La temporada venidera del Arsenal está inevitablemente eclipsada por la marcha de Arsène Wenger y la sorpresa que ha producido el elegido para su relevo, Unai Emery. No, el que escribe no es Illie Oleart y este artículo no pertenece a la serie ‘¿Qué pasaría si..?’, se trata de la previa del Arsenal para la temporada 2018-19. La primera frase que abre este texto es, por improbable que pudiera parecer temporadas atrás, una verdad tan cierta como difícil de asimilar para los Gunners. Sin embargo, esta es la principal tarea que tanto club como aficionados deben afrontar: asumir la marcha no solo de la figura más importante del club, sino de la mejor etapa de su historia y, al mismo tiempo, aceptar la llegada de lo que está por venir. Para desvelar la influencia capital que el técnico francés ha tenido en la historia del equipo no hace falta repasar su palmarés. Es tan sencillo como reconocer que a día de hoy existen miles de aficionados al fútbol y la Premier, entre los que me incluyo, que directamente no han visto en toda su vida al Arsenal si no es bajo la tutela de Wenger. Por lo tanto, lo inmensamente positivo de su impacto durante su estancia, ahora se torna con igual magnitud pero en negativo con su marcha. El club necesita emanciparse y librarse de su sombra y crear de su marcha un proyecto de reconstrucción positivo. Sin embargo, ante casos similares y recientes, como el del Manchester United tras la marcha de Sir Alex Ferguson, la historia no se muestra particularmente esperanzadora.
El guipuzcoano Unai Émery ha sido el elegido para escampar y revertir esta complicada situación, a la cual además se une la deportiva de un equipo que poco a poco ha perdido a muchas de sus estrellas y que ha ido en claro descenso en cuanto a su rendimiento. Esta inesperada elección, que se sobrepuso a otras candidaturas más sonadas como las de los ex-gunners Mikel Arteta o Patrick Vieira, no ha dejado indiferente a nadie. Sin embargo, no se puede decir que haya sido una decisión aleatoria, pues ha sido fruto, según cuentan los propios directivos del club, de una serie de entrevistas con varios entrenadores y un cuidado proceso de selección. Ellos eligieron finalmente a Emery tras convencerles este por su profesionalidad y por contar con un estudiado y trabajado proyecto para el futuro del club.
Además, tampoco se puede valorar como una decisión cobarde o con falta de intención. Tras la marcha de Wenger, el Arsenal tenía dos opciones: buscar alguien que diera continuidad al estilo o romper con lo establecido y traer aire fresco al equipo. La elección final más bien apunta a lo segundo, pues a pesar de que Emery señaló en su presentación que buscará tener el protagonismo con un estilo basado en la posesión del balón y la presión, el perfil de ambos técnicos parece bastante distinto. Aunque a Emery se le suele tildar de entrenador defensivo, lo cierto es que en su paso por Valencia y Sevilla ha conseguido llevar a sus equipos a tener algunos de los mejores registros goleadores de La Liga. En todo caso, las diferencias con Wenger, al hilo de un artículo publicado en esta página tras la selección del guipuzcoano como sustituto, pueden ser soluciones a los problemas que se le achacaban al francés: más solidez defensiva, mayor actualización de su método de trabajo, mayor preparación de los partidos… En definitiva, la apuesta por Emery le podrá salir mejor o peor al Arsenal y solo el tiempo lo dirá, pero lo que no se le puede achacar al club es no haber arriesgado o no haber apostado por alguien capaz de impulsar un proyecto que rompa con los cimientos que Wenger había plantado durante su estancia y tantas voces pedían reformar o incluso demoler.

En cuanto a la configuración de la plantilla, este año, como parecía lógico debido al proceso de reestructuración en el que el club se encuentra inmerso, ha habido bastantes movimientos de entrada y salida durante el verano. Acertadas y necesarias bajas han sido las de futbolistas como Santi Cazorla, Per Metesacker (nuevo director de la academia del club) o Joel Campbell (todavía por confirmar pero con todas las papeletas para salir), quienes no se presentaban como piezas clave para esta reestructuración. Algo más dolorosa ha sido la marcha de Jack Wilshere, el hijo pródigo que deja un vacío sentimental en el club y, en cierta medida, también futbolístico, pues parecía haber dado muestras de recuperación en su juego y quién sabe si podría haber aportado algo positivo en esta nueva etapa. Para cerrar el capítulo de salidas y, aunque no ha sucedido este verano, la pérdida de Alexis va a seguir siendo latente esta temporada, pues la plantilla se ha quedado sin un líder claro y a la espera de que Mesut Özil, estrella indiscutible del equipo, recoja el testigo.
En cuanto a las altas, el equipo se ha reforzado cualitativa y cuantitativamente, cerrando algunos vacíos importantes en varias franjas del campo. El guardameta alemán Bernd Leno llega para apuntalar una portería que el año pasado se daba por cubierta con Petr Čech y David Ospina (quien puede salir del club este verano) y finalmente no resultó estar tan segura tras sus guantes. Sokratis Papastathopoulos y Stephan Lichtsteiner aportarán veteranía a una defensa necesitada de solvencia e incluso de algún refuerzo más, especialmente si se tiene en cuenta la grave lesión de Laurent Koscielny que le apartará de los terrenos de juego gran parte de la temporada. Mátteo Guendouzi y especialmente el uruguayo Lucas Torreira, el fichaje más caro del verano y el que más esperanzas ha despertado, son las últimas incorporaciones para un centro del campo necesitado de pulmón y quizás todavía de talento. Todos estos fichajes (y alguno de última hora que pudiera llegar), se suman a los jugadores importantes de la plantilla como Pierre-Emerick Aubameyang, Mesut Özil, Granit Xhaka, Shkodran Mustafi, Aaron Ramsey o Alexandre Lacazette, y de esta manera podríamos decir que el Arsenal se planta de cara a la nueva temporada con una plantilla más equilibrada y profunda que la del año pasado.
En cuanto a quiénes integrarán el once hay varias dudas que las alineaciones de pretemporada no han podido resolver, pues la plantilla ha ido sumando efectivos poco a poco durante los meses de julio y agosto. Lo único que se puede dar por seguro es que el sistema elegido por Emery parece ser un 4-2-3-1 o, en su defecto, un 4-3-3, y que estará integrado por un montón de jugadores con apellidos impronunciables que provocarán más de un ictus a los comentaristas que tengan que narrar algún partido del Arsenal en directo.
A pesar de todo, si se es realista y comparando al equipo con el resto de los miembros del ‘Big Six’, esta plantilla no parece capaz de pelear por todo, tal y como afirmaba Emery en su presentación. Sin embargo, sí que parece capacitada para el principal objetivo del Arsenal este año, que no debería ser otro que el de volver a ser un equipo competitivo y con ello volver a clasificarse para la Champions League tras dos años fuera de la competición. Esto puede parecer a algunos Gunners un objetivo demasiado modesto para un club de las dimensiones del Arsenal. Sin embargo, el que se valore esta temporada cuando finalice como un éxito o un fracaso depende en gran medida de las expectativas que los aficionados depositen en la misma de manera previa. Por el bien de todos, deberán asumir que, al menos en un periodo de tiempo tan prolongado, éxitos de la magnitud de la era Wenger serán difícilmente repetibles, más allá de que el equipo sea perfectamente capaz de volver a competir a primer nivel en Inglaterra y Europa a corto plazo. De momento, los de Emery no han empezado mal la nueva campaña con tres victorias y dos empates en pretemporada. Este presunto buen nivel, pues los partidos veraniegos no son el mejor indicador del nivel de un equipo, se presume como algo fundamental, pues para arrancar la liga se enfrentará en la primera jornada con el vigente campeón, el Manchester City de Pep Guardiola, en casa y a domicilio contra el Chelsea en la segunda.

Tras tantos y tan severos cambios en tan poco tiempo, el futuro del Arsenal es una incógnita y, por extensión, lo que deparará al club la temporada que viene también. Lo único que parece claro es que con la perspectiva más amplia que dan los años y el paso del tiempo, se comenzará a valorar la proeza que supone el mantener a un equipo de fútbol compitiendo a primer nivel durante más de veinte años. Es algo que consiguió Wenger en el Arsenal y contados entrenadores en otros clubes. Cuando lleguen las vacas flacas, que inevitablemente llegarán como a todos los equipos, nos acordaremos de los tiempos de Arsène y de cómo cuesta convertir el éxito de una temporada en la pervivencia de un proyecto durante años. Pero ya no hay marcha atrás, esos tiempos pasaron. Bienvenidos al año uno después de Wenger.