Es al otro lado de una “guerra civil” terminada donde encontramos al actual Cardiff City. Una guerra que no solo ha logrado superar el odio sino también la indiferencia que terminó generando. Particular es el caso de este club. Adquirido por el magnate malasio Vincent Tan en 2011, no sabía nadie en lo que se estaban metiendo.
Tras un año de fracaso en su intento de ascenso, “es el momento de tomar acción” pensó acto seguido Tan. Cambió el color de la camiseta y rediseñó el escudo del club de arriba abajo para pulverizar en muchos casos ese sentimiento de pertinencia, alguna que otra vez irracional quizás, pero a fin de cuentas vital para la existencia del fútbol como un fenómeno humano. El caso es que los “pájaros azules” pasaron a vestir de rojo, el color de la suerte en Malasia (sí, esta fue la razón del cambio), y el propio pájaro azul que ocupaba el centro del escudo fue relegado a una esquina en favor del “dragón de Gales”. Ascendieron -por fichar mejores jugadores, no precisamente por azar- y vivieron un año al principio esperanzador y al final traumático en la Premier League. En plena ejecución (o intento de) del objetivo de intentar salvarse en el tramo final, se descompusieron de manera desoladora, dantesca. No reproducir aquello ya sería una mejora.
La amargura de verse en el pozo de la liga, por muy esperado o lógico que sea, puede que lo acabe aniquilando, pero si hay algo que de lo que este equipo parece tener más que aquel es carácter. Si no lo tuviesen, su entrenador, Neil Warnock no estaría ahí. O ya se lo hubiese sacado a sus jugadores de una manera u otra. Es paradójico, de algún modo, que uno de los entrenadores más controvertidos del fútbol inglés haya devuelto la paz a Cardiff. Aunque para conseguirlo ha tenido que esforzarse para hacer que a la gente le volviese a importar su equipo. Habían vuelto al azul y a una versión muy similar a la del escudo original.
Sin embargo, el equipo se diluía, a la deriva, arrastrado por la habitual y prominente presencia de la lluvia. Últimos en liga en octubre, era el momento de remangarse, de trabajar y olvidarse definitivamente del glamour perdido. Neil Warnock era absolutamente ideal. Lo cual no significa que fuese a funcionar. Pero lo ha hecho. Llegaba en un momento curioso de su propia trayectoria. Acabado, acabado, un año antes, apareció por Rotherham para efectuar una de las escapadas del descenso (en segunda división) más milagrosos que se recuerdan. De repente, el abuelo -más entrañable de lo que nadie se había dado cuenta, aparentemente- no había dicho su última palabra. No llegó a un acuerdo para renovar con el Rotherham y su retirada, estaba vez definitiva, parecía el camino más probable.

Le llamó el Cardiff, sin embargo. “Un último trabajo,” le pidió a su esposa cuando esto sucedió. Y Neil Warnock se convirtió en nuevo entrenador del equipo. Como pasó en Rotherham, el equipo revivió de su mano. El impulso originado fue tal que, empezando últimos, acabaron sin una remota preocupación del descenso. Warnock lo había hecho. A su manera, incorporando a “sus jugadores”. Es algo de lo que Warnock siempre ha sido partidario: traerte contigo de un lado para otro a jugadores con los que has funcionado. Estos jugadores han ido evolucionando, tomando el testigo unos de otros. Sería curioso que siguiesen acompañándole futbolistas de cuando empezó a entrenar hace treinta años. Y si bien no han estado en el mismo equipo que él, son de un corte y unas características muy específicas, véase el central marfileño de 1,90 de altura y 90 kilos de peso -que Warnock incorporó apenas unos días después de su aterrizaje en Cardiff- que llegó sin equipo. Ahora, a sus 33 años de edad, Sol Bamba es una de las estrellas del equipo.
Es tras él, en la portería, donde una novedad, imposible de ignorar, se presenta. Aunque antes de la novedad en sí, un ejemplo de lo comentado antes de que a Warnock le gusta su gente de confianza son el tercer y cuarto portero del equipo: respectivamente Brian Murphy -a quien tuvo en ese mismo rol hace siete años- y Lee Camp, exportero del Rotherham. Quienes van a pelear por la titularidad, no obstante, son quien ha ascendido con el equipo, siendo parte crucial de él, Neil Etheridge, y uno de los porteros más respetados de los últimos años en segunda división: Alex Smithies. Sin relación aparente -no coincidieron allí-, Smithies llega del último equipo que Warnock ascendió a la Premier League: el QPR. Perro viejo, difícil de engañar y todo eso, a pesar del espléndido rendimiento del internacional por Filipinas, Etheridge, existía una luz de duda, tenebrosa, casi impercetible sobre sus prestaciones y si éstas estaban capacitadas para dar el salto de división; ya que Etheridge tan sólo había debutado en segunda hace doce meses de la mano del Cardiff, tras años yendo de un lado para otro y ganando su oportunidad de fichar por el equipo galés, donde su suplencia en beneficio de Camp (sí, el actual cuarto portero) era un opción más o menos esperada. Etheridge, detrás de la defensa más rocosa de la liga, creció hasta ser parte troncal de ella. Pero con el ascenso las exigencias crecen; por eso ahora está ahí Smithies. Lejos de tener delante de sí una defensa de hierro, y descontando algunos de sus propios errores puntuales que son lo que le han retenido lejos de la Premier durante tantos años, Smithies ha capturado su oportunidad. Años de rendimiento han tenido sus frutos. Los resultados del equipos los compartirán; la titularidad, uno la va a ganar y otro la va a perder.

En el lateral derecho la historia no difiere en exceso: Lee Peltier lleva tiempo presente, pero el gabonés Bruno Ecuele Manga terminó disputando más minutos. Bien de central o lateral, parece que a Manga no le hace falta estirar más el brazo que la manga para ser titular (perdón). Por su primordial pareja de centrales es por donde pasan muchas de las esperanzas del Cardiff. Una red de seguridad, impecable. Sean Morrison y Sol Bamba, dos héroes improbables. Como Warnock, como un club en desgracia social, aunque ésta sólo fuese relativa. Morrison, uno de los centrales más fehacientes del último lustro en segunda división, contundente y con una capacidad esplendorosa para despejar balones. Cuando recula el equipo sobre sí mismo, limitando espacio y vías, es junto a Bamba cuando los niveles de fortaleza se maximizan. Corpulentos, sin brillantes cualidades -considerando el contexto- en el manejo raso del balón. El equipo se construye sobre ellos, ofreciendo gente como Ecuele Manga y Matthew Connolly alternativas. Es un sistema de tres centrales con el que ha coqueteado Warnock en pretemporada, porque nunca se puede defender lo suficiente; pero se intuye que es el lateral izquierdo de la línea de cuatro la posición por la que disputaran Joe Bennett, el titular, y Greg Cunningham, el nuevo fichaje.
Es en el centro del campo donde aguardan incógnitas, misterios; rompecabezas que quizás no sean resultos. El consenso más o menos general coincide en que este hábitat del terreno de juego fue la línea vulnerable del equipo la temporada pasada. Buscando y retocando, nunca terminó de haber una indisputable formación, más allá de Joe Ralls. Él es la constante, quien cuenta con capacidad para mover al equipo, hacer que fluya de un fondo al otro y con un notable control de la situación. Sin embargo, Aron Gunnarsson, Loïc Damour y Callum Patterson no han convencido completamente. El último es quien parece partir con ventaja para formar junto a Ralls a la espera de un último fichaje que aporte mayor empaque al mismo tiempo que ofrezca el saber hacer necesario de la Premier League.
Por delante, dos incorporaciones estelares de este verano: Josh Murphy y Bobby Reid. Dos muy buenos jugadores en segunda división que, no obstante, reflejan de algún modo la diferencia de este recién ascendido con Wolves y Fulham. De todos modos, vienen de rendir muy bien en Norwich City y Bristol City, respectivamente, y la confianza en ellos, dos jugadores con desparpajo, es plena; siendo el primero, Murphy, un extremo hábil y con desborde y el segundo, Reid, un interior reconvertido a delantero centro el año pasado y que espera replicar su rendimiento en la media punta. Por su parte, en el extremo izquierdo, un viejo conocido en Junior Hoilett, quien quiere aprovechar su segunda oportunidad en la élite.
A parte de varios inexperimentados jóvenes y algunos jugadores relegados a un claro segundo plano, Nathaniel Mendez-Laing y Gary Madine son las principales variantes a un Kenneth Zohore que es el máximo estandarte ofensivo. Con una gran habilidad para imponerse, un aceptable control del balón y unas notables virtudes rematadoras, es el principal guía. La luz final. Donde al final, en Cardiff, las luces puede que se apaguen. Una nueva oportunidad en la élite, medidas cautelosas con las que afrontarla y una innegable improbablidad de mantenerse en la división. Pero su ascenso también fue improbable.