Cuando el Manchester City anunció la contratación de Pep Guardiola el 1 de febrero de 2016 fue la culminación de un viejo anhelo del jeque Mansour. Ya en 2012, cuando Roberto Mancini era entrenador del club de Mánchester y el técnico catalán anunció que dejaba el Barcelona, el mandamás del Manchester City hizo todo lo posible y parte de lo imposible para convencer a Guardiola de mudarse al norte de Inglaterra. No fue suficiente y el catalán fichó por el Bayern de Múnich tras un año sabático en Nueva York.
El jeque compró el Manchester City en 2009, cuando el Barcelona de Guardiola se encontraba en su apogeo. Con canteranos como Leo Messi, Sergio Busquets, Carles Puyol, Andrés Iniesta o Xavi Hernández en el césped y otro en el banquillo en la persona de Guardiola, el Barcelona despertó las fantasías de medio mundo y dominó las competiciones domésticas e internacionales con puño de hierro durante un lustro. Así que el jeque se propuso crear el Barcelona inglés en Mánchester.
A eso se deben las contrataciones de Ferran Soriano como director general, Txiki Begiristain como director deportivo, media docena de dirigentes intermedios y, en última instancia, Pep Guardiola como entrenador. Además de la inversión de más de 100 millones de libras en la construcción de la academia y centro de entrenamiento más modernos del país, destinado a formar a jugadores que alimenten el primer equipo como hizo el Barça de Guardiola. Aunque, por supuesto, el anhelo último del jeque al recrear el modelo del club catalán no tenía tanto que ver con la excelencia en el juego como con la consecución de títulos. Y, por encima de todos, uno: la Champions League.
Roberto Mancini conquistó la primera Premier League de la historia del club, la segunda en su centenaria existencia. Manuel Pellegrini añadió una tercera en las vitrinas del club y Pep Guardiola sumará la suya en cuestión de días. La liga ha dejado de ser una prioridad para el Manchester City, que se ha convertido en una potencia mundial y financiera de la mano (y el bolsillo) del jeque. El club se ha convertido en la punta de lanza de un extenso grupo que incluye clubes en todos los rincones del mundo, desde Australia y Japón hasta Estados Unidos pasando por Sudamérica.
Para el jeque resultó especialmente dolorosa la derrota en semifinales de la Champions League en 2016, cuando el Manchester City cayó ante el Real Madrid por un marcador global de 1-0. No fue el resultado lo que molestó al dueño del club, sino la forma en que se produjo. El City se mostró siempre inferior a su rival y dio la impresión de que jamás llegó a creer que pertenecía a esa instancia de la competición. El Manchester City siempre se sintió fuera de lugar, como un mendigo invitado a una fiesta de la alta sociedad.
Las esperanzas se dispararon con Guardiola, doble campeón de la Champions League en 2009 y 2011. El jeque ha sancionado una inversión neta de 360 millones de libras (413 millones de euros) en estos dos años de la era Guardiola destinados a aupar al City al escalón donde se encuentran Bayern de Múnich, Barcelona y Real Madrid, los tres clubes que suman más semifinales de Champions League en los últimos diez años. El sueño del jeque es colocar a su club junto a esos tres gigantes europeos.
Sin embargo, Guardiola no ha logrado en estos dos años ni siquiera igualar las semifinales de Pellegrini. El curso pasado, el Manchester City cayó en octavos de final en Mónaco y en esta ocasión lo ha hecho en la siguiente ronda ante el Liverpool. Dos clubes con un presupuesto que es una fracción del de los Citizens. Estos fracasos europeos se suman a los que vivió en su etapa en Múnich, donde encadenó tres participaciones consecutivas en semifinales pero cayó sucesivamente ante Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid.
Un artículo del rotativo inglés The Telegraph se preguntaba esta semana si Guardiola debería cambiar su libreto en las competiciones europeas. Es evidente que su modelo está probado en la liga. El catalán ha conquistado siete de las nueve ligas que ha dirigido como entrenador (tres en cuatro años con el Barça, tres en tres con el Bayern de Múnich y una en dos con el Manchester City). Pero sus equipos han fallado en Europa reiteradamente en las últimas ediciones de la Champions League. Y lo han hecho siguiendo patrones similares.
