La última vez que el Liverpool hizo acto de presencia en el cartel de los cuartos de final de la Champions League fue en 2009. En aquella ocasión, el equipo entrenado por Rafa Benítez perdió 1-3 en la ida ante el Chelsea a pesar del gol inicial de Fernando Torres pero estuvo a punto de remontar la eliminatoria en la vuelta por dos veces, cuando se puso 0-2 antes de la media hora y cuando se adelantó 3-4 a falta de siete minutos. Sin embargo, Frank Lampard acabó dilapidando las opciones con el 4-4 en el último minuto. Como el actual, aquel Liverpool también padecía ataques de imprevisibilidad.
Mucho ha llovido desde entonces. Roy Hodgson sustituyó a Benítez, Kenny Dalglish vivió su segunda etapa en Anfield, Brendan Rodgers casi logró guiar al club a la primera Premier League de su historia y Jürgen Klopp reavivó las esperanzas de los aficionados tras el turbulento final de la era Rodgers. Casi dos años y medio después de llegar a Anfield, parece que Klopp comienza a tener a su disposición un equipo adaptado a su modelo de juego. Un conjunto eléctrico, que se divierte cuando tiene metros para correr, que convierte cada transición ofensiva en una explosión.
El Liverpool visitaba a un Oporto que con Sergio Conceiçao se ha convertido en un equipo casi inquebrantable en la competición doméstica, como acreditan los diez goles encajados en los 21 partidos de liga disputados hasta la fecha. Una solidez que le ha permitido auparse al primer puesto de la clasificación de su país. Pero el Liverpool demostró que no hay ataque comparable al suyo en Portugal.
A estas alturas de la temporada, toda Europa sabe cómo frenar al Liverpool. Fue precisamente un portugués, Carlos Carvalhal, entrenador del Swansea, quien mejor lo contó tras vencer a los Reds en la Premier League: “Ellos son un Ferrari y la mejor forma de detener un Ferrari es crear un atasco para que no puedan utilizar su velocidad”. En los primeros 25 minutos, el Liverpool gozó de un 70% de la posesión del balón pero no supo qué hacer con él.
Hasta que José Sá, el portero que ha sentado a Iker Casillas, realizó un par de regalos impropios de estas instancias de la competición. El Liverpool no fue capaz de aprovechar el primero, un saque en largo que se quedó corto, pero sí el segundo, cuando Sá vio cómo el disparo de Sadio Mané se colaba debajo de su cuerpo al fondo de las mallas.
Con el 0-1 empezaron las carreras y, cuando se trata de correr, nadie gana a este Liverpool. La posesión de los Reds fue cayendo (fue del 55% al final del partido) y, en paralelo, fueron aumentando sus ocasiones de gol. Acto seguido, Mohamed Salah marcó su 30º gol de la temporada, lo cual le convierte solo en el 13º jugador en la historia del Liverpool en alcanzar esa cifra en una misma temporada.
Con marcador a favor y un terreno de grandes dimensiones, esto solo podía acabar como “Kill Bill”. Sadio Mané completó su triplete en la segunda parte mientras que Roberto Firmino anotó su séptimo tanto en esta Champions. Solo Steven Gerrard ha alcanzado esa cifra en una misma edición de la máxima competición continental. Esta está siendo la mejor temporada del brasileño en Liverpool. Le costó adaptarse a la posición de delantero centro pero el tiempo está demostrando que la apuesta de Klopp fue un acierto pleno.
En los últimos minutos, el Liverpool exhibió su principal debilidad: la falta de profundidad de la plantilla. Joe Gomez sustituyó a Trent Alexander-Arnold en el lateral derecho mientras que Danny Ings hizo lo propio con Roberto Firmino. El tema del lateral derecho debería mejorar con el esperado regreso de Nathaniel Clyne en las próximas semanas tras pasar toda la temporada de baja. Más preocupante es el tema del delantero centro. Dominic Solanke ha decepcionado en su temporada de debut y con Divock Origi y Daniel Sturridge cedidos, Danny Ings se ha convertido en el único recambio natural para Firmino. Estamos hablando de un jugador que no marca un gol oficial con el Liverpool desde octubre de 2015.
Eliminado de las copas domésticas, el Liverpool tiene un objetivo mínimo y otro máximo. El primero es regresar a esta competición la próxima temporada. Aunque está tercero en liga, solo dos puntos le separan del Tottenham, quinto. Es precisamente esa presión local la que puede acabar descarrilando sus aspiraciones de lograr su segundo objetivo: reeditar el improbable triunfo continental de 2005 en Estambul. Cuando exhibe su versión más eléctrica y su fabuloso tridente ofensivo combina, este Liverpool parece capaz de codearse con los mejores equipos de Europa. Cuando se ve obligado a salirse del libreto y llevar la iniciativa, comienzan a verse las costuras y es capaz de perder ante el West Brom o el Swansea. En cualquier caso, volver a cuartos nueve años más tarde solo puede ser considerado un éxito.