Durante años hubo una especie de desconexión entre Sol Campbell y el resto del mundo del fútbol. Empezó cuando dejó el Arsenal y después el Portsmouth. Y desembocó ya adentrado profundamente en su retirada. Una persona que quería entrenar pero a la que nadie terminaba de encontrar el pulso, de entender completamente. Una situación nimia pero a la vez complicada. Por una parte teníamos su supuesta peculiar personalidad, de alguien que una vez abandonado los terrenos de juego como jugador, que nadie sabía dónde encajar. Pero, al mismo tiempo, su raza. En la superficie, se podía sospechar racismo si, sin mayor contexto y análisis de la situación, observabas a Frank Lampard y a Steven Gerrard ser otorgados de salida, con poco más que nombre y labia, los puestos de Derby County y Rangers de Glasgow. Y, aun así, se puede argumentar una discriminación inmerecida. Puede ser de lo más ligera, puede ser hasta inconsciente. Al final, es difícil, entenderse a uno mismo, no hablemos ya de otra persona. De alguien que no tiene la misma apariencia que tú. Es un asunto complejo, interesante por eso mismo, pero tampoco en un sentido morboso o irónico. Es una búsqueda de justicia y, cancelando todo el ruido añadido, ello es el punto que hay mantener en el objetivo, en el punto de mira. Porque la injusticia es intrínseca con la existencia humana. Es irreversible, pero no por ello se ha de desistir en intentar mejorar dentro de las capacidades de uno. Que Sol Campbell triunfase con un equipo, tan atado a sus propias «precariedades» como el Macclesfield, y ahora reciba una oportunidad mejor, es una buena noticia.
Es un acto de difícil equilibrio al mismo tiempo, encontrar ese punto entre sobrecompensar por discriminaciones que sufrieron de descuido, de desatención y conquistaron tantas partes de la sociedad, y ese punto de dar el puesto de trabajo a quien más se lo merece, a quien más preparado está. Tienes que elegir a la persona mejor preparada o deslegitimarás a tu propia causa, pasando de la discriminación simple de obviar a un candidato a la discriminación condescendiente, digamos. Y entonces habrás invertido el paradigma: no contratar, pese a que se lo marezca, a una persona de una raza distinta a contratarla, independientemente de si se lo merece o no, simplemente porque es de una raza distinta. Aplicado al fútbol, discriminaciones de este tipo, basadas en nada más que la persona al otro lado de la mesa es distinta a ti, son algo con lo que se está tratando de lidiar y de mejorar. Porque eso es lo que se debe hacer. Pero, a diferencia de lo que muchos venden a través de sus campañas, nunca será erradicado. Porque, de nuevo, el mundo no es justo. Un ser humano no es justo todas las veces. Querer “vencer” al racismo es absurdo porque es imposible; porque lo que estás intentando es que la gente no vuelva a tratar mal a nadie nunca. Porque el racismo no es un ente que existe por sí sólo. No es algo ajeno que puedes eliminar extraer de todo lo demás y eliminar. No es más que otro tipo de expresión de no tratar a alguien con respeto o, lo que quizás sea una mejor deficinión de «respeto» en este contexto, con “cortesía común». El respeto alguien se lo gana, no lo vas dando por ahí como si fuesen caramelos. Por infinidad de irrevocables razones alguien va a tratar mal a alguien. Puede que ese alguien se lo merezca, puede que no. Está suciendo en algún sitio mientras tú estás leyendo esto.
No se trata de “echar” al racismo. Porque, de nuevo, no es un resfriado contra el que utilizas medicina y ya está. Porque incluso con eso: te curas esta vez, pero eso no te garantiza que nunca volverás a ponerte enfermo. No deja de ser un organismo contra otro. Lo puedes mirar desde una perspectiva moral y por supuesto que deberías hacerlo. Pero la moralidad no lo es todo. No es lo mejor utilizarla para describir la complexión, pura y objetiva (sea lo que sea que signifique esto), de una cosa. Con la discriminación, en este caso basada en el factor racial, lo que hay que hacer es normalizar las diferencias. No forzar, no combatir: normalizar. Tanto como sea posible. Porque entonces las diferencias no serán un detrimento. Porque entonces las diferencias serán aceptadas y no atacadas. Serán tan bienvenidas como puedan serlo. Por eso, que Sol Campbell haya vuelto a los banquillos tras una pausa corta, pero pausa al fin y al cabo, es una buena noticia. Porque ayudará a normalizar diferencias. Que en este caso una gran parte de base es poco más que la apariencia física de unos y de otros.
