Ander Iturralde

Se acaba aquí

Quedará el Brighton después del Leicester, pero el sentimiento abrumador es que si, si, el Manchester City será detenido por alguien será por el equipo al que dirige Brendan Rodgers. Es cierto que el Queens Park Rangers estuvo a punto de frenar al Manchester City cuando ya nadie lo iba a hacer hace siete años. Pero aquello parecer ser más la excepción a la regla que algo que se pueda repetir con el Brighton.

Es Rodgers o no es nadie. La narrativa chocará de frente y se entrelazará con uno de los personajes más perfectos que esta ocasión podía haber deseado. Brendan Rodgers, que encendió al Liverpool tras cinco años de oscuridad para casi ganar la liga, es quien puede dársela a su antiguo club tras otros cinco años. Sin embargo, no sería necesariamente por hacerle un favor al Liverpool, sino también por hacerse un favor a sí mismo: pocos disfrutan más que abrazar a la teatralidad del fútbol, de absorber la luz de esos focos sobre los que la situación se fijan. Convertirse en una figura de culto, de la forma y en el momento en que lo hizo, hizo que fuese catapultado a la esféra del estrellato del fútbol; si bien hay más niveles por alcanzar. Que Luís Suárez mordiese a Giorgio Chiellini casi le hundió la carrera. Y no nos equivoquemos, lo que está haciendo ahora es recuperarse de aquello. Más errores continuaron al de Suárez, pero ese acontecimiento fue lo que provocó fichar a Mario Balotelli y al Liverpool tener que caer en un agujero de cinco años antes de volver a poder pelear por una Premier. Aquello de Suárez casi hace que Rodgers se convirtiese para siempre en aquello que no querría: sólo un buen entrenador. No una estrella. Pero se las ingenió para pasar casi tres de rehabilitación en el sitio más cómodo del mundo del fútbol: el Celtic de Glasgow (con el Rangers fuera de contención).

Por supuesto, la presión era enorme como en cualquier lugar que aúne semejante masa social, pero no así la dificultad en comparación con infinidad de otros sitios. Con ser un buen entrenador te vale para ganar con facilidad, con ser un muy buen entrenador, como es el caso de Rodgers, te vale para batir récords y demostrar, en el pequeño margen existente, tu notoriamente superior habilidad respecto a los entrenadores del club en los últimos qué, ¿quince, veinte, treinta años? Al final, sin embargo, muchos acabaron odiándole porque esa ambición nunca se fue en Rodgers. Sí, es divertido hacer bromas respecto a su “ego”, lo cual no viene a ser más que su caricatura de entrenador. Esa sonrisa inconfundible, ese juego proactivo y expansivo que casi por necesidad tiene que acompañar a un entrenador si este quiere ascender hasta poder codearse en la primera línea del fútbol Mundial. Por eso Sean Dyche (muuuuy probablemente) nunca entrenará más que a un Everton en horas bajas; por eso (entre otras muchas cosas) será muy difícil para José Mourinho volver a su máximo nivel; por eso Sam Allardyce nunca dejará de quejarse de cómo el fútbol ha consiparado contra él a la hora de permitirle subir ese escalafón, ya que no se llamaba “Allardicci”. Rodgers, que pudo experimentar lo que era ser parte de un equipo de primera fila con el primer Chelsea de Mourinho, sabía lo que había que hacer antes de irse a recorrer su propio camino a la cima.

La suerte, como en cada una de nuestras vidas, jugó un gran papel. Pero no es casualidad que Rodgers tuviese la fortuna de llegar al Liverpool, y en cambio, por ejemplo, Allardyce no. Y aunque sea generalizar un poco demasiado, lo segundo ya vimos la pinta que hubiese tenido, y se llama “Liverpool de Roy Hodgson”. Rodgers tropezó con pasos de sinsabores en Watford y Reading, pero tras ellos llegó al Swansea y condujo a los “cisnes” a la Premier League. Y fue un primer año sobresaliente en ella, en el momento perfecto: en el cual un equipo de la talla del Liverpool buscaba nuevo cabeza de cartel para su banquillo. Y Rodgers llegó a Anfield. Y hoy, en las horas previas, está ante la posibilidad de poder cambiar la historia de la Premier League y de una de sus carreras por el título más atronadoras que jamás se han visto; más implacables, más incesantes. Él tiene la oportunidad de cambiarla y dejar unas imágenes que se repetirían durante años y años; que podrían jugar un rol capital en que él vuelva a esa primera fila después de “llevar al Leicester a una impresionante quinta posición en liga”. Como en el Celtic de Glasgow, su margen para avanzar no es tan inevitablemente obvio, y por ello surgieron muchos de los ataques y de las críticas por su marcha del Celtic. Con un poco de retintín, el fantástico Hydall Codeen decía en una reciente columna en Vice que Rodgers “vio” al Manchester City en la penúltima jornada del calendario del Leicester antes de firmar por los Foxes.

