Federico Esteve

Once a Belle, always a Belle

La historia del club que entregó todo para que el fútbol femenino sea hoy lo que es.

Si uno mirase la tabla de clasificación de la temporada inaugural a principio de la década y la comparase con la actual, pocos cambios vería. El Arsenal, que por aquel entonces contaba con caras conocidas como Jen Beattie, Jordan Nobbs y Kim Little –que aún continúan en el equipo– y otras como Steph Houghton y Ellen White, que ahora son los emblemas de City y Chelsea (sus máximos rivales), terminaría en lo más alto; mientras que, en la parte más baja, encontraríamos al Liverpool. La nueva década empieza, y lo hace con un fútbol femenino inglés profesionalizado y que ha alcanzado una popularidad y un reconocimiento inimaginables, una situación muy distinta a la que veíamos en sus inicios. Hoy, la FA WSL es una de las mejores ligas del mundo y una de las más seguidas tras el acuerdo de transmisión con la BBC. Gracias a su expansión y a acuerdos de patrocinio, hay más dinero y eso ha repercutido en el nivel de juego tanto de clubes como en el de las Lionesses.

No cabe la menor duda de que esto es un éxito para el fútbol femenino y la FA, y nadie tendría que dudar tampoco de que este es el camino a seguir para continuar creciendo. ¿Nadie?

A veces, en la vida hay que sacrificar algo para lograr un bien mejor. Es lícito: tenía que hacerse y se hizo. Y si ahora las cosas están mejor, parece que queda justificado. En estos años, grandes equipos, históricos algunos, han desaparecido de la élite del fútbol inglés. Lincoln Ladies, Leeds Carnegie, Sunderland, Croydon o Nottingham Forest se perdieron por el camino con mayor o menor fortuna. Algunos claudicaron, se refundaron o fueron absorbidos, y otros simplemente fueron relegados a divisiones inferiores del fútbol inglés al no poder hacer frente a las exigencias de la FA. El fútbol ganó y el fútbol perdió.

Sin embargo, de entre todos hay un nombre que resalta por encima de los demás y que es, sin duda, la víctima más esperpéntica la profesionalización del fútbol femenino británico y una mancha que permanecerá en los anales de la historia de la FA: las Donny Belles. Las Belles son posiblemente el club más famoso en la historia del fútbol femenino inglés. Un equipo que ocupa un lugar privilegiado en la historia del fútbol del país y que parece sospechosamente olvidado hoy en día.  


Las Donny Belles han sido dos veces campeonas de la Premier League National Division en 1992 y 1994 y subcampeonas en siete ocasiones más. Lograron entre 1983 y 1994 llegar a 11 de las 12 finales de la FA Women’s Cup, ganando 6 de ellas, y fueron uno de los once equipos fundadores de la actual FA WSL.


Dos veces campeonas de la Premier League National Division en 1992 y 1994 –la máxima competición por aquel entonces– y subcampeonas en siete ocasiones más, lograron entre 1983 y 1994 llegar a 11 de las 12 finales de la FA Women’s Cup, ganando 6 de ellas, y fueron uno de los once equipos fundadores de la actual FA WSL.  El equipo que fue un referente en el que mirarse en un momento en el que la competición recibía escasa atención e inversión, fue dramáticamente apartado en 2013. Hoy, quien durante años fue poco menos que la realeza de este deporte, intenta sobrevivir en la cuarta división del fútbol femenino.

Fundado en 1969 como Belle Vue Belles por vendedoras de lotería ‘Golden Goal’ durante los partidos del Doncaster Rovers, resulta imposible explicar su historia sin contar la de una de esas vendedoras, Sheila Stocks (hoy Sheila Edmunds). Profesora de profesión, jugó 25 años en el club y se retiró tras ganar la final de la FA Women’s Cup de 1994. Continuó ligada al club de su vida siendo primero fisioterapeuta y oficial de bienestar del club y ahora su presidenta y directora general.

Hoy, ella es la encargada de administrar las finanzas de un club cuyos ingresos se reducen a poco más que la venta de entradas para los partidos, algo que la propia Edmunds también se encarga de hacer con naturalidad y familiaridad.

Durante los años 80 y 90, las Belles vivieron su mejor época, cosechando triunfos y abriendo el camino para que otros equipos femeninos tuvieran el valor de surgir. Eran el orgullo de la pequeña ciudad de Doncaster en South Yorkshire en una época en la que el Doncaster Rovers no pasaba por su mejor momento, por lo que se convirtieron en el motor del fútbol femenino inglés, con unas jugadoras que eran además la columna vertebral del combinado nacional.


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Equipo ganador de la FA Cup de 1990. / Doncaster Rover Belles


Sin embargo, el club que seguramente más haya contribuido a que el fútbol femenino sea una realidad, además de ser uno de los más antiguos y exitosos de la historia, es hoy poco más que un recuerdo. En 2003, la FA prometió crear una liga femenina profesional e instó a los clubes a fusionarse con sus homólogos profesionales masculinos. Como parte de esa estrategia, ese mismo año las Doncaster Belles se unieron al Doncaster Rovers, convirtiéndose así en Doncaster Rovers Belles. Eso sí, mantuvieron independencia financiera y lograron más de un acuerdo ventajoso para su promoción y el uso de las instalaciones del club.

