Ilie Oleart

Una mala planificación de consecuencias catastróficas

La pésima gestión de las autoridades francesas, la policía, la organización de la Eurocopa y la UEFA agravó los incidentes violentos de Marsella.

En su columna del diario deportivo español As, el periodista Alfredo Relaño escribía hace unos días las siguientes líneas:

«La barbarie hooligan ha reaparecido en la Eurocopa, para amargarnos. Los hooligans ingleses han sido durante tiempo la vergüenza del fútbol […] Durante años hicieron menos ruido y menos daño, pero ahora han inundado los telediarios de todo el mundo con sus espantosas imágenes en el viejo puerto de Marsella […] Su bestialidad gratuita nos ha espantado a todos y ha obligado a un esfuerzo de seguridad extra enFrancia, detrayendo elementos del gran operativo contra la amenaza siniestra del Daesh.

Estos indeseables incluso invocaban al