Un océano de opiniones después, parece que llegamos a un pequeño descanso en la “Gran Semana del Big Picture Project TM”. Esto no ha hecho más que comenzar, pero viene una jornada nueva de la Premier League y habrá que prestar atención a los partidos; incluso aunque sólo sea para que parezca que el fútbol todavía importa más que lo que rodea al fútbol. Probablemente sí que siga importando más todavía, pero recientemente no lo aparenta. Ahora tenemos este pequeño descanso y luego podemos volver a las discusiones de qué debería pasar. Un constante debate de ideólogos mientras el mundo se derrumba. Para que luego digan que la filosofía no es importante.
La cosa es que algo tiene que suceder. Una especie de falsa percepción durante esta última semana de ebullición ha sido pensar que hay algo a lo que volver. No lo hay. O se implanta algún tipo de medida, algún tipo de plan, o los clubes van a quebrar uno detrás de otro. Entonces sí que no habrá, en muchos sitios, fútbol al que volver a acudir. No de forma metafísica, de forma literal. Es lo complejo de la situación actual. A diferencia de en 1991-1992, la última temporada antes de la inauguración de la Premier League como ente, no había una necesidad existencial de crear la competición; había un deseo, un impulso interno por hacerlo. Pero nadie estaba al borde de la extinción. Ahora, sí. “No, es que no nos gusta este plan”. Ya, muy bien, ¿entonces qué hacemos? Por todas sus faltas, todas sus inquietantes medidas (que las tiene y muchas), este movimiento que han pergeñado Manchester United y Liverpool, respaldados por el presidente de la English Football League, Rick Parry, era algo que no hemos tenido previamente: un plan.
Porque la pandemia no ha sido el detonante de muchos de los aspectos que se están arruinando en el fútbol inglés, solo los ha acelerado. Llevábamos años y años siguiendo una ruta de acción completamente insostenible. Concretamente en una de las cuatro primeras ligas de Inglaterra: Championship. Esa división donde únicamente tienes que hacer una cosa: meter dinero. Ah, bueno, y otra cosa también: meter más dinero. La atracción de la Premier League es grande y lustrosa. ¿Que no hay ningún club disponible para comprar? ¿Que sí lo hay pero es muy caro? Pues compramos uno de Championship, que está baratísimo. El problema es que puede que lo esté cuando lo compras, pero probablemente no vaya a serlo después de un tiempo y mucha inversión subsiguiente. Porque asumes que vas a subir a la Premier League. Y luego, cuando no lo haces, acabas incumpliendo las reglas de juego financiero y el club vendiéndote a ti, el dueño, su propio estadio, como le ha pasado a un Sheffield Wednesday que ha empezado la temporada sancionado con 12 puntos menos.
Eso ya estaba antes de que cualquier virus coronase los problemas. Ahora, sumamos la simple, forzada incapacidad para seguir existiendo de la amplia mayoría clubes de tercera y de cuarta división. Probablemente puedas seguir contando quinta y sexta y a saber hasta dónde más. Antes de este plan que tanto nos ha ofendido, que tan irrespetuoso e insultante hacia la “Esencia del Fútbol TM” nos ha resultado, ya estábamos hablando de qué va a pasar. No hay dinero debajo de Championship (y dentro de según de qué partes de Championship tampoco) para seguir que las entidades que son los clubes de fútbol sigan existiendo. “¿Habrá un rescate económico del Gobierno? ¿Habrá un rescate económico… de la Premier League?” eran preguntas que nos estábamos haciendo antes de tener que rebatir el Big Picture Project. El Gobierno, aparentemente, está muy ocupado. Y no es de extrañar, al final el fútbol no son bancos o aerolíneas, claro. Hay un cierto diálogo extraño, aun así, del Gobierno hacia el fútbol y viceversa, dando los políticos de turno que correspondan una especie de vaga aprobación o desaprobación hacia lo que se proponga desde el fútbol.
En la dirección contraria, sin ir más lejos, Ian Holloway, entrenador del Grimsby Town de cuarta división, efectuó el otro día una pequeña diatriba en la entrevista después de su partido. “¿Quién nos dice que no podemos ir al Pub, que no podemos hacer esto o lo otro? El Gobierno”, explayaba. “Así que, estoy mirando a Oliver Dowden ahora [Secretario de Estado del sector digital, de cultura, medios de comunicación y deporte], y estoy diciendo ‘venga, hijo, da un paso al frente, pon a esta gente en su sitio. Coge ese dinero, esas ganancias, que está saliendo del fútbol, parales ahí en la cima haciendo todo eso, y tú tomas gobernanza sobre ello y nos dices qué vas a hacer con todo ese dinero, cómo lo vamos a distribuir’. Y todos deberíamos callarnos y escuchar”.
