Creyente entre ateos, conversor de infieles. Te sentías como Leonardo Di Caprio en Shutter Island, igual de incomprendido – ¿de engañado? -. Reconócelo, habías perdido un poco la fe en Jürgen Klopp, pero más allá de él solo había abismo y decidiste entregarte emocionalmente a ese espécimen que celebra los goles como si no hubiera mañana. Después de todo, nunca habían existido tantos motivos para creer que conquistar la primera Premier League sería posible. Ilusión intacta y una realidad más cercana. Y ahí estás tú, que te repites cada inicio de temporada: “este año, sí”. Valientes soñadores aferrados a la realidad.
El proyecto de Jürgen Klopp llegó a su punto más alto la temporada 2018/19. Antes, el ímpetu del alemán se proyectaba en grandes, pero puntuales, noches de alegría para los reds. El Liverpool de Klopp quedó en eso: bestiales pero efímeras jaranas. El verano pasado fue el verdadero punto de inflexión. El técnico camaleonizó un equipo que en las citas más importantes derrochaba energía en la presión, y nunca se quedaba corto, pero que en el largo plazo sufría. Hasta entonces, la sensación que desprendía era la de un equipo más preparado para competir en Europa -por ritmo, impulsos y comportamientos- que en la Premier League.
Cuando parecía que el equipo no podía mejorar, Klopp cambió la vía de crecimiento para convertir al Liverpool en un equipo impermeable a diferentes contextos y poderoso en cada uno de ellos. Mejoró -casi- todos los registros. Si bien los de Anfield se encallaban ante los conjuntos menos propositivos con el balón, cuando los centrocampistas tenían que imaginar, el Liverpool agresivo en presión y vertical con el esférico se disfrazaba de grupo paciente que terminaba encontrando el camino de entrada al área rival. Aun con líderes destacados en lo futbolístico y en lo emocional, el sentimiento de conjunto siempre pesó más. Así pues, el Liverpool consiguió evolucionar hacia un equipo capaz de adaptarse y dirigir los partidos. Con matices y la misma esencia de siempre.
El Liverpool, a diferencia de sus competidores por el título, apenas se ha movido en este mercado de fichajes. No obstante, el verano anterior eligió a dedo cada una de las piezas que deseaba incorporar. El eterno debate de la defensa se cerró y el equipo empezó a ganar. Los números de goles encajados bajaron considerablemente, fue el conjunto que menos goles recibió, con 22, uno menos que el Manchester City. La llegada de Alisson Becker y la irrupción de Virgil Van Dijk, candidato al Balón de Oro, fueron la clave de la mejora en la parcela defensiva.
Una de las decepciones fue Naby Keïta. El centrocampista llegó con un cartel extraordinario e incluso Klopp retocaba tácticamente el equipo cada vez que el guineano entraba en el once para favorecer su impacto. Pero el contexto que ofrece la Premier League, sumado a la exigencia -sobre todo sin balón- del Liverpool, impidieron que jugase más minutos. Las lesiones tampoco ayudaron. Fue un caso similar al de Fabinho, al que hasta bien entrada la temporada no empezó a destacar, aunque terminó siendo una pieza importante. El cuarto fichaje fue el de Xherdan Shaqiri. Pese a que en perspectiva global de la temporada pareció un personaje secundario, tuvo tramos con un rendimiento notable. El papel del suizo, una de las gangas de la última ventana de traspasos, evidenció la dificultad de suplir a uno de los tridentes más peligrosos del mundo.
Este verano el Liverpool ha incorporado a Sepp van den Berg, un joven central con mirada al futuro procedente del PEC Zwolle. A este se une otra prometedora incoropración para el equipo sub 23, la de Harvey Elliott. Los reds se han adelantado a sus competidores para fichar al debutante más joven de la Premier, que llega procedente del Fulham. Con apenas 16 años, el extremo muestra un potencial notable, pero su comportamiento en redes sociales también denota mucho trabajo por hacer en cuanto a su madurez como futbolista y persona.
El balance de fichajes no debe ser negativo por no haber conseguido el traspaso de un futbolista que mejore la plantilla, sino positivo porque ningún jugador con peso se ha ido (a pesar de Alberto Moreno) ni tampoco lo ha deseado. El lateral español se pasó los últimos tres años jugando a la videoconsola mientras sus compañeros entrenaban, le retiraron la plaza reservada del parquin de Melwood y tenía el acceso restringido a Anfield. Alberto nunca se preguntó qué pasaba, él solo quería una cosa, lo único que le hacía feliz: salir de fiesta con los brasileños del equipo. También se marcha definitivamente del club Danny Ings, quien tiene el nombre de Instagram más ingenioso, posiblemente, de todo el mundo. También cierra su etapa en el club Daniel Sturridge, que desde hace ya algunas temporadas apenas apareció en los onces.