Lo hace en circunstancias completamente distintas a las cuales se midió hace un año. Esa vez era un entrenador que no estaba en lo más mínimo contrastado. No tenía experiencia, ya que algo en el Sol Campbell entrenador no convencía al resto. Un obstáculo más en su caso, así como en cambio (por hacer las fáciles comparaciones) Chris Hughton es una de las personas más comprendidas y respetadas del fútbol inglés. La personalidad de Campbell es distinta. No por ello peor o menos efectiva como entrenador, sino una que por lo que sea desconcertaba a algunos. También, porque a diferencia de ejemplos como los de Lampard o Gerrard, Campbell se retiró y “se fue”. Lamps y Stevie G no dieron tiempo ni a respirar entre una cosa y la otra. Campbell se metió en política, con todo lo que eso siempre conllevará, y además como conservador, algo que para muchos es otro obstáculo filosófico, y uno insalvable para (uno esperaría) pocos. Además de que, volviendo al fútbol en sí, entrenadores altos, por hacer un análisis absurdo, siempre chocan visualmente; cuando la cámara tiene que apuntar hacia arriba, como cuando se les entrevista a Slavisa Jokanovic o a Paul Clement. Todo son factores que pueden o no entrar en juego pero que son potenciales factores después de todo. Sin embargo, volviendo a ponernos un poco más serios, nada de toda su presencia jugó un papel negativo en su primera gran prueba. Una batalla que podía parecer perdida cuando aceptó el trabajo con el peor equipo profesional, en ese momento, de todo el fútbol inglés.

El Macclesfield estaba último de todo lo que no fuese el fútbol amateur. Estaba último en la cola del supermercado, subiéndose a un avión… La vida existía y el Macclesfield era último. No por casualidad precisamente, recién ascendido de quinta división y unos pagos, pactados con jugadores y demás miembros del club, con los cuales no estaban cumpliendo. Allí, donde en la piscina no hace pie ni el propio Sol, el dos veces campeón de la Premier League como jugador decidió meterse. “¿Por qué Macclesfield?” le preguntan al comienzo de un reportaje de Sky Bet en la recta final de la temporada pasada, “¿Macclesfield? Eh… ¡Me aceptaron!”, conestaba Campbell entre risas. Cuando entró por la puerta, a finales de Noviembre del pasado año, toda la ilusión estaba ahí para ser realizada; aunque fuese con el equipo partiendo, con él, con siete puntos de desventaja de los puestos de salvación, teniendo solamente 10 en su casillero. Por un lado, no había mucho que perder. Pero por otro, un fracaso, por muy justificado que esté, no suele ser lo que más quieres imprimir sobre tu currículum. Así empezaba el reto. Supervisando Danny Whitaker, en un rol de entrenador-jugador, una victoria, Campbell fue anunciado el mismo día en el que consiguieron una segunda. Su debut, en cambio, les vería regresar a la senda de la derrota, un apretado revés de 1-0 en Colchester. Pero las semillas habían sido plantadas, en pleno Noviembre, pese al frío, para que Campbell pudiese aupar a este equipo; su primer equipo en tantos sentidos.
Serían siete nada menos los puntos cosechados de los siguientes nueve en disputa. Después de todo, de ser los problemas perfectamente ilustrados… “¿podrá conseguirlo?” se preguntarían muchos, con positiva curiosidad. Con esos puntos subieron hasta el 23er puesto de los veinticuatro que componen la liga. Era un solo escalón; uno que no volverían a bajar. Arañarían valiosos puntos a lo largo del resto del largo trayecto, contra equipos en mitad de tabla, contra equipos en ascenso. Se estaban manteniendo a sí mismos en la pelea. Sería un empate, precisamente y nada menos que contra el primero, el Lincoln, el que les sacaría del descenso. No volverían a caer a él. De cuya manera, llegando la última jornada, pitando el árbitro final por una última y definitiva vez, se salvaron. Contra el Cambridge, un empate a uno en casa, sellaron el objetivo por el que Campbell tanto había luchado. Con impagos, con una situación que probablemente fue peor, más complicada de lo que le contaron o él esperaba, logró su primer gran triunfo: sacar del fondo del barro al Macclesfield.