 


jugadores_del_leicester_celebrando
Jamie Vardy (izquierda), Wes Morgan (centro) y Jonny Evans (derecha) celebran lo que acabó siendo una victoria del Leicester (Alex Livesey/Getty Images)


Algunos dijeron que podría haber esperado a final de temporada a dejar el Celtic. No, alguien de la ambición de Rodgers no podía; sabía que la oportunidad del Leicester podría desvanecerse con cualquier pequeño giro del destino. Es el destino el que puede cambiar, ahora, en la liga por la que pelean Liverpool y Manchester City; los mismos dos clubes que pelearon por la liga cuando el propio Rodgers fue parte de la carrera a la cima. Todo acabará el lunes por la noche. Por mucho que dicha afirmación no sea técnicamente correcta, será en el Etihad donde se acabará esta carrera: o el City la gana o lo hace el Liverpool gracias al Leicester City de Brendan Rodgers. Más que Jürgen Klopp, Rodgers es posible que “querría” ser Guardiola. Reconocido amirador suyo y de la génesis que gestó de alguna forma su Fútbol Club Barcelona, qué mejor que vencer al “hombre” para poder volver a colarte en su misma esféra. Pase lo que pase el lunes, Guardiola seguirá siendo el entrenador del Manchester City y Rodgers volverá con su equipo a Leicester, pero su plan de volver a la cima habrá dado un paso de gigante hacia ser completado si gana. De nuevo, el potencial del lugar en el que está ahora no es unánimamente flagrante. Puede que acabe cayendo con el equipo por una espiral que le lleve a él a una dimensión de la que quizás nunca pueda salir; un equipo muy estimulante, con momentos deslumbrantes, pero con carencias que nunca llegan a ser superadas.

Aunque de forma más clara para Liverpool y para Manchester City, la oportunidad está ahí para él también. Estamos a tan sólo dos jornadas del final, de la resolución: de la confirmación de la crueldad que será que uno de estos dos equipos no gane la Premier League este año. Hay quienes ya están lijando su antorchas, preparándose para darles fuego y echarse a las calles para dejar claro con un énfasis inesquivable lo fracasado que será el equipo que no acabe ganando. Como ahora mismo no dejan de ganar, inmersos en este sprint final, el hecho de que esto sucederá no es tan obvio como lo sería de otro modo. Pero esto será lo que suceda. Ganar la Champions League era para el Liverpool lo que podía amortiguar el golpe, pero ya ni esa vía parece que les salvará del desgarrador -futbolísicamente, competitivamente hablando; tampoco se les ha muerto nadie- desenlace que tendrá la liga aunque ni ellos ni Cityzens vuelvan a perder, aunque ambos ganen los dos partidos que les quedan.

Pero al Manchester City le queda Brendan Rodgers, que con Kolo Touré por ahí deambulando dentro de su cuerpo técnico, podría acabar ofreciendo el alivio cómico. Porque aparte de lo poético que sería, sería muy gracioso que ellos decidan la liga, esta liga. Otro viejo conocido fue quien casi arruinó la liga al Manchester City. Para hacer frente al equipo que se lo dio todo, menos la confianza cuando más la necesitaba, Mark Hughes regresó al Etihad para derrotar a un equipazo que era el Manchester City con el Queens Park Rangers. El QPR. Es que aquello fue demencial: cómo quedándose con uno menos con la expulsión de Joey Barton casi ganan aun así con goles de Djibril Cissé y Jamie Mackie. Este Leicester es mejor equipo, tiene mejores jugadores y probablemente un mejor entrenador en Brendan Rodgers. Hughes, en cambio, y aún sin ser Allardyce o similares, tampoco ha sido nunca del todo alguien de exprimir los momentos de fanfarria. Al final puede que lo lógico suceda, que el Manchester gane cuatro a cero con comodidad y se dirija a Brighton para levantar el trofeo de campeón. Pero puede, puede que Rodgers lo acabe haciendo, puede que acabe con esta carrera y acabe dándole una Premier League al Liverpool.


gettyimages-1136170633
Brendan Rodgers (Jan Kruger/Getty Images)

Sobre el autor

Ander Iturralde