él representa la esencia de Upton Park, el orgullo por la academia, la resistencia de aquel castillo que ya no protege el escudo, la fuerza de dos martillos, la pasión por los colores, la sensibilidad de una fortuna que, como una burbuja, se desvanece pero que en él se mantiene firme.