Juan Corellano

Nadie se acuerda del bueno de Adam

Tras la sonada marcha de Coutinho al Barça por 160 millones, ya empiezan a aparecer en la prensa inglesa posibles sustitutos. Entre los rumores hay muchos nombres pero, sobre todo, un gran olvidado: Adam Lallana.

La salida de Philippe Coutinho del Liverpool se ha convertido en el acontecimiento que ha copado todas las portadas y conversaciones balompédicas en Inglaterra durante este periodo invernal de fichajes. La marcha del jugador era un secreto a voces y algo inevitable a pesar de que muchos, el propio Liverpool y Jürgen Klopp incluidos, trataran de convencerse de lo contrario este verano. El debate se centra ahora en si el club ha hecho bien en vender, en si el Barcelona necesitaba ese fichaje o si Coutinho vale la ingente cantidad de dinero que se acaba de pagar por él.

Sin ánimo de entrar en el asunto, pues el tema que nos ocupa en este texto es otro, este tipo de fichajes son fruto de un mercado que no para de inflarse sin control año tras año. A veces sorprende cómo se utiliza el desorbitado precio de éstos en contra de magníficos futbolistas como Anthony Martial, Paul Pogba o Kyle Walker. ‘Cou’ le ha costado el doble al Barcelona de lo que pagó el Madrid por Zinedine Zidane. Esta dolorosa comparación es algo contra lo que el brasileño deberá luchar. Sin embargo, ¿hasta qué punto es justo evaluar el rendimiento de los jugadores en base a cifras que ellos no decidieron? ¿No debería recaer esta carga sobre los clubes? Todo es cuestión de perspectiva. En una divisa futbolística en la que Mitroglou (jugador por el que el Fulham pagó en 2014 quince millones de euros y que jugó únicamente tres partidos) fuese la unidad básica, Coutinho le habría costado al Barcelona algo más de diez Mitroglous y medio. Ahora ya no parece tan caro, ¿verdad?

Incisos aparte y tras la salida de su estrella, ya resuenan en Liverpool varios nombres de posibles sustitutos. En los últimos días se han escuchado con fuerza los de Riyad Mahrez y Thomas Lemar, y el propio Jürgen Klopp, un ávido defensor de lo que hay en su plantilla y negador de soluciones externas ha dejado la puerta abierta a posibles fichajes. «Tengo toda la fe del mundo en el talento de los jugadores que ya tenemos y aún más fe en que, junto a los dueños del club, seguiremos invirtiendo en la plantilla, lo que nos permitirá seguir creciendo y mejorando», dijo el alemán en un comunicado oficial en la página web de los Reds tras la marcha de Coutinho.

Entre tanto rumor e incertidumbre, al aficionado del Liverpool le tiene que surgir una pregunta: ¿por qué nadie piensa en Adam Lallana? El futbolista llegó en el verano de 2014 por una cantidad cercana a los 30 millones de euros (o lo que es lo mismo, dos Mitroglous), y tras tres temporadas, y cerca de tres años y medio como futbolista del Liverpool, su presencia en el once no es todo lo indiscutible que debería ser. Aunque su rendimiento no ha sido regular, su trayectoria en Anfield no ha sido del todo mala, llegando a ser crucial para el equipo en sus mejores momentos de forma. De ahí que sorprenda que nadie cuente con él, una vez recuperado de su lesión, como posible sustituto de Coutinho (aunque sea hasta final de temporada).

 

 

Puede que esta omisión tenga que ver, en parte, con el carácter y personalidad del propio jugador, pues el bueno de Adam es un muchacho formal que no se hace notar. En sus momentos más álgidos como Red, las portadas las acapararon otros jugadores con más tirón como Mané o Coutinho, y tampoco ha sido considerado nunca un líder del vestuario. Jamás ha sido expulsado ni sancionado por acumulación de tarjetas en su carrera. A pesar de haber sido una de las sustituciones habituales del equipo desde su llegada a Anfield, Lallana nunca ha tenido una salida de tono en la prensa, un mal gesto al ser cambiado, ni ha sido protagonista de ningún escándalo extradeportivo.

Este carácter, sin embargo, es más preocupante cuando se extiende hasta los terrenos de juego, pues muchas de las críticas vertidas hacia Lallana están relacionadas con su intermitencia en el juego y cómo en determinados partidos desaparece sin dejar rastro. Cabe puntualizar que esta condición no es algo exclusivo del veinte Red, sino que se trata de una enfermedad crónica padecida por muchos jugadores de la Premier conocida popularmente como Özilitis, que resulta especialmente contagiosa entre centrocampistas ofensivos con talento.

Aunque todo lo mencionado anteriormente contribuye, en mayor o menor medida, a que Lallana no haya terminado de convencer en Anfield, existe una principal razón por la cual el inglés no ha brillado todo lo que debería: las lesiones. Antes de su llegada a Liverpool tan solo había sufrido dos lesiones leves a lo largo de su carrera. Sin embargo, en sus tres años y medio como Red, ha tenido que alejarse de los terrenos de juego hasta nueve veces, sumando un total de 306 días lesionado, casi un año completo. Como consecuencia, el centrocampista inglés se ha perdido 49 partidos, los mismos que disputó en la temporada 15/16, su campaña con más participaciones. Aunque sus lesiones no hayan sido de especial gravedad, exceptuando la última que le ha tenido parado unos cuatro meses, el hecho de que se hayan producido de manera repetida ha impedido que el jugador disfrutara de continuidad en sus mejores momentos de forma.

Tras su última lesión, el centrocampista volvió a jugar en diciembre (después de su regreso fallido a finales de noviembre frente al Chelsea), saliendo a jugar en dos partidos desde el banquillo. En enero disputó como titular los encuentros ante el Burnley y el Everton, dando una asistencia en este último. Por lo tanto, el largo periodo de recuperación, en parte alimentado por un protector Klopp, parece haber funcionado y el futbolista ya se encuentra en plena forma, al menos física, para volver a ser titular.

En definitiva, aunque probablemente ninguno de los dos ni esperaba ni deseaba estar en este punto a comienzos de temporada, tanto el Liverpool como Lallana deben afrontar dos realidades: los primeros deberán hacer frente a lo que resta de temporada sin su mejor jugador y el segundo necesita desesperadamente volver a ser importante para dar un paso adelante en su carrera. Ambos parecen estar destinados a entenderse para encontrar una salida a sus problemas. Tras la marcha de Coutinho el centro del campo del Liverpool está cubierto por James Milner, Jordan Henderson, Emre Can, Alex Oxlade-Chamberlain y Giorginio Wijnaldum, sin contar a Lallana.

La necesidad de un jugador creativo y con talento que pueda conectar con la línea de ataque es evidente, pero parece poco probable que el Liverpool pueda conseguir algo mejor que Lallana, al menos por un precio razonable, en el mercado invernal. El jugador tampoco tiene una opción mejor que la de ejercer de parche tras la marcha del astro brasileño. Sin embargo, en esta ecuación parece claro que el bueno de Adam es a quien más apremia el tiempo y quien tiene las de perder, pues este año hay Mundial y el jugador se acerca a la treintena de edad. La solución, llegados a este punto, parece más simple que nunca. Lallana debe afrontar la dura tarea de hacer olvidar a Coutinho o, de lo contrario, todo el mundo se olvidará de él.

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Juan Corellano