Habrá quien esté en desacuerdo y quien esté de acuerdo con la posición idealista de Holloway. Pero ese es exactamente el problema, posiciones idealistas cuando lo que hace falta son soluciones y pronto. Esa puede que sea una. Pero… ¿cómo de probable es que suceda? Dado que los teatros sí han reabierto en el país pero no se considera igual de prioritario que suceda lo propio con los estadios de fútbol, juzga por ti mismo. Liverpool, Manchester United, o Arsenal, o Chelsea, o incluso West Ham o Leicester… ¿Van a querer los dueños de alguno de esos equipos entregar su dinero para que el gobierno lo redistribuya como vea oportunos? La respuesta es un no y posiblemente acompañado por una especie de blanda guerra tecnocrática. Porque Holloway va un paso más allá de lo contemplado por muchos. Es decir, no que el Gobierno recurra a sus propias “arcas”, sino el redistribuir el dinero de la Premier League. Estaremos atentos a ver si alguien le supera en traer a la palestra un idealismo que, en términos realistas, no aporta o ayuda en nada a la situación a la que nos enfrentamos.
Pero, va a haber que seguir pensando. Y se va a hacer. Según ha reportado, el primero, Martyn Ziegler en The Times, la negativa ha sido completa por parte de la FA y por parte del resto de la Premier League. Así que habrá que pensar otra. O una especie de evolución de la misma, pues al final, aunque terminado y se haya hecho público, el Big Picture Project no dejaba de ser el “primer boceto” de todo lo quieren Liverpool y Manchester United, también en su propio mundo de idealismos. “Empieza apuntando alto y así acabarás donde querías acabar desde el principio”, es de las primeras técnicas de negociación que se aprenden. Puede que eso sea lo que John W. Henry y Joel Glazer imaginasen en sus cabezas con este plan. Porque de la revelación del plan por parte de The Telegraph el pasado domingo hasta hoy, en la Premier League puede que no haya habido mucho respaldo (al final, a nadie perjudicaría más el reducir la liga a 18 equipos y dar más poder al actual Big Six que al resto de los clubes de la Premier League actual), pero en League One y League Two, la sensación, interpretando diversos informes, es que están casi completamente a favor. No completamente, pues eso se llegó a sugerir y los presidentes de Lincoln City (tercera división) y Tranmere Rovers (cuarta) lo desmintieron vehemente a través de redes sociales. Pero es absolutamente normal que la idea sea bienvenida. No hay otra alternativa para ellos que no sea esperar un milagro, surgido de vaya usted a saber dónde.
¿Cuál ha sido el mayor problema del plan? Que el poder se concentrase todavía más en Liverpool, Manchester United, Manchester City, Chelsea, Arsenal y Tottenham. Ha sido absolutamente oportunista ese paso. Pero, de nuevo, esa es una lectura moral y ética de la situación. Necesaria hacerla, por supuesto, pero de rechazar el oportunismo no se come. La idea, básicamente, es que esta reestructuración (a 18 equipos en la Premier League y a un total de 90 profesionales, descendiendo dos más en cuarta división) incluía el concepto de que el poder de decisión futuro recaiga sobre el actual top seis y los tres clubes que más tiempo llevan ahora mismo en la Premier League: Everton, West Ham y Southampton. Y que luego, dentro de ese comité de nueve (suponemos que, de descender, West Ham o Southampton serían reemplazados por Crystal Palace o Leicester), cualquier decisión solamente necesitaría estar aprobada por dos terceras partes. Es decir, por seis clubes. Eso, sin duda, es el factor más preocupante, el hecho que la competición se convierta en una versión todavía más predecible y aburrida de lo que ya lo es. Porque no nos confundamos, esto no sería un cambio, sería un nuevo paso en un camino que ya se tomó hace muchísimo tiempo. Todas las quejas y lamentos, al final, giran en torno a un idealismo sobre cómo deberían ser las cosas, pero no en torno a lo que ya son. Atenta contra lo que muchos creen que debe ser el mundo, en este caso concreto, el mundo del fútbol. Pero… ¿atenta realmente contra lo que ya es?
Una concentración de poder todavía más pronunciada sobre los seis más poderosos clubes es que podrían decidir, sin oposición, cambiar cosas en el futuro. ¿Cerrar la Premier League por completo quizás? Eso devolvería más poder a los, digamos, 12 equipos restantes de la liga, ya que una competición cerrada 100% no puede ser viable. No puedes (como demuestran la NHL, NFL, NBA, MLB o MLS) tener una liga, sin la excusa de que túuequipo del pueblo técnicamente podría ascender y ganarla un día, y que consista en seis equipos usando a los otros doce de punching balls. En otras palabras, si el Big Picture Project se hubiese llegado a aprobar, habría muy poco poder que seguir absorbiendo. “Ya estaría”, que diría aquel. Todo esto analizado sin contar con posibles conceptos externos como el de una potencial Superliga Europea.
