Ser portero en el fútbol es aceptar una vida soportando una condición que nada tiene que ver con los demás. Visten, entrenan y juegan distinto y son los únicos para los que el reglamento hace excepciones. Tan peculiar es su función que una buena actuación de un arquero implica necesariamente que todo lo demás ha salido mal. La suya es la posición más lapidaria de todas: un delantero puede fallar siete goles y marcar en el descuento que todos recordarán ese último chispazo; un guardameta comete un fallo después de 90 minutos parándolo todo y a la mañana siguiente será fusilado por la opinión pública. En Inglaterra, país cuyos constantes fracasos en torneos internacionales han convertido estas competiciones en obsesión, el de los guantes también tiene que lidiar con la histeria que genera la selección nacional. Y es una responsabilidad para la que, con el Mundial de Rusia a la vuelta de la esquina, no hay ni un candidato ideal.
La del portero de los Three Lions es una demarcación maldita en los últimos tiempos, como si ese nerviosismo por la sequía de trofeos desde la Copa del Mundo de 1966 fuese especialmente contagioso en el área pequeña. No hace falta ir muy atrás en el tiempo: ni a Rob Green ni a sus compatriotas se les olvidará aquella tarde de vuvuzelas y manos frágiles en Sudáfrica 2010.
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Durante años ha sido Joe Hart el dueño de los palos, pero no ha despejado ni los balones ni las críticas que le llegaban. Pep Guardiola se deshizo de él en cuanto aterrizó en Mánchester, pasó un nefasto año de exilio en el Torino italiano y de vuelta a Reino Unido la portería del West Ham le ha pertenecido hasta que David Moyes se ha percatado de que Adrián San Miguel es hoy mil veces más fiable. Entre medias, una decepcionante Eurocopa coronada con su fatal error contra Gales, que provocó un 0-1 remontado posteriormente por el bien del guardameta.
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La situación de Hart era insostenible; ahora es imposible. Pero Roy Hodgson no promovió el relevo en la portería durante su etapa como seleccionador y ahora Gareth Southgate se encuentra ante un problema que tendrá que resolver arriesgándose: entre sus opciones no hay ni experiencia internacional ni nivel de élite.
Al descartar a Hart surgen dos opciones interesantes, pero no seguras. Jack Butland y Jordan Pickford no sólo carecen de un largo historial en la selección absoluta, sino que además esta temporada lo de recoger balones de sus redes ha sido una constante. El Stoke City de Butland y el Everton de Pickford son dos de los equipos más goleados de la Premier League y dos de las mayores decepciones del curso. Por todo el tiempo que lleva acudiendo a las convocatorias a la sombra de Hart y su altura de 196 centímetros, que se ajusta más al modelo de arquero actual —Pickford mide diez centímetros menos—, todo apunta a que será Jack quien tenga su primera gran oportunidad como titular. La realidad es que la meta de una candidata como Inglaterra será defendida por un hombre que sólo ha disputado dos partidos oficiales con la selección y que este año pelea por no descender. Y su sustituto será alguien que aún no ha debutado más allá de un amistoso y que descendió la temporada pasada con el Sunderland para ser este curso portero del millonario fracaso del Everton.
Ni Butland ni Pickford son malos guardametas. Pero, mientras sus rivales llevarán al Mundial a porteros de clubes de primer orden —David de Gea, Marc-André ter Stegen, Manuel Neuer, Hugo Lloris, Ederson Moraes o Thibaut Courtois—, la realidad es que los ingleses tendrán a novatos internacionales que saben mucho de luchar por no bajar a Championship y nada de pelear por un título. Y es que no hay mucho más entre lo que elegir.
Para encontrar más candidatos ingleses al Mundial hay que seguir moviéndose fuera de los seis grandes clubes del país hasta llegar a Burnley. Los Clarets, revelación de la temporada, son además de una pequeña aldea gala entre romanos el lugar en el que Southgate encontrará probablemente a su tercer portero. Tom Heaton, baja durante casi toda la temporada por una lesión en el hombro, fue el curso pasado de los mejores guardametas de la competición. Cuando pasó a la enfermería, la Premier League descubrió que en el banquillo del Burnley había una joya inexperta esperando su oportunidad: Nick Pope ha cubierto el vacío dejado por Heaton y además se ha ganado la titularidad como la gran sorpresa del momento en las porterías de la liga. Inglaterra tendrá que abordar el mismo debate que Sean Dyche: sólo hay sitio para uno. Y aunque Heaton cuenta con la experiencia que dan 31 años y una reputación forjada con manos salvadoras, es imposible ignorar la campaña de Pope como uno de los grandes artífices de que el Burnley sea de los menos goleados del torneo.
A los últimos candidatos de apellido casi idéntico, Ben Foster —condenado al descenso con el West Bromwich Albion— y Fraser Forster —que ha perdido su sitio en el Southampton en favor de Alex McCarthy—, sería tan lógico descartarlos de la carrera por el Mundial como a Joe Hart. El cambio de etapa en la portería de Inglaterra es un hecho, pero va a ser brusco por la ausencia de un portero de élite y un proceso de transición en el puesto. Al fin y al cabo, la brusquedad es una costumbre en estas citas internacionales para la nación: lo que empieza como una oportunidad ilusionante con una plantilla esperanzadora acaba en ridículo contra un país que más de un hooligan no sabe ni colocar en el mapa. Butland tendrá todos los ojos clavados en su nuca y la etiqueta de portero del Stoke colgando de la camiseta por si falla. Y si acaba haciendo el torneo de su vida, ya aparecerá alguien del top-six para pagar ochenta millones por él.