Recuerdo el día que conocí a Michu como si fuera ayer. Y no es porque tenga una memoria de elefante o a causa de la grata impresión que me causó. Sino porque fue un día histórico para el fútbol inglés.
Hace algunos años, viajé a Swansea para entrevistar a Ángel Rangel. El equipo acababa de ascender a la Premier League y el jugador de Sant Carles de la Ràpita seguía viviendo en una especie de irrealidad. Apenas cuatro años antes había llegado a un club de provincia que vagaba por la League One y ahora viajaba semana sí, semana no, a Old Trafford, Anfield, Stamford Bridge o el Emirates para codearse con los grandes ingleses. Tanto él como el club eran recién llegados a la élite y nadie parecía prestarles mucha atención. Quizás por eso le sorprendió que un tipo que escribía en una web sobre fútbol inglés prácticamente desconocida se tomara la molestia de desplazarse hasta el sur de Gales para entrevistarle. Y quizás por eso hicimos buenas migas.
Desde entonces, trato cada año de ver al Swansea al menos una vez. Ya le había visto ascender ante el Reading en Wembley y luego le vi en White Hart Lane o ganar una Copa de la Liga de nuevo en Wembley, su único título mayor en toda su historia. Y también le vi en Old Trafford el día que Sir Alex Ferguson dirigió su último partido en el teatro de los sueños tras 27 años al frente del equipo. Ese fue el día que conocí a Michu.
Ángel me pidió que pasara por su hotel a buscar las entradas y allí estaba esperándome puntual en la recepción junto a Michu. El asturiano había completado una temporada de debut de ensueño en la Premier League. Aquel día en Old Trafford marcaría su vigesimosegundo gol de la temporada con el Swansea, un rendimiento extraordinario para un jugador que fichó por el Swansea procedente del Rayo Vallecano a cambio de tres millones de libras. No solo fue el mejor fichaje de la temporada sino, posiblemente, el mejor de la historia de los Swans.
La carta de presentación de Michu en la liga fue un doblete y una asistencia el primer día de curso en Loftus Road ante el Queens Park Rangers. A finales de octubre sumaba ya seis goles en liga tras marcarle también a West Ham, Sunderland, Reading y Wigan. Michael Laudrup, que le comenzó alineando en la media punta por detrás de Danny Graham, no tardó en darse cuenta de que tenía que acercarle a la portería. Y Michu se convirtió en la sensación de la liga.
El delantero español acabó la liga como el quinto máximo goleador con 18 tantos, solo superado por estrellas mundiales como Robin van Persie, Luis Suárez, Gareth Bale y Christian Benteke. Entre esos tantos, un doblete en el Emirates ante el Arsenal o dos goles al Manchester United, uno en Gales y otro en Old Trafford. Los Swans finalizaron en novena posición, la mejor temporada en toda su historia, y podrían haberlo hecho más arriba pero la distracción de la Copa de la Liga les costó puntos. Una bendita distracción.
En enero, los Swans se enfrentaron a doble partido en semifinales al potente Chelsea. En la ida, los galeses vencieron por 0-2 con otro gol de Michu. En la vuelta, les bastó con mantener el empate a cero inicial para sellar su billete para Wembley. Allí esperaba el modesto Bradford de cuarta división, que alcanzó la final tras protagonizar su propio cuento de hadas eliminando por el camino a equipo de primera división como Arsenal o Aston Villa. En la final, el Swansea goleó a placer por 5-0 con un nuevo tanto de Michu.
Sus prestaciones provocaron que Michu se convirtiera en uno de los focos de atención del verano. El Arsenal fue el destino más rumoreado pero el asturiano acabó permaneciendo en Gales para jugar la Europa League con el Swansea. Sin embargo, las malditas lesiones torcieron la carrera del delantero español y enturbiaron un matrimonio con el Swansea que parecía rubricado en el cielo.
Tras un prometedor inicio, con cinco goles antes de acabar septiembre, las molestias físicas hicieron acto de presencia y los goles comenzaron a hacerse cada vez más raros. Michu ya solo volvería a marcar otro gol con los Swans, ante el Kuban Krasnodar en octubre. A partir de diciembre, las lesiones solo le permitieron participar en cinco partidos más. El Swansea acabó apeado de la Europa League por el Nápoles en dieciseisavos de final y cayó en liga a la duodécima plaza.
La temporada siguiente, el Swansea cedió a Michu al Nápoles de Rafa Benítez, donde apenas pudo jugar. Aquel movimiento fue el principio del fin a pesar del esfuerzo, la valentía y el tesón que ha demostrado por volver a jugar. Pero el cuerpo no se lo ha permitido. Sin embargo, Michu se marcha por la puerta grande. La más grande de todas, la del recuerdo de los aficionados. Cuando el anuncio de su retirada se propagó en las redes sociales, aficionados de Rayo Vallecano, Swansea, Celta o, por supuesto, Oviedo, manifestaron su pesar por la noticia pero, sobre todo, le agradecieron los servicios prestados. Pocos futbolistas dejan tras de sí un recuerdo tan grato allá por donde pasan. Solo los honrados. Los que nunca negocian el esfuerzo. Aquellos en los que el aficionado siente que existe una preocupación genuina por el club. Tipos como Michu.