Veamos el asunto desde este punto de vista: supongamos que nada ha sucedido y han pasado seis meses. El Arsenal se ha quedado fuera de la Champions League y su mejor jugador, Alexis Sánchez, se marcha gratis al Manchester City (parece que ese era su destino favorito). El Manchester United finaliza la liga como subcampeón y el valor de Henrikh Mkhitaryan equivale al de una naranja madura tras seis meses sin jugar en el equipo de José Mourinho. En esa hipótesis, el Arsenal pierde el valor de un jugador como Alexis, el Manchester United deja pasar la oportunidad de cambiar un jugador que no cuenta por otro que sí lo hará, Mkhitaryan se pasa seis meses en la grada jugando a Angry Birds y Alexis le hace la vida imposible a sus compañeros de vestuario con sus rabietas durante sus últimos meses en el Emirates mientras pasea a sus perros y sueña con lo que podría haber sido.
Es evidente que aquí todos ganan pero el Arsenal emerge como vencedor último. Arsène Wenger ha intercambiado a un jugador excelente que era una bomba de relojería a punto de estallar en el vestuario y que se iba a marchar gratis en verano por otro más dócil que tiene un estilo de juego y un carácter idóneos para la idiosincrasia del club, o sea, de Wenger. El Arsenal se ha ahorrado al menos 30 millones de libras, que es lo que le habría costado Mkhitaryan en verano si hubiera querido ficharle. Y eso suponiendo que Mourinho hubiera accedido a reforzar a su archienemigo.
En abstracto, Alexis es un jugador más determinante que Mkhitaryan. Pero el fútbol no se juega en un mundo abstracto sino con otros diez compañeros con nombre y apellidos y sus propias características individuales. En los últimos tiempos, a pesar de seguir aportando su cuota de goles (tres en sus últimos nueve partidos), Alexis había adquirido ciertas manías sobre el terreno de juego que cada vez molestaban más a aficionados y compañeros. Su creciente individualismo ha provocado que Alexis sea el octavo jugador que más balones ha perdido en esta Premier League (48, solo por detrás de Wilfried Zaha, Jordan Ayew, Richarlison, Salomón Rondón, Dele Alli, Mohamed Salah y Josh King).
Además, el estilo de juego y el rendimiento de Alexis han perjudicado a alguno de sus compañeros, comenzando por Alexandre Lacazette, que suma un solitario gol desde principios de diciembre (y contra el Crystal Palace, así que no cuenta). Al delantero francés debería sentarle mejor la presencia de un asistente como Mkhitaryan que un finalizador como Alexis. El media punta armenio debería encajar como anillo al dedo en la media punta junto con Mesut Özil por detrás de Lacazette en el 3-4-2-1 de Wenger.
Más complicado parece el encaje de Alexis en el Manchester United. Anthony Martial parece haber resucitado en la banda izquierda del 4-2-3-1 de Mourinho y no debería moverse de ahí. Jesse Lingard es el jugador más en forma del equipo y también debería mantener su lugar, así que Alexis podría encajar en la media punta por detrás de Romelu Lukaku. Desde luego, la presencia del chileno será un alivio para el belga, ya que descargará parte de la presión goleadora ejercida sobre el exjugador del Everton. Pero, en cambio, condenará definitivamente al ostracismo a Marcus Rashford y Juan Mata, que con este fichaje puede empezar a pensar en hacer las maletas. El español había ganado minutos gracias a la desaparición de Mkhitaryan, que jugó un solo partido de liga como titular desde el 5 de noviembre, pero con la llegada de Alexis su cuota de minutos debería bajar de nuevo.
Insisto: todos ganan en esta operación. Pero el Arsenal gana un poco más que el resto.

Al igual que Ilie, tengo que matizar antes de nada que estamos ante una doble alegría: nadie se levantó descontento de esa mesa de negociación cuando Arsène Wenger y José Mourinho se estrecharon las manos con el acuerdo cerrado. Bueno, sus intermediarios. Si hubiesen estado ambos en persona en la misma habitación probablemente habrían usado las manos para fines más violentos. El caso es que yo voy a colgarle la medalla al Manchester United, no al Arsenal. Porque, yendo al fondo del asunto, son los que han conseguido una victoria verdadera.
El Arsenal se ha ganado el derecho a ser considerado siempre como candidato a todo en Inglaterra, no sólo por Arsène Wenger, sino por una historia que abarca tres siglos. Ese estatus arrastra años de erosión por la crisis que está manchando los últimos cursos del ídolo francés en el banquillo. Y que Alexis Sánchez haya aporreado la puerta de salida hasta conseguir huir del norte de Londres es un doloroso síntoma de semejante pérdida de poder. Porque sí, los Gunners han sorteado una situación complicada incorporando a un jugador excelente como Henrikh Mkhitaryan, pero no es el escenario ideal que ellos habrían preferido.
Alexis ha sido la indiscutible estrella de este Arsenal y el principal motivo de los éxitos recientes —que, aunque escasos, los ha habido—. Y creo que si le hubiésemos concedido tres deseos al club en estos últimos meses, uno habría sido que el chileno se quedara. Estableció su propio récord con 24 goles en liga la temporada pasada a pesar del ambiente pesimista en el Emirates Stadium y, con 29 años recién cumplidos, apunta a una madurez envidiable. Además de cansarse del Arsenal por no llenar sus ambiciones futbolísticas, ha acabado en un rival directo. Para un club dentro de los seis grandes, que tu estrella se vaya porque no ve un futuro ganador es siempre una derrota. Por mucho que a la hora de su partida minimices daños con un movimiento inteligente.
En el otro lado, el Manchester United es un club que se ha topado con un río revuelto, ha sacado la caña y ha pescado el pez más gordo. Mkhitaryan es un genio cuya compenetración con Mourinho se ha demostrado imposible, pero a pesar de su calidad toda Europa sabía que los Red Devils querían deshacerse de él. Y eso supone una caída drástica de su precio. Incluso en el mercado en el que hoy nos movemos, no creo que el United hubiera sacado mucho más por Mkhitaryan de los 25 millones aproximados que valía el traspaso de Alexis este invierno, así que en términos de precios tampoco veo que el club mancuniano haya cometido un error aceptando un cambio de cromos.
Los de Old Trafford observaron desde lejos un conflicto que nada tenía que ver con ellos, esperaron al momento perfecto y usaron una pieza inútil —el criterio del United para considerar a Mkhitaryan inservible es ya otro debate— como solución para no desembolsar ni un euro por una estrella que se codea con la élite mundial y alza aún más el nivel medio de la plantilla. Dónde colocarán a Alexis será un bendito dilema: añadir su calidad a Romelu Lukaku, Anthony Martial, Jesse Lingard, Marcus Rashford, Zlatan Ibrahimović y Juan Mata abre un abanico de posibilidades enorme para una rotación ofensiva espectacular. Y no olvidemos un detalle no menos importante: se han llevado a un jugador por el que el Manchester City llevaba meses suspirando.
Que los dos salgan contentos de la operación no significa que ambos hayan ganado. Al Arsenal le queda la amargura de ver a su estrella convertirse en rival porque no quiso jugar en la Europa League. El Manchester United ha utilizado la inevitable venta de Mkhitaryan para financiar un fichaje galáctico cuando más devaluado estaba y más equipos andaban detrás. Una victoria mancuniana a todos los niveles.