El Manchester City de Guardiola comenzó tanto la temporada anterior como esta a todo ritmo. En su primera temporada, el City ganó seis de sus primeros siete partidos de Premier League y se colocó rápidamente como líder, un puesto que perdió en octubre y ya no volvió a recuperar. Esta temporada, el equipo ha seguido un camino similar. El City no perdió su primer partido de liga hasta enero pero desde entonces ha caído ante Liverpool (4-3) y Manchester United (2-3), desperdiciando la ocasión de conquistar la liga ante el acérrimo rival. También en 2018, el City cayó en Copa ante el Wigan de tercera división (1-0) y ha perdido los dos encuentros de Champions League ante el Liverpool. En estas dos temporadas, la exigencia física del modelo de juego de Guardiola y sus escasas rotaciones han provocado que su equipo llegue mermado a esta fase final de la temporada. No es casualidad que el Liverpool remontara en Champions un 1-0 y el Manchester United un 2-0 en las segundas partes en el Etihad.
Pero el cansancio no es la única respuesta a las derrotas europeas de Guardiola. Existe también un patrón que se repite y que guarda relación con el modelo de juego y la estrategia del técnico de Santpedor. Desde que ganó su última Champions League en 2011, los equipos de Guardiola suman cuatro semifinales, unos cuartos y unos octavos.
En 2012, en su última temporada en Barcelona, el equipo de Guardiola cayó eliminado tras empatar a dos ante el Chelsea de Roberto Di Matteo en el Camp Nou. A pesar de adelantarse en el marcador y de la expulsión de John Terry en la primera parte, el Barcelona encajó dos goles en sendos contraataques culminados por Ramires y Fernando Torres.
En 2014, ya en Múnich, el Bayern perdió en la ida de semifinales ante el Real Madrid de Carlo Ancelotti y en la vuelta Guardiola se lanzó en tromba ante su rival. Acabó cayendo 0-4 en el Allianz Arena en la peor derrota europea de la historia del Bayern. Al año siguiente, el Bayern se encontró con el Barcelona. En la ida, los alemanes cayeron estrepitosamente por 3-0 y la victoria por 3-2 en la vuelta fue estéril. Finalmente, en su último año en Alemania, el Bayern estuvo más cerca que nunca de acceder a la semifinal pero quedó apeado ante el Atlético de Madrid por el valor doble de los goles en campo contrario.
En Inglaterra, el City quedó eliminado en octavos la temporada pasada ante el Mónaco a pesar de remontar un 2-3 adverso en la ida para acabar imponiéndose por 5-3. Pero el 3-1 del equipo monegasco en la vuelta eliminó a los Citizens de nuevo por valor doble de los goles visitantes. Y este año, el Liverpool ha sido el verdugo de Guardiola gracias al contundente 3-0 de Anfield, que obligó al catalán a optar por un planteamiento ultraofensivo que acabó fracasando.
Como hemos dicho, desde que ganó su última Champions, Guardiola ha quedado eliminado en cuatro semifinales, unos cuartos y unos octavos. En esas eliminatorias, los equipos de Guardiola encajaron 26 goles en doce partidos, una media superior a dos por partido. No es casualidad que la eliminatoria en que más cerca estuvo de pasar, ante el Atlético de Madrid, también fuera aquella en la que recibió menos goles (2). Con el Barça ante el Chelsea, su equipo encajó tres goles. Recibió cinco ante Real Madrid y Barça con el Bayern. Y seis y cinco con el Liverpool ante Mónaco y Liverpool.
El fútbol de posición de Guardiola ha revolucionado el fútbol inglés y ha obligado a todos los demás equipos a añadir nuevas variantes a su repertorio para contrarrestarlo. La liga inglesa es hoy tácticamente más rica que antes de la llegada del técnico catalán. Su equipo es posiblemente el más entretenido y vistoso de ver de toda la competición. Pero si Guardiola quiere volver a reinar un día en Europa, algo que no logra desde hace ya siete años, deberá adaptar su estilo a las exigencias de la competición continental. Quizás un enfoque más pragmático le habría permitido avanzar más lejos en estos años. Sus ansias ofensivas permitieron al Chelsea remontar una eliminatoria que tenía perdida en el Camp Nou con el marcador en contra y un hombre menos. Ante el Real Madrid en 2014, el Bayern solo necesitaba un gol para forzar la prórroga. Acabó cayendo 0-4. Ante Barça en 2015 y Liverpool en 2018, el equipo de Guardiola arrancó la eliminatoria perdiendo 3-0.
Guardiola, un técnico propenso a la innovación y la búsqueda constante de nuevas soluciones, deberá analizar al detalle sus últimos fracasos continentales. Culpar al árbitro quizás le ayude a desviar el foco de su persona pero no contribuirá a encontrar soluciones. La inversión realizada y la ambición demostrada por el dueño obligan al técnico a llevar al Manchester City hasta la última instancia de la Champions League. Si no lo logra, la etapa del catalán en Inglaterra solo podrá considerarse como una decepción.