Aunque se quiera argumentar lo contrario, las bases de este plan, sí que beneficiarían a medio y largo plazo, al igual que a corto, a los clubes de Championship, League One y League Two. ¿Que se reducirían las posibilidades del Walsall de ganar la Premier League algún día? Sí. ¿Que ya de por sí no tiene virtualmente ninguna? También. Ese es el mayor problema operativo del fútbol europeo. Si no puedes concentrar el poder en ningún punto, no puedes tener una competición igualada. En las ligas norteamericanas tienes 30 equipos y todos pueden ganar la liga en un plazo de 5 años. No pueden ganar la NHL los Kalamazoo Wings (equipo real) porque juegan en “tercera división”, en la ECHL, pero puede ganarla, de forma realista, cualquiera de los 32 que componen la NHL. En las grandes ligas europeas de fútbol tienes suerte si tienes dos o tres equipos que puedan ganar. Es imposible regular 9 categorías de fútbol interconectadas que van desde equipos como el Manchester United hasta equipos como el Bath City. Puede que en algún punto del pasado se pudiesen haber creado unas normas para impedir que se resquebrajase tanto el poder entre los más grandes y los no tan grandes, pero una vez tienes un ecosistema con semejantes macropotencias, ¿cómo haces de la competición una que sea más sistemáticamente igualada? “No, es que el Leicester puede ganar la liga”. No, no puede, por eso lo que hizo el Leicester es lo que hizo el Leicester. La excepción que demuestra la regla. La gran anomalía. En este futuro, únicamente pasaría a ser una anomalía todavía más grande.
Viniendo este plan del dueño de los Boston Red Sox (John W. Henry) y del dueño de los Tampa Bay Buccaneers (Joel Glazer), es fácil trazar de dónde surgen muchas de las ideas y de los métodos que componen el Big Picture Project. Pero aunque haya fracasado esta primera versión, hay algo importante dentro del propio nombre: “la gran foto”. Es decir, la vista grande, la visión del futuro y no sólo del presente, así como de las cuatro divisiones. Algo tiene que suceder y pronto. Si quiebran los clubes, no todos van a volver como clubes refundados. Todos los gastos se cubrirían y las tres siguientes divisiones a la Premier League podrían prosperar como no lo han hecho en décadas, si es que alguna vez. Que fuesen a recibir en los años próximos tantos millones de los contratos de televisión como se ha expuesto ya es una medida que se hubiese presupuesto imposible anteriormente. Por el contrario, puede que el “salvaje oeste” que tienes ahora mismo montado en Championship simplemente se mudase a la National League (la quinta división): un montón de clubes gastando por encima de sus posibilidades sostenibles para ascender a una división donde sí que hay dinero (cuarta en este caso). Un camino a la propia, eventual extinción de muchos de esos clubes.
El plan indicado, al final, no es el Big Picture Project. Porque la concentración de poder propuesta supera incluso a cualquier cosa que existe ahora mismo en las ligas norteamericanas. En la NFL, no sólo deciden los seis equipos con más poder, deciden los 32. Algo a lo que probablemente conduciría también este plan es que el actual Big Six pudiese vetar a cualquier persona comprando al Newcastle de turno, invirtiendo el suficiente dinero y superando a cualquiera de los seis grandes. Jim Radcliff (dueño de Ineos, históricamente interesado en comprar el Chelsea), o, válganos Dios, la monarquía saudí, no podrían irrumpir ante el estatus quo de los dos de Manchester, el Liverpool y los tres de Londres. Ello tiene su visión sostenible. Sin irrupción, sin nadie que eleve por su cuenta independiente el listón, todo puede seguir, tranquilamente, sosteniblemente, como siempre.
La pregunta es, ¿hay tiempo para que un mayor porcentaje de idealismo nos lleve a un plan notablemente mejor? En los próximos días, van a haber nuevos planes, presentados por todo tipo de partes. Al final, si algo bueno ha tenido este es que ha abierto la veda; ha abierto las compuertas para que por fin se expongan ideas, algo necesario y que viene con pronunciado retraso. Esta es una absoluta carrera contrarreloj. Y no sería de extrañar que el plan que reforme el fútbol inglés solamente acabe siendo marginalmente mejor que lo que se acaba de rechazar. Dentro de lo concebible, por el bien de la psique colectiva del fútbol, hay que tratar de buscar la solución más equilibrada posible. Pero mientras tenemos nuestros debates filosóficos con la pipa en mano sobre qué sería lo ideal, el fútbol profesional, el fútbol organizado que conocemos, se está cayendo a pedazos ahí fuera. Después de todo, lo que nos aterra del Big Picture Project puede que no sea que el fútbol vaya a “cambiar”, sino que va a seguir exactamente como ha seguido hasta ahora, sólo que con un acelerón en la concentración de poder. Porque los últimos 50 años de fútbol han desembocado en esta situación. El golpe correcto, sí, pero solamente un golpe de timón es lo que devolvería una versión más igualada y competitiva del fútbol.