Placeres culpables. Son aquellas preferencias y filias particulares que todos tenemos y disfrutamos en secreto, pero que no necesariamente son motivo de orgullo de puertas afuera. En el cine, la música o la gastronomía, lo reconozcamos o no, todos tenemos los nuestros. De alguna manera, el fútbol rudimentario y tosco del Burnley se ha convertido, desde su asentamiento en la Premier League, en el placer culpable de todos los amantes del fútbol inglés.
Desde luego no por su juego, pero algo ciertamente inexplicable tiene este equipo para que uno acabe quedando prendado de él. Probablemente, sea el carisma que posee en su conjunto. El carisma y la osadía que solo un grupo de inconscientes podría tener para, en un fenómeno cambiante a marchas forzadas como es el fútbol, agarrarse a los valores del juego de toda la vida con el fin de perpetuarse en la élite. Así, casi sin hacer ruido, el Burnley cumplirá esta temporada su quinta campaña en Premier League desde la llegada de Sean Dyche y el ascenso en la 2013-14. Un elogiable logro para un equipo de recursos tan limitados, te guste el tipo de fútbol que te guste.
La temporada pasada, sin embargo, fue mucho más complicada de lo esperado para los clarets. Tras haber conseguido acabar en puestos europeos en la anterior, en la jornada 32 de la 18-19 el Burnley se enfrentaba a los Wolves ocupando una plaza de descenso. Finalmente, consiguió la permanencia con cierta holgura, en cierto modo ayudada por el bajo nivel de los equipos del descenso la temporada pasada.
Precisamente, todo comenzó a torcerse con esa sorprendente clasificación europea. Con ella, el Burnley se vio forzado a intentar colarse, contra todo pronóstico, en la Europa League jugando hasta tres fases previas. Finalmente cayó en la última ante el Olympiacos, pero lo hizo un 30 de agosto, con 3 jornadas de Premier ya disputadas. El resultado final de esta intentona, fueron un empate y cuatro derrotas en los primeros partidos de liga para los clarets, algo que les condicionó para el resto de la temporada.
El error quizás fue intentar volar por encimas de las cotas previstas para un equipo que siempre alcanzó el éxito a base de conocer sus limitaciones y actuar en consecuencia. Sin embargo, nadie puede culpar a los muchachos de Sean Dyche por intentarlo, pues esta era una oportunidad única. Como si de un Chiquilicuatre en Eurovisión se tratase, Europa, simplemente, no era su sitio. Al menos todavía.
Mercado de fichajes
Esfumado el sueño europeo y asegurada la permanencia, el Burnley ha demostrado en este verano que no piensa volver a salirse del plan que le lleva funcionando a la perfección las últimas temporadas. En un mercado de fichajes sin grandes novedades, la tónica general ha sido asegurar la continuidad de la plantilla y, por lo tanto, la del proyecto y su estilo.
En el capítulo de altas, lo más destacable es sin duda la vuelta a casa del hijo pródigo, Jay Rodríguez. El inglés de raíces españolas creció personal y futbolísticamente en la ciudad de Burnley y ahora, con todavía mucho fútbol que dar a sus 30 años, regresa procedente del West Brom por un razonable precio de 5,55 millones de euros.
Con este fichaje, Rodríguez vuelve a la Premier League tras haber disputado dos temporadas en el West Brom. La última, tras el descenso del equipo, lo hizo en Championship, demostrando con 22 goles que la categoría se le quedaba pequeña a un jugador de su talla. Quizás ya es demasiado tarde para recuperar la mejor versión de un jugador que eclosionó en su paso por el Southampton, pero sin duda aportará mucho a su nuevo equipo y a la liga.
Además de esta nostálgica vuelta, el Burnley también ha cerrado otras dos incorporaciones interesantes. La primera, cronológicamente, fue la del veterano holandés Erik Pieters, que con la treintena cumplida llega para reforzar el lateral izquierdo a cambio del millón de euros que ha recibido el Stoke por su traspaso.
A este traspaso se unió recientemente el del portero inglés Bailey Peacock-Farrell, por el que el Burnley pagó 2,75 millones de euros. De 22 años, se ganó su titularidad en el Leeds en la temporada 17-18, la cual mantuvo hasta mediados de la campaña pasada, cuando Bielsa dejó de darle minutos y lo relegó al banquillo. Peacock-Farrell lega para rejuvenecer la portería claret, que en principio pertenecerá a Nick Pope, por lo que el guardameta se disputará la plaza de segundo portero con el veterano Joe Hart, del que seguro podrá aprender mucho del oficio. Especialmente sobre aquello que no se debe hacer bajo palos.
En cuanto a las bajas, la gran novedad llega precisamente en la portería. El que hasta ahora era el guardameta titular indiscutible del Burnley, Tom Heaton, se marchó traspasado este verano al Aston Villa, un equipo necesitado de urgencia en la posición. Pese a haber demostrado ser un portero de garantías, los 8,8 millones que han pagado los villanos por un jugador de 33 años constituían una oferta irrechazable.
Más allá de esta venta, el Burnley solo ha dicho adiós a algunos veteranos del equipo como Stephen Ward o el también portero Anders Lindegaard. Solamente cabe destacar la retirada de Peter Crouch. Que un delantero de los de antaño como Crouchy eligiera al Burnley como parada final de su carrera era un ejercicio de justicia poética que el mundo del fútbol merecía. Hasta siempre, vaquero.
Cómo jugará el Burnley
Con esta plantilla para afrontar la temporada venidera, no se esperan grandes cambios en el once de Sean Dyche. Tras el cambio en portería ya mencionado, la defensa solo ve peligrar su estabilidad en el lateral izquierdo. El recién llegado Pieters podría valerse de su experiencia para disputarle la posición al joven Charlie Taylor, hasta ahora titular. Sin embargo, es posible que ambos se complementen a lo largo de la temporada.

Más allá de este posible cambio, el lateral derecho pertenecerá a Matthew Lowton y el centro de la zaga será para Ben Mee y James Tarkowski. Aunque ambos centrales han demostrado ser una de las parejas de centrales más solventes de la liga, especialmente por arriba, deberán mejorar con creces, junto con el resto de la defensa, el rendimiento de la temporada pasada.
En la 2018-19, el Burnley encajó un total de 68 goles en contra, de largo la cifra más alta en Premier desde que Sean Dyche se hizo cargo del equipo. Este desempeño defensivo está a años luz del mostrado la temporada que alcanzaron Europa, donde solo concedieron 39 goles. Sin embargo, también está lejos de la campaña en la que descendieron, cuando encajaron un total de 53 tantos. Los clarets, por lo tanto, deberán mejorar en defensa esta temporada, pues si su permanencia ha de depender de su ataque, el equipo está condenado a volver a Championship.
En el centro del campo, Ashley Westwood y Jack Cork serán los mediocentros del equipo. A su izquierda, tendrán al que posiblemente es el gran talento emergente del equipo, Dwight McNeil. Con tan solo 19 años, el extremo inglés vivió la temporada pasada su irrupción en el primer equipo, por lo que en esta espera confirmar las esperanzas depositadas en él. Por derecha, si el juego del Burnley sigue lo previsto y se basa en colgar melones a la pareja de ataque, un jugador de banda centrador como Gudmundsson parece la opción más lógica. Para otras variantes, aunque fuera de su posición natural, Jeff Hendrick estará entre los habituales de Dyche.
Arriba, Ashley Barnes y Chris Wood seguirán perdiendo neuronas partido tras partido, tratando de hacer buenos lo que sus compañeros amigablemente llaman pases y el resto de la población humana considera melones, sandías y cualquier tipo de fruta u hortaliza que se venga a la mente. Sin embargo, Jay Rodríguez podría romper este dúo en determinados momentos de la temporada para dar prestaciones diferentes al ataque del Burnley.
Tras una buena pretemporada con cuatro victorias, dos derrotas y un empate, los clarets llegan en buena forma a una campaña en la que se estrenarán contra el Southampton. Con ello, darán pistoletazo de salida a una liga en la que previsiblemente pelearán por evitar el descenso.
Siendo brutalmente sinceros, lo cierto es que al repasar la plantilla del Burnley uno se queda con la clara sensación de estar ante uno de los peores equipos de la competición. Sin embargo, la fuerza de este equipo no reside en su potencial individual, salvo contados casos, sino en la prevalencia de un estilo y un proyecto por encima de todo lo demás. El Burnley y Sean Dyche tienen muy claro el guion a seguir. Para qué cambiar un plan que ha funcionado sistemáticamente durante los últimos años. De alguna manera, es algo que va innato en la idiosincrasia de este club. Un equipo que resiste a los cambios.