En la reunión de socios de la Premier League, celebrada el pasado viernes día 9 de octubre, nadie se imaginaba el revuelo que causaría la decisión tomada en el interior de aquel lugar. Pronto se alzaron voces como la de Gary Neville, “pundit” de nivel y relevancia en Sky Sports, Henry Winter, director del apartado de fútbol en el noticiero The Times u Oliver Kay, periodista en The Athletic, que consideraban la decisión como una injusticia de grave índole. Nadie dentro de la junta se lo habría imaginado, salvo ella. Susan Whelan lo sabía. Y se lo hizo saber, de forma apasionada y cerebral, a los allí presentes. Se alzó como la única voz con voluntad suficiente para vestirse la piel del aficionado medio y ser capaz de distinguir que el momento no era el adecuado para comunicar una decisión difícilmente comprensible a la par que dañina para la repercusión pública de la entidad.
Susan Whelan y el club para el que trabaja como directora ejecutiva, el Leicester City, fueron el singular integrante de la máxima competición inglesa que votó en contra de la decisión de cobrar 14’95 £ por cada uno de los cinco partidos de cada jornada de octubre que ni el paquete de TV de Sky Sports ni el de BT Sports incluyen. Algo que no ocurría desde el año 2007. Según la Premier League son “precios competitivos”, teniendo en cuenta que IFollow cobra 10 £ por cada encuentro de la EFL, acontecimientos, muchos, en los que no existen diferentes tiros de cámara ni análisis de ningún tipo en torno al partido. Precios competitivos en un momento en el que todo adjetivo debería ser puesto en cuarentena.
La Football Supporters’ Association celebraba que “todos los partidos van a estar a disposición del espectador” pero instaba a BT Sports y Sky Sports a repensar los precios impuestos. Los aficionados ingleses, que en su mayoría no han podido recuperar el dinero invertido en sus abonos, están funcionando de nuevo como paracaídas de una liga que cuanto más gasta, en más dificultades pone a su sustento. A la larga este no dejará de ser otro peso más en la espalda de un colectivo que, siendo el más azotado y afectado por la pandemia, ve como los sacrificios que debe hacer para seguir siendo fiel a su club van en aumento. Lo intentó Susan Whelan y también el Manchester United, a través de la figura de Ed Woodward, pero la Premier League no va a dar ningún tipo de ventaja o preferencia a los titulares de los abonos en referencia a posibles descuentos o rebajas en el precio de los partidos. Seguirá exprimiendo las cuentas de los abonados hasta que estas no den para nada más.
Una calamidad que se puede explicar a través de un claro ejemplo: un mes de suscripción a Netflix, la plataforma de entretenimiento más consumida del mundo, costaría, prácticamente, la primera parte del Newcastle United – Manchester United del próximo sábado 18. La recaudación obtenida por un equipo como el de Newcastle-Upon-Tyne, contando con que 40 mil de sus aficionados en Inglaterra pagan por ver el encuentro en TV, estaría alrededor de los seiscientoss mil euros menos las tasas de retransmisión. Es decir, cantidades que no tendrán demasiada repercusión en el plano económico de los equipos de la Premier League, pero sí podrían tener relevancia en la pirámide del fútbol inglés, mirando sobre todo hacia las divisiones inferiores (League One y League Two).
Está por decidir de qué forma y cómo se distribuirá el dinero recaudado, del cual nada se quedarán las cadenas de TV, pero ya se divisa el primer rayo de desigualdad centrado en el reparto económico de estos beneficios. Si, como se dijo, hay cuatro decenas de miles de aficionados del Newcastle dispuestos a pagar lo que se pide en cada partido, habrá casi el doble o el triple de aficionados del Manchester United dispuestos a hacer lo propio, por lo que los beneficios obtenidos por unos y por otros constituirían la base de una desigualdad, pues el Manchester United, como cualquier otro equipo del Big Six, estaría cobrando cantidades sumamente elevadas en comparación con las del equipo del que es propietario Mike Ashley.
En este tipo de asuntos, de decisiones, la Premier League busca dar una imagen de conjunto más allá de las posibles diferencias internas, es por eso por lo que el resultado de la votación fue casi unánime, a pesar de que existiesen voces situadas en contra. Fueron varios los clubes que consideraron el movimiento como un gol en propia puerta en términos de relevancia pública y a nivel de imagen para la Premier League, a causa del “timing” de la decisión y las formas de la misma, pero acabaron votando a favor del “sí” para no dañar la aparente unidad dentro de la liga. Después de que estos mismos partidos fuesen dados de forma gratuita, ya sea en abierto por la BBC o en incluidos en los paquetes televisivos, durante el Project Restart y que los clubes de la máxima categoría inglesa tuviesen un balance total de 915 millones de euros en fichajes, es difícilmente entendible que, para recuperar la inversión realizada, sean los aficionados los indicados para poner de su bolsillo un dinero que para muchos significa la diferencia entre pasar un mes sin apuros o un mes con la soga al cuello.
Un problema a mayores y derivado de los abusivos precios que tendrían estos partidos sería, como apunta el Tottenham Hotspur Supporters’ Trust (THST), es la cantidad de aficionados que, evitando pagar por ver el partido, harían uso de streams ilegales, algo que la Premier League lleva años intentando erradicar y que fue uno de los factores por los que prohibió la entrada del dinero saudí en el Newcastle. No sería el único contratiempo, este grupo de aficionados Spurs crea un contexto imaginario en el que la cuestión sobrepasa los límites de lo futbolístico y se convierte en una cuestión social. Si se consiguen eliminar las retransmisiones ilegales, existirá mucha gente que vaya a los pubs a ver el partido por lo que se pondría en peligro de infección a mucha gente. En un caso probable dentro del extremo al que se podría llegar.
Una idea raramente popular en un contexto adverso y crispado, con muchos efectos en contra y pocos a favor, que no hace sino agrandar la diferencia y la desigualdad entre los grandes y los pequeños, ya sean ligas o equipos. Una recaudación de pequeña relevancia para la gran liga que sería abiertamente aceptada en las divisiones inferiores, tal y como propuso Ed Woorward. El director ejecutivo del Manchester United instó a la Premier League a que derivase esta recaudación hacia la Football League pero no obtuvo más que un “no” por respuesta, siendo esta la más común cuando se relacionan Premier League y solidaridad con las demás categorías del fútbol inglés.