Desde que llegó al Oporto en 2002, José Mourinho ha ganado siempre la liga en su segunda temporada. Lo hizo en el club portugués, en el Chelsea, en el Inter de Milán, en el Real Madrid y de nuevo en el Chelsea en su segunda etapa en Stamford Bridge. Para el entrenador portugués, ese segundo año es el punto álgido de su estancia en un club: suficiente como para haber detectado todas las deficiencias de su plantilla y pronto aún como para haber agotado al vestuario con su exigencia y sus giros de timón.
El verano pasado, Mourinho aterrizó en Old Trafford advirtiendo de que un club de la dimensión del Manchester United debía pelear siempre por la liga. A pesar de esa ambiciosa declaración de intenciones, su equipo acabó sexto a 24 puntos del campeón Chelsea y a siete de los puestos de Champions League. Sin embargo, su apuesta colateral por la Europa League resultó acertada puesto que el triunfo en la segunda competición continental le permitió obtener un billete para la Champions, aunque fuera a través de una competición que en su día dijo que “le daría vergüenza ganar”.
Con el objetivo de luchar por la liga, Mourinho ha repetido la política de fichajes del verano pasado, cuando fichó un jugador por línea (Eric Bailly, Paul Pogba, Henrikh Mkhitaryan y Zlatan Ibrahimovic). Este verano ya ha incorporado a tres (Victor Lindelöf, Nemanja Matic y Romelu Lukaku) y solo le falta un extremo. El elegido es Ivan Perisic pero el Inter de Milán se ha mostrado inflexible hasta la fecha en cuanto al precio de salida. Mourinho sigue esperándole pero su llegada se antoja incierta a estas alturas del periodo estival.
Cada uno de sus fichajes tiene un objetivo concreto. En el caso de Lindelöf, destinado a formar pareja en el eje de la zaga junto a Eric Bailly, su propósito es fortalecer la defensa. La pareja de centrales que más confianza le generó a Mourinho el curso pasado fue la formada por Bailly y el zurdo Marcos Rojo pero la grave lesión del argentino y sus dificultades para arrancar la jugada desde atrás convencieron al portugués de que necesitaba otro acompañante para Bailly. Con la pareja formada por Bailly y Lindelöf aúna contundencia y solidez con criterio ofensivo.
Matic es quizás el fichaje más importante del verano para Mourinho. El portugués ha invertido 40 millones de libras en un jugador de 29 años porque es consciente de la importancia del serbio para su proyecto. Esa trascendencia no radica directamente en el exjugador del Chelsea sino más bien en lo que puede suponer para los que le rodean. Además de proteger a la retaguardia, la disciplina táctica de Matic permitirá a Paul Pogba liberarse de sus cargas defensivas y explotar su faceta como generador de juego desde el interior izquierdo, algo similar a lo que le sucederá a Ander Herrera, destinado a ser el interior derecho.

La temporada pasada, el principal quebradero de cabeza para Mourinho fue cómo extraer el máximo partido de Pogba, fichaje récord del club. El francés tuvo una temporada bastante mejor de lo que algunos observadores poco concienzudos creen pero atesora todavía un enorme margen de crecimiento. Durante buena parte del curso, Mourinho le alineó en el doble pivote del 4-2-3-1, cuando Pogba había explotado como interior izquierdo en el 3-5-2 de la Juve. Cuando el portugués adoptó un sistema más parecido a ese y adelantó a Pogba colocando a Herrera por detrás (en el rol que asumirá Matic la próxima temporada), el francés mejoró drásticamente su rendimiento.
La llegada más cara del verano ha sido la de Romelu Lukaku. Ante la grave lesión de Ibrahimovic, Mourinho se vio obligado a recurrir al mercado en busca de un sustituto y lo halló en el belga, un jugador que él mismo descartó en su etapa en el Chelsea. Lukaku ha demostrado en West Bromwich y Everton que tiene la capacidad para ser el goleador en un grande y sus capacidades se amoldan a las necesidades del Manchester United de Mourinho. Lukaku tiene el físico para jugar de espaldas cuando su equipo repliegue y necesite oxigenar buscando al punta, la velocidad para jugar al contraataque y, sobre todo, un remate letal que será determinante en partidos en que los rivales se atrincheren en su área. Esa fue uno de los mayores escollos del equipo la temporada pasada y la presencia intimidatoria de Lukaku podría ser determinante para resolver esa carencia.
Tras un año en Old Trafford, Mourinho ya ha moldeado el equipo a su antojo. Es decir, lo ha poblado de incondicionales a la causa. El portugués demanda un sometimiento absoluto a su liderazgo y está cerca de alcanzarlo en el vestuario del United. Seis de los presumibles titulares (Bailly, Lindelöf, Matic, Pogba, Lukaku, Mkhitaryan) son tipos fichados bajo sus auspicios y entre el resto de la plantilla existe una rendición absoluta al hábil estratega portugués, comenzando por Marouane Fellaini, que seguirá un año más en Old Trafford. “Hay más posibilidades de que el Galatasaray me fiche a mí que de que le fichen a él, imagínate lo importante que es para mí”, afirmó Mourinho sobre el interés del club turco en el peludo belga. Fellaini es el recurso de emergencia para casi todo: defender una exigua renta, darle la vuelta a un partido a la desesperada a base de pelotazos o lo que resulte menester.
El Manchester United está creciendo con Mourinho, la cuestión ahora es saber hasta dónde llegará esta temporada. A su regreso a la Champions League, con la exigencia física y mental que eso supone, se suma un entorno competitivo cada día más feroz en la Premier League. Sus rivales ciudadanos han invertido 200 millones de libras en conformar un equipo campeón, mientras que el Chelsea defenderá su cetro con uñas y dientes. La impresión preliminar es que esta puede ser la primera vez en la carrera de Mourinho que no logre el título en su segunda temporada. Pero el de Setúbal ya ha desafiado a la lógica antes en el pasado. Lo hizo conquistando la Champions con el Oporto, derrotando al Barça de Guardiola o alcanzando el triplete con el Inter. Hitos que Mourinho logró, precisamente, en su segunda temporada.
