En 1999, Howard Wilkinson, seleccionador inglés provisional, acabó perdiendo los nervios en una rueda de prensa y espetó a los periodistas presentes en la sala: “¿Cuántos partidos internacionales habéis disputado entre todos vosotros?”. Desde el fondo de la sala, emergió una voz profunda: “43”. Era Jimmy Armfield, excapitán inglés, leyenda del Blackpool y comentarista para la BBC durante los últimos años de su vida.
Los primeros recuerdos de Armfield se remontan a las bombas que cayeron sobre Mánchester durante la Segunda Guerra Mundial, como confesaba en una fascinante entrevista concedida a la BBC solo unos meses antes de fallecer a los 82 años víctima de un cáncer. En ella, exhibe todo su encanto y carisma para repasar la historia del fútbol inglés desde los años 50 hasta la actualidad. Pocos personajes pueden presumir de haber sido protagonista de la rica historia del balompié insular durante más de medio siglo como lo fue Armfield: jugador, entrenador y comentarista. Y, además, brillante en todas esas facetas.
Armfield no estaba destinado a jugar a fútbol pero todas las circunstancias se alinearon para que así fuera. Su familia se mudó a Blackpool después de la Segunda Guerra Mundial y allí cambió el rugby por el fútbol. De jugar partidos en la playa pasó a realizar una prueba para el club de la ciudad. A pesar de ser diestro, fue colocado en el extremo izquierdo, lo cual no fue un impedimento para que marcara los cuatro goles en una victoria por 4-1. Ya no abandonaría el club en diecisiete años.
Durante ese periodo, disputó 569 partidos con los Tangerines y estuvo a punto de conquistar la liga en 1956, cuando el equipo finalizó en segunda posición. En el Blackpool coincidió con algunos de los mejores jugadores de su época, como Stan Mortensen o, sobre todo, Stanley Matthews, ganador del primer Balón de Oro de la historia. Para Armfield, Matthews fue el mejor jugador inglés de la historia. Y fue con él con quien creó el desdoble por banda. “A menudo le marcaban dos jugadores y por eso comencé a desdoblar”, explicó a la BBC. Aunque el entrenador Joe Smith no lo vio claro al principio: “Por si no te has dado cuenta, a nuestro número siete [Matthews] le ha ido bastante bien sin tu ayuda hasta ahora”.
En el Blackpool, Armfield se estableció como el mejor lateral derecho inglés de la primera mitad de los años 60 y quizás de Europa. De hecho, en 1957, Matt Busby quiso ficharle para el Manchester United, donde jugaban varios amigos de Armfield, como Duncan Edwards o Bill Foulkes, con los que había coincidido en el equipo del ejército. El fichaje no se llevó a cabo y Armfield esquivó de este modo el accidente aéreo de Múnich de 1958 donde buena parte de los Busby Babes perdieron sus vidas.
Fue capitán en el primer partido de Sir Alf Ramsey como seleccionador inglés. El equipo perdió 5-2 en aquel debut ante Francia y, tras el partido, Ramsey se acercó a Armfield y le preguntó: “¿Siempre jugáis así?”. A lo que su capitán le respondió negativamente. “Es la mejor noticia que me han dado en toda la noche”, le respondió Ramsey. Armfield fue el lateral derecho titular de la selección inglesa en el Mundial de 1962 pero una desafortunada lesión le apartó de la titularidad y Bobby Moore heredó el brazalete de capitán. Armfield no pudo jugar ni un minuto en el triunfo inglés sobre suelo patrio cuatro años más tarde. Un triunfo por el que no recibió una medalla hasta más de cincuenta años más tarde. En aquella época, la FIFA solo concedía medallas a los once futbolistas que jugaban la final pero tras una campaña inglesa para que el resto del equipo ganador del 66 recibiera sus medallas, Armfield recogió la suya de manos del primer ministro Gordon Brown en 2009.
Tras casi dos décadas vistiendo la camiseta del Blackpool, Armfield colgó las botas y emprendió su carrera de entrenador. Dio sus primeros pasos en el Bolton, al que ascendió a segunda división, antes de tomar las riendas del Leeds United en 1974 en sustitución de Brian Clough. Armfield condujo a los Whites a la final de la Copa de Europa de aquella temporada, en la que sucumbió por 2-0 ante el Bayern de Múnich. Permaneció cuatro años en el Leeds, en los que el equipo se mantuvo en la parte alta de la tabla y compitió por las copas domésticas.
Los cuatro años al frente del Leeds convencieron a Armfield de que entrenar no era su vocación a pesar de los éxitos logrados. Y entonces emprendió la tercera etapa de su carrera en el fútbol: como comentarista. Como había hecho como jugador y entrenador, se tomó su labor en los medios de comunicación con profesionalidad y dedicación. A lo largo de casi tres décadas analizando partidos, se ganó a pulso el respeto de los periodistas, que estos días han mostrado su consternación por el fallecimiento de Armfield.
Los últimos años de su vida fueron para Armfield una consecución de reconocimientos. Desde su entrada en el salón de la fama en Mánchester hasta la estatua en los aledaños de Bloomfield Park, pasando por su nombramiento como Comandante de la Orden del Imperio Británico. Armfield era uno de los últimos exponentes de una era desaparecida para siempre. Una era en que los jugadores de fútbol eran, ante todo, caballeros. En que eran fieles a su club hasta la última patada a un balón. En que representaban a su país con orgullo y humildad, conscientes de que cada vez podía ser la última. En que se presentaban en los medios de comunicación sin la superioridad del que se ha ganado la vida jugando a fútbol. En que los futbolistas no aparecían en televisión sino en el supermercado de su barrio para hacer la compra. Unos tiempos que quedan hoy un poco más lejos sin Jimmy Armfield.