El Norwich City se toma el descenso como Tony Montana esperaba la muerte en su despacho. Con un fusil, sabedor de lo que está por venir. Extasiado por haber encumbrado el fútbol inglés, una vez más, y verse las caras cada fin de semana con los mejores equipos del país. Pero como tantas veces se repite, no es llegar sino mantenerse lo más duro del camino.
Aún le quedan algunas balas en el fusil a los hombres de Daniel Farke. Colistas de la Premier League a cierta distancia de la permanencia, ya sin el estímulo de los bienvenidos a la categoría. Como Henry Hill en Uno de los nuestros o el Norwich cuando venció al Manchester City, cuando crecer es la única posibilidad, la ilusión está intacta, pero la esperanza cada vez más menguada.
No empezó mal el año el Norwich (porque todos sabemos que el año comienza en la jornada uno, en agosto). Visitó Anfield, el escenario más complicado del mundo, todavía aún más para un recién ascendido. Perdió 4-1 pero no dejó malas sensaciones. En la jornada cinco había conseguido un par de victorias, un registro numéricamente positivo teniendo en cuenta que una de ellas fue ante los de Pep Guardiola y que tuvo que enfrentarse a tres de los grandes -cayó ante el Chelsea por 2-3-.
Si bien la victoria ante los Citizen podría haber supuesto un punto de inflexión, fue todo lo contrario. Tras el segundo triunfo de la temporada, los Canaries cayeron ante tres rivales directos: Burnley, Crystal Palace y Aston Villa. Ante los de Birmingham por un especialmente doloroso 1-5 en Carrow Road. Jack Grealish y compañía pincharon la burbuja con la que los de Farke empezaron a volar y cayeron hasta lo más bajo. Pero ahí estaba el Watford, colista. Los Hornets dieron tiempo al Norwich en forma de contratación de Quique Sánchez Flores, pero los Canaries, demasiado lentos, terminaron cayendo a la última posición.

Entre el fuego que va arrasando, se erigen tres de los hombres más capaces de Carrow Road: Teemu Pukki, Emiliano Buendía y Todd Cantwell. Un delantero y dos fieles sirvientes en los que una ciudad deposita toda su esperanza. Pukki se convirtió en ‘el delantero de todos’ durante las primeras jornadas, pero nadie se acordó de él algunas después; Cantwell demostró que se ha hecho mayor y ya no es el surfista que salía en un spot publicitario de hace algunos años; y Emi Buendía que es un mediapunta que casa perfectamente con el ritmo de la Premier League.
El gol es el bien más preciado para cualquier equipo y, para bien o para mal, en muchos casos el termómetro del rendimiento de un delantero. Pukki, con once goles, lleva los mismos tantos que Sadio Mané, Mohammed Salah, Harry Kane o Raheem Sterling. De los atacantes de los equipos fuera del Big Six, solo lo supera Danny Ings.
Sin embargo, el Norwich no siempre acertó con sus delanteros. En el verano de 2014, el director del club David McNally fichó a Ricky van Wolfswinkel del Sporting Clube de Portugal por 8.5 millones de libras. McNally había fichado al jugador más caro de la historia de los Canaries -ahora solo por detrás de Steven Naismith y Timm Klose- y lo catalogó como “el nuevo Van Persie”. No empezó mal la andadura para el delantero suizo, que marcó en su debut en la Premier League ante el Everton. Fue su último gol de la temporada -el penúltimo con el club, que lo vendería tres años después- y el Norwich terminó descendiendo. El viejo Van Persie habría dinamitado los registros de van Wolfswinkel.

El mercado invernal tiene todo lo que nos gusta. Prisas, imprecisiones, cambios de dinámica necesarios para lograr el objetivo de la temporada… y fichajes desastrosos. Nos deja recuerdos tan bonitos como el traspaso de Andy Carroll al Liverpool. O, sin ir más lejos, la apuesta del Crystal Palace por Cenk Tosun. Imagino a Roy Hodgson, en su despacho, pensando: “Si hemos conseguido que Jordan Ayew marque goles, ¿por qué no con Tosun?”. Todos sabemos que saldrá mal.
No se puede negar que el Norwich no esté intentando reconducir su situación con nuevas caras. Daniel Farke ha apostado por las llegadas del centrocampista Lukas Rupp y del mediapunta Ondrej Duda, que, de momento, aún no ha generado ninguna. El eslovaco ha demostrado tener buen feeling con Buendía y Cantwell.
A Cantwell, un diez que juega con el catorce, le cantan “es uno de los nuestros”. El sucesor de James Maddison en Carrow Road esconde una habilidad extraordinaria, una técnica con el balón que le hace diferencial. Buendía, revolucionario entre líneas, es un dinamizador del juego, pura sangre argentina, siempre dispuesto a poner una marcha más. Y, en punta, el que quiere volver a ser “el delantero de todos”. A Pukki se le va dibujando la cicatriz de Tony Montana en la cara, esperando pacientemente lo que está por venir. Con solo una última bala y demasiados rivales que aniquilar.