No es algo demasiado habitual que un entrenador tenga bajo sus órdenes a tres porteros internacionales con Inglaterra si no es Gareth Southgate. Tom Heaton, Joe Hart y Nick Pope eran los candidatos a guardar la portería del Burnley de cara al curso que acaba de arrancar. Mientras que los dos primeros se repartieron de forma salomónica la temporada pasada, Pope no pudo ni competir el puesto al estar en el dique seco por un hombro dislocado que lo lastró durante toda la campaña. La marcha de Heaton al recién ascendido Aston Villa, con quien encajó tres goles y dejó grandes paradas en el partido inaugural, así como la eterna caída en desgracia de Hart, ha traído desde lo más profundo del limbo a ese tercer portero que parecía olvidado.
Nick Pope ha sido el elegido. No por Dios — que también podría, pues su apellido se refiere directamente al sumo pontífice — si no por Sean Dyche. El técnico del Burnley ha terminado apostando por la opción más lógica y meritocrática. A los 27 años Pope va a tener la continuidad que no ha tenido en la élite hasta el momento.
Una inoportuna lesión en las primeras rondas de la Europa League 18/19 lo apartó de golpe de la dinámica competitiva en la que llevaba inmerso desde la temporada anterior. La temporada 17/18 fue la mejor de su carrera en la máxima categoría por números, sensaciones y porque es la única que ha jugado — en su primer año en Turf Moor solamente disputó cuatro partidos coperos —. En los 35 partidos que jugó encajó 35 goles, dejando once veces su portería imbatida. Salió a gol por partido. En el apartado de paradas se posicionó como el segundo portero de la Premier League con más alto porcentaje de paradas exitosas con un 76,51% solamente por detrás de David de Gea, que consiguió un 80,28% — Jordan Pickford, portero titular de Inglaterra, cosechó un 67,42% —. Unos guarismos que le valieron el codiciado billete para el Mundial de Rusia.
La apuesta del conjunto ‘Claret’ por Pope llegó cuando todavía estaba a la sombra de Heaton. En medio de dimes y diretes sobre una posible marcha a otro equipo en el que pudiera tener minutos, el Burnley le cedió una estilográfica elegante, pero con ese molesto mecanismo de apertura de giro con el que se esconde la punta, para que garabateara su firma en un contrato hasta 2023. “El hombro lo tengo bien y estoy deseando llegar bien a la próxima temporada”, dijo en mayo de 2019 cuando la tinta ya se había secado. En el partido inaugural contra el Southampton, varios meses más tarde, Pope correspondió a la apuesta del Burnley. Estuvo sobrio, realizó un par de buenas paradas — una excelente a Nathan Redmond — en un partido en el que no tuvo demasiado trabajo y dejó su portería a cero. Hizo lo que se espera de un portero: parar cuando hay que parar.
Tras acabar el partido, Pope fue uno de los jugadores más buscados para conocer sus sensaciones tras volver a jugar en la Premier League, en el partido inaugural y, sobre todo, por su vuelta a los terrenos de juegos después de tanto tiempo. Entonces fue cuando el portero soltó: “Mi viejo me recordó que han pasado 400 y pico días desde que jugué mi último partido liguero”. El padre de Pope, que no tenía bastante con ver a su hijo hundido en la miseria ante la falta de oportunidades, se encargaba de hacerle el recuento diario. Nada como el amor de un padre. Finalmente, este fin de semana, el contador de ‘días que lleva mi hijo chupando banquillo’ pasó de 454 a 0 en un plumazo.

El retorno de Pope parece haber cerrado el debate estival sobre la portería del Burnley. Dyche tiene claro que la altura y la agilidad de Pope son el complemento adecuado para uno de los mejores sistemas defensivos que existen en la Premier League. Esta realidad deja otra: Hart no lo es. El ex guardameta del Manchester City está a años luz de la versión que mostró con la camiseta ‘citizen’. Tras varias temporadas dando tumbos, llegó en propiedad al Burnley y Dyche confió en él durante los primeros diecinueve primeros partidos de liga hasta que los números, siempre irreprochables, le señalaban directamente como uno de los culpables de la mala situación del equipo: 41 goles en 19 partidos y el Burnley en descenso. En ese momento tan delicado, el técnico Claret echó mano de Heaton, que mejoró las estadísticas de su compañero y ayudó al Burnley a hilar ocho partidos sin perder desde el preciso momento en que humedeció sus guantes con una gran flema británica.
Al final, a pesar de Hart y un bache entre las jornadas 30 y 32, el Burnley consiguió salvar la temporada en el decimoquinto lugar. Ahora, Pope tiene en sus guantes llegar donde la zaga ideada por Dyche no pueda. No tiene demasiada presión, ya que Hart sigue siendo ‘Hart el Terrible’ y el joven Bailey Peacock-Farrell acaba de aterrizar en el equipo. Y el aval de los números, sobre todo, que son siempre irreprochables.