De cara a la nueva temporada no se esperan grandes cambios. Sin embargo, hay algunos nombres que podrían ganar peso como titulares y consolidarse a medio o largo plazo: Joe Gomez y Naby Keïta. El central inglés, que en alguna ocasión también ha actuado como lateral, tiene una proyección ilusionante, pero a sus 22 años ya se ha topado con tres lesiones considerables. La última le apartó de los terrenos de juego durante cuatro meses. El autodenominado como “uno de los mejores centrales del mundo” Dejan Lovren y Joel Matip son la competencia directa, pero el segundo ya se asentó como acompañante de Virgil Van Dijk durante el año pasado. En cuanto a Keïta, su rendimiento solo puede -y debe- ser ascendente. Aunque el Liverpool ha mejorado ante equipos encerrados en bloque bajo, la imaginación, conducción y peso en el último tercio de campo del guineano tendrían que ser un valor añadido fundamental.
El resto del equipo deja poco al azar. En los laterales, Trent Alexander Arnold y Andrew Robertson ya se presentan como dos de las alas con más calidad del mundo. Además, tienen un peso estructural crucial, tanto en salida de balón como en campo contrario. Cada uno sumó más de diez asistencias la temporada 2018/19 y sus centros desde las bandas fueron una amenaza constante, pese a que el Liverpool no tiene el perfil de un rematador nato (no, Divock Origi tampoco lo es).
En el centro del campo, Fabinho seguirá dirigiendo como pivote, más que asentado ya como ‘5’. Mientras que Jordan Henderson podría seguir luciendo el rol que le otorgó Klopp a mediados de la temporada pasada, menos posicional, con soltura y vuelo hacia el área, entrando desde segunda línea. El tercer puesto de la sala de máquinas queda reservado, por lo menos de inicio, para el incombustible Georginio Wijnaldum. Sería un pecado no mencionar por aquí a James Milner, un ‘clase obrera’ que seguirá su carrera, un año más, en un equipo de élite a base de trabajo. Este tipo sí que debería ser un ídolo.
Si en el once pocas caras cambiarán, en la delantera podemos asegurar que no lo hará ninguna. Sadio Mané, Roberto Firmino y Mohammed Salah serán los encargados de aportar los goles. El senegalés marcó tantos como Salah en Premier League, 22. Ambos empataron como los jugadores que más veces convirtieron con Pierre-Emerick Aubameyang. Klopp matizó los movimientos de Mané, que se acercó a la portería rival y los dígitos aumentaron. Sin ser un rematador, aun habiendo mejorado de cara a puerta, los goles llegan por inercia. El Liverpool, por abrasión, es uno de los equipos que más genera del mundo. Los otros dos integrantes del tridente, Firmino y Salah, mantuvieron su línea. El brasileño fue de menos a más, mientras que el Egyptian King dejó claro que no fue un one season wonder.
Si bien es cierto que formar parte del ataque red está más caro que nunca, hay algunos jóvenes que van llamando a la puerta. Uno de ellos es Harry Wilson, que jugó la temporada pasada en el Derby County. Otro de los que destacan, y que ha dejado buenas sensaciones esta pretemporada, es Rhian Brewster. El joven delantero podría pelear por ser el suplente de Firmino con Divock Origi, quien gastó toda la suerte de su carrera en apenas un mes (y no le salió mal). También es importante mencionar en este apartado a Alex Oxlade-Chamberlain. El internacional inglés se lesionó en uno de los mejores momentos de su carrera, cuando estaba jugando como interior, pero esta temporada podría volver a jugar como extremo.

El Liverpool ha mantenido el bloque, y es que es difícil encontrar a nombres que mejoren su once inicial. Habiendo conservado su fondo de armario, los de Klopp volverán a tener como objetivo competir por la Premier League. La temporada pasada, los reds jugaron a lo largo de las 38 jornadas de liga al 100% de su potencial -o más, obviando el fatídico inicio del 2019-, mientras que el Manchester City dejó la sensación de que podía seguir jugando durante varios meses más y no perdería ni un solo partido. Nada nos hace pensar que esta temporada cambiarán.
Así pues, de cara a esta Premier League 2019/20, el Liverpool debe seguir la línea que comenzó hace justamente un año y esperar que el Manchester City se humanice. Y ahí sigues tú, que después de leer estas líneas, una frase va dando vueltas por tu cabeza: “¿Por qué no este año?». Todo puede suceder con Alisson materializando imposibles, Van Dijk liderando al equipo, los laterales volando por las bandas y con un tridente inconmensurable. Los campeones de Europa inyectaron una nueva dosis de confianza en este equipo para que esa mezcla de esperanza y convicción se convierta, por fin, en una realidad. Para que creas, igual que el pasado mes de agosto, pero con más motivos que nunca, que “este año, sí”.