La pregunta de si ser negro le impidió conseguir ciertos trabajos le fue expuesta en el reportaje antes mencionado. “Quién sabe”, Sol respondía con una pasmosa a la par que notable naturalidad, “siempre intento creer que [tener] experiencia cuenta para todo y tienes que empezar en algún sitio. Espero que no fuese una barrera, pero si lo fue, es más problema suyo en realidad”. Con la salvación del equipo, al fin, tenía esa experiencia. Con la cual, el balón regresaba a su tejado. Ahora tenía algo con lo que negociar su futuro. Uno que quería extender como entrenador. “Me encanta estar en la hierba. Todos los días trabajando, construyendo”. Andy Cole, leyenda del Manchester United, acudió a la llamada de Campbell para convertirse en uno de sus asistentes, en la Inglaterra rural, donde se sitúan las instalaciones del Macclesfield. “Le encanta, le encanta”, decía Cole cuando le preguntaban sobre él, “trabaja muy duro en ello. Y quiere demostrar que puede lograrlo”. Y lo hizo. La situación, no obstante, no sería duradera. Después de querer intentarlo en una temporada completa, de continuar tras el éxito ya conseguido, todo llegó a un final abrupto: tras la primera y la segunda jornada, una derrota y una notoria victoria por 3-0 ante el Leyton Orient, dimitió. Y es que los problemas instucionales persistían. “El Macclesfield Town me ha proporcionado una fantástica curva de aprendizaje y una por la que estoy verdaderamente agradecido”, declaró tras su marcha.
Algo que llama la atención en Campbell, en función también de una imagen preconcevida, es cómo no despliega un porte abrumador, no tiene una voz especialmente grave para lo que uno podría esperar de su tamaño y del carácter que siempre demostró como jugador. Sin embargo, parte de ello le hace más interesante. Porque otra cosa que uno puede percibir al verle, al escucharle, es un sutil pero muy presente magnetismo. Y hoy es de nuevo entrenador jefe de un equipo profesional inglés; de un equipo mejor que el Macclesfield, bastante mejor, aunque simultáneamente en una parecida situación. En tercera división, a ocho puntos de la salvación, el Southend United ha decidido, tras muchas vueltas previas, apostar por alguien que ha demostrado, cuando por fin la ocasión se le presentó, ser capaz de lograr exactamente lo que ahora se le pide de nuevo: sacar al equipo de donde está. También estarán de nuevo a su lado Andy Cole así como su otro asistente en Macclesfield, el islandés Hermann Hreidarsson, alguien de quien fue compañero en Portsmouth. Aunque es de Escandinavia, precisamente, de donde provenía quien ya lo tenía todo acordado para ser nuevo entrenador del Southend: Henrik Larsson. Acompañado por Dirk Kuyt y otras dos personas de confianza, cuando una de ellas decidió echarse atrás, el club opto por desbaratar toda la operación y girar sus miradas hacia Sol Campbell.
“¿Por qué Southend?, es posible que pregunte alguien. “Porque me dieron la oportunidad” es posible que Sol vuelva a contestar. Asume las riendas tras encajar el equipo un terrorífico 1-7 en contra frente al Doncaster, minutos después de anunciar su llegada. Y aunque se presente igual de difícil el reto, en un club envuelto en años de erosión incremental, habiéndolo conseguido en otro sitio, habiendo dado su primer paso, todo será un poquito más sencillo para Campbell. Después de todos los giros desde su retirada, después de una carrera estelar como futbolista, después de frases en 2017 que tanto desencajaron a la opinión pública-futbolística como “[Soy] una de las grandes mentes del fútbol”, después de llegar a Macclesfield y obrar lo que pocos esperaban, ha vuelto tras el más ligero de parones. En representación de minorías de una forma u otra, con la intención de hacer eso mismo que antes mencionábamos, “normalizar”, el camino con Sol Campbell será de todo menos aburrido. Y puede que, al final, nuevamente exitoso.
