Nacho González

Papá, ¿por qué somos del Sunderland?

Los Black Cats empezaron 2017 en Premier League y lo terminan luchando por no bajar a la tercera división. Es complicado dar una respuesta convincente a un crío que cada fin de semana va al estadio para ver a su equipo caer, y es que ni siquiera han ganado un partido como locales en todo el año. Son una casa de locos. Y si nada lo remedia, unos locos de League One en 2018.

Nos lo venden como un mundo ordenado, pero está lleno de contradicciones: quien dice a los niños que no se droguen luego pone carteles prohibiendo jugar a la pelota, el país donde se encuentra la Estatua de la Libertad es el mismo que vota sí a levantar muros con su vecino y el hogar del Sunderland se llama Stadium of Light (Estadio de la Luz). Es esta última la que más me ha llamado la atención en 2017, mientras observo al equipo del norte de Inglaterra en puestos de descenso a la tercera categoría nacional.

Hace unos meses, los Black Cats descendieron a Championship después de una década en la Premier League como resultado de una lenta agonía que anticipó durante largo tiempo el inevitable descalabro. Pero sabían que no se trataba sólo de perder la categoría: caían a un hoyo mucho más profundo sin paracaídas en la espalda. El mismo año que empezaron en la división de oro lo van a terminar peleando por no bajar a League One. Y como al Sunderland sólo se le entiende a través de sus esperpentos, la mejor forma de resumir el 2017 es recopilando sus mayores delirios. 

El ¡¿séptimo?! club de Inglaterra

David Moyes parecía una opción de prestigio cuando el Sunderland le fichó para liderar al club en julio de 2016. El suyo fue un plantón de libro: lo hizo todo mal, descendió con un 18,6 % de victorias y cuando le rogaron que se quedara dijo que se iba a por tabaco y ahora volvía. Después de que Moyes saliera corriendo de Wearside y con los aficionados viendo la desgracia venir, la directiva se propuso superarse a sí misma. En un comunicado en el que anunciaban que la venta del club no había llegado a buen puerto, aprovecharon el último párrafo para añadir sin hacer ruido que habían contratado a Simon Grayson como nuevo mánager. Es como si el Reino Unido hubiese anunciado el Brexit en la frase final de un parte médico de la Reina Isabel II con un «ah, por cierto, que nos vamos de Europa».


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David Moyes, en un partido contra el West Ham como entrenador del Sunderland. Foto: Lindsey Parnaby (AFP / Getty)


Si el nombramiento de Grayson fue un ejemplo de comunicación corporativa, su despido no se quedó atrás. Tras empatar contra el colista Bolton, el anuncio se publicó minutos después del pitido final. Al pobre Simon le presentaron en un comunicado que iba sobre otro tema y le echaron mientras aún seguía en el vestuario con su plantilla. Pero el dueño, Ellis Short, guardaba la mejor broma para los hinchas: declaró que el Sunderland debe ser el séptimo equipo del país y definió la situación del club como «una pequeña crisis». Ahora, con Chris Coleman de entrenador, cuando el galés sea despedido o directamente desciendan Short dirá que sólo están cogiendo carrerilla para levantar la Champions League. Partidos no ganará, pero a optimismo no hay quien venza a ese tipo.

«Somos mierda»

Se supone que los veteranos de un equipo son el ejemplo del vestuario. En una plantilla con viejas glorias en decadencia como John O’Shea, Lee Cattermole, Aiden McGeady o Darron Gibson, era un genial presagio de cara a la temporada que a este último le cazaran borracho en una discoteca afirmando antes de empezar la campaña en Championship que el Sunderland es «mierda». Además, señaló a varios compañeros para meterlos en el grupo de lo que él consideraba «gente del club a la que se la suda todo». La típica noche en la que bebes para olvidar que juegas en un conjunto lamentable y acabas en YouTube criticando hasta al jardinero.