En 2011, coincidiendo con la inauguración de la Superliga femenina, se reconstruyó el club, y desde entonces pasó a administrarse totalmente de manera independiente, pues la decisión de unirse con el equipo masculina no había sido vista con buenos ojos desde el seno del club y había causado diferencias internas durante esos años. Constituidas ya como una empresa de interés comunitario independiente, en 2012 firmaron un acuerdo de patrocinio más lucrativo con una nueva empresa, con la mala suerte de que esa misma compañía quebró poco tiempo después. Desde entonces, las Belles comenzaron a sufrir serios problemas económicos. 

Dos años más tarde, tras la segunda jornada de liga, la FA anunció que, como parte de un acuerdo de reestructuración y expansión de la FA WSL a dos divisiones, el Manchester City (fundado en 1989 y curiosamente respaldado por su ciclópeo homónimo masculino) reemplazaría a las Belles en la máxima categoría la temporada siguiente, relegando a estas al nivel inferior por razones de sostenibilidad financiera, comercial y del uso de sus instalaciones.

Esta decisión fue criticada incluso por Vic Avers, entrenador de su histórico rival, el Arsenal, que la calificó de ‘’moralmente escandalosa’’, y fue popularmente vista como una medida que promovía la importancia de las finanzas por encima de todo lo demás y que dividía la competición entre los que tienen y los que no tienen. Los clubes económicamente pequeños que se abrieron paso por las divisiones inferiores se han visto reemplazados por equipos respaldados por gigantes de la Premier League con los que es cada vez más imposible competir, también, en el terreno de juego.

En 2015 ascendieron de nuevo, pero tan solo duraron un año. Desde entonces cayeron en picado, condenadas en gran parte por las medidas de la FA: en la temporada 2017-2018 ganaron el campeonato, pero no solo se les prohibió la promoción a la primera categoría, si no que fueron degradadas a una división inferior debido a que no contaban con un patrocinador principal ni con el respaldo financiero de un equipo masculino. Tras esa decisión, todas las jugadoras del equipo –salvo dos–, se marcharon, muchas al Manchester United y otras tantas al Liverpool. No se les podía reprochar nada, merecían buscar la oportunidad de llegar a la máxima categoría. Además, decidieron dejar de usar el Keepmoat Stadium, un campo con capacidad para 15.231 personas y que reunía a poco mas de un centenar, y trasladarse a las cercanías de Rossington, un campo mucho más modesto en donde Edmunds creía que no sería tan desalentador para sus propias jugadoras.


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Jodie Handley y Carly Hunt celebran el gol de las Doncaster Belles en la final de FA Cup que perdieron ante el Fulham en 2002. / Getty Images


Que su nombre no esté en las dos divisiones principales es el gran peaje que ha tenido que pagar el fútbol femenino inglés para poder estar hoy donde está. Esa es la triste verdad. Y esta nunca es sencilla, aunque lo parezca, porque más allá de buscar culpables, lo cierto es que todos abandonamos a las Belles. Consentimos, porque el fútbol femenino tenía que crecer. ¿Qué clase de futuro esperaba a los equipos ingleses frente al resto del mundo sin el respaldo financiero? El fútbol femenino tuvo que desprenderse de las Donny Belles para sobrevivir. Esa es la realidad de su vida. Nacieron y crecieron para promover y ayudar a crear las bases de un deporte que difícilmente existiría tal y como lo conocemos si no fuese por ellas, porque nadie hizo nunca más por el fútbol femenino que ellas. Y, llegado el momento, tuvieron que ‘morir’, que dar un paso a un lado para que el deporte pudiera seguir creciendo. Pocos les dieron las gracias.

El año pasado pudieron desaparecer, pero decidieron no hacerlo. Habría desaparecido un gran equipo, pero esas no son las Belles. Toda la vida han luchado desde la humildad y el trabajo duro, fieles a sus orígenes y a sus raíces, y únicamente a través de eso lograron llegar a lo más alto. Y si el deseo de no perder su esencia y mantenerse fieles las llevó al fracaso –porque fue un fracaso–, su tragedia se ganó el respeto de la mayoría que conocen su historia.

Hoy, en la Divison One de la Women’s National League –el cuarto nivel del fútbol femenino– el equipo de mujeres más famoso de todos celebra su 50ª aniversario con nostalgia y orgullo, luchando por mantener viva su llama y con la satisfacción de ver a chicas de la casa triunfando en sus carreras lejos del club. «La edad de oro de las Belles puede haberse ido, pero aún tenemos un papel que desempeñar. Miras a esas jugadoras y piensas que debemos estar haciendo algo bien. Todavía contribuimos», alega Edmunds.

Jugadoras como Carla Humphrey, Rhiannon Roberts, Courtney Sweetman-Kirk, Maz Pacheco, Sophie Bradley-Auckland, Jessica Sigsworth o las Lionesses Amy Turner, Kristy Hanson, Mary Earps, Millie Bright y Beth England son algunas de las muchas jugadoras que han crecido siendo Belles y que aún guardan en su interior ese sentimiento de pertenencia a una de las familias futbolísticas más emblemáticas del país. Porque, como siempre dice Edmunds: «Una vez Belle, siempre Belle».

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Federico Esteve