Nacho González

Mourinho y los trofeos al peso

José Mourinho y el fútbol mantienen una relación tan intensa que es necesariamente polarizadora. Con The Special One el término medio desaparece en la fricción de dos extremos irreconciliables: devotos y detractores. El enésimo fuego cruzado ha estallado tan pronto como ha cerrado su primera temporada al timón del Manchester United levantando la Europa League. ¿Es un éxito o se cae en la exageración definiéndolo como tal?

Es difícil asimilar que un club legendario como el Manchester United lleve ya tanto tiempo –desde que Sir Alex Ferguson dejó de considerarse apto para los trotes de la vida de entrenador– lejos del lugar que por historia y palmarés le corresponde. Y en un escenario de necesidad, la meta de José Mourinho no está al alcance de muchos: devolver a un gigante a la élite nacional y continental. Para ello, eso sí, cuenta con las arcas de un club al que se le caen los billetes. Al portugués se le contrata para saltarse todos los prolegómenos de una reconstrucción y competir desde el pitido inicial del primer partido. Y por eso la exigencia mínima es alta y el techo es el cielo.

Puestos a comparar por su etiqueta común de técnicos fichados en la temporada 2016-2017 por un club millonario de Mánchester, Pep Guardiola y Mou han compartido una condición: el mínimo exigible era la clasificación para la Champions League de cara a asentar sus proyectos para los años venideros. Los citizens se han metido por la vía ortodoxa gracias a su tercer puesto en Premier. A los red devils, paradójicamente, sus pasos en falso del pasado les concedieron un as en la manga: la posibilidad de entrar en la máxima competición europea a través de la Europa League, donde por presupuesto y caché los de Old Trafford eran favoritos sin excusas. Mourinho tiró por la borda la liga y atinó con su única bala en la recámara ronda a ronda hasta ganar en Estocolmo al Ajax. Habrá quien prefiera el registro del equipo de Guardiola y otros se quedarán con el pragmatismo del portugués; la realidad es que sus caminos, por distintos que sean, han acabado en el mismo puerto.

El éxito, sin embargo, no es de medición sencilla. “Tres copas”, instó a decir a la cámara The Special One a sus jugadores en el podio levantando el trío de dedos que simbolizaban Community Shield, League Cup y Europa League. Tan justo es afirmar que Mourinho ha cumplido los requisitos mínimos de la temporada como decir que estos trofeos están fuera de perspectiva cuando se habla de triunfo rotundo. Si las copas se midieran al peso, Celtic y Rangers serían los dos mejores clubes de la historia del fútbol: nadie tiene las vitrinas más llenas que ellos, pero lo que importa es el significado del metal y no sus kilos. Y ése es exactamente el error a la hora de reducir el análisis del curso de los red devils con un escueto “han ganado tres trofeos”.

La Community Shield es en esencia un partido de pretemporada. La League Cup es la menor de las dos copas inglesas. Y la Europa League es, por definición, una competición a la que el Manchester United jamás quiere caer. Decir que el club consigue así el título europeo que le faltaba es ignorar que se trata de un torneo que los red devils sólo disputan ‘obligados’ al venir de un año decepcionante en liga. ¿Debían ganarlo dada su clara superioridad? Sí. Pero es un error ensalzar el falso valor del trofeo en las vitrinas del United: para gigantes como Real Madrid, Barcelona, Bayern de Múnich o Juventus supone un alivio no tener ninguna Europa League en su formato moderno, pues significa que no se han descalabrado en liga ni han sido eliminados en fase de grupos de Champions League. Ferguson hizo que su equipo formara parte de ese selecto club que no se plantea otro escenario europeo que la Liga de Campeones. Y por eso para Old Trafford el mayor premio de ganar la Europa League es precisamente librarse de ella el año que viene consiguiendo el último billete que quedaba para la máxima competición continental.

El Manchester United de José Mourinho ha cumplido estrategia mediante con el objetivo de meterse en Champions League y ahí no hay fracaso alguno que achacar al luso. Pero ha estado muy lejos de ganar cualquiera de los dos grandes títulos de Inglaterra –Premier League y FA Cup– y el año que viene no contará con el plan B de la Europa League. No será suficiente jugar a un nivel digno del sexto puesto en liga y la creciente exigencia demandará más pasos hacia delante. En ningún caso es una temporada fallida, pero tampoco un éxito disfrazado con tres trofeos que no son del prestigio que los red devils se han ganado. Es lo que tiene vender tu alma al diablo rojo: nadie dijo que fuese fácil.

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