Jugar mal no es suficiente: también hay que vestir de pena

Hay algo que sí hay que reconocer a este Sunderland: su camiseta y el rendimiento del equipo están en perfecta armonía. Adidas, en una astuta operación de marketing, eligió un modelo para los Black Cats que no desentonara con su indigestible estilo de juego. Con muchas más rayas de lo habitual y la espalda en rojo liso, la elástica causó furor entre los aficionados en las redes sociales. «Si quieres ir a los partidos vestido como una tumbona, ésta es tu camiseta», escribió uno en Twitter. «Tiene más rayas que puntos conseguidos la temporada pasada», dijo otro. Cuando tu club te toma el pelo hasta con las equipaciones, lo único que te separa de arrancarte los ojos es el humor.


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Varios jugadores del Sunderland, con la impopular camiseta de la temporada 2017-2018. Foto: Nigel Roddis (Getty Images)


Caviar futbolístico

Para conocer de primera mano cómo está siendo la temporada en Championship del Sunderland, existe la opción de ponerse un partido del equipo teniendo siempre cerca medicamentos, alcohol de alta graduación, el teléfono de emergencias y una Biblia. Para los que no se quieran jugar la vida, allá va un muy breve resumen en dos rápidas pinceladas.

El pasado 18 de noviembre, el recién ascendido Millwall visitó el Stadium of Light y junto al Sunderland perpetraron un entrañable crimen contra el fútbol. Las mejores jugadas del partido, que terminó con empate a dos, no tienen desperdicio. La batalla entre los dos porteros por ver quién es peor, tampoco.


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Un par de semanas después, Inglaterra presenció uno de los momentos más Sunderland de 2017. Los rojiblancos, que recibían al Reading, marcaron en el descuento de la primera parte el 1-0. Cuando el Stadium of Light ya celebraba, el árbitro anuló el gol porque había sido anotado por Callum McManaman con la mano. Y como el jugador ya había sido amonestado, fue expulsado inmediatamente por la acción. Los Black Cats acabaron perdiendo 1-3.


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Un 2017 sin ganar en casa

La última victoria como local del Sunderland data del 17 de diciembre de 2016. Desde aquel 1-0 contra el Watford, el equipo de Wearside ha establecido un nuevo registro en el fútbol inglés que no para de crecer: van 21 partidos oficiales sin ganar en el Stadium of Light y contando. Si incluimos un amistoso en verano contra el Celtic en el que encajaron un 0-5, serían 22. Con su récord ya expuesto en las vitrinas de la vergüenza, los Black Cats aún pueden evitar cumplir un año natural sin triunfos en su estadio si vencen a Fulham o Birmingham City. Visto lo visto, ni jugando los once contra el quinteto suplente de los Boston Celtics les resultaría fácil.

Asientos vacíos y nalgas al aire

La fidelidad de la afición del Sunderland nunca ha merecido duda alguna, pero ni el más forofo aguanta si la cuerda se tensa tanto. Los casi 49.000 asientos con los que cuenta el Stadium of Light hace tiempo que no se llenan y progresivamente los vacíos se hacen más grandes, porque ver a Cattermole y Gibson soltar patadas para no bajar a League One no es una razón de peso para salir de casa en una tarde fría. A este ritmo, en el octavo estadio más grande de Inglaterra se va a poder escuchar a los jugadores conversar en el césped desde la tribuna más alta.


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Una imagen habitual en los últimos tiempos en el Stadium of Light: muchos asientos vacíos y el rival celebrando un gol. Foto: Mark Runnacles (Getty Images)


A algunos les ha despertado la creatividad tanta soledad y desolación en el Stadium of Light. Para cerrar el año, el Sunderland se vio obligado a expulsar a un aficionado que se bajó los pantalones y, según algunas fuentes, defecó en las gradas. Aunque hay quien dice que sólo llegó a airear el trasero, define a la perfección la situación del club que a nadie le sorprenda que suceda algo así. Es una casa de locos. Y si nada lo remedia, unos locos de tercera división en 2018.

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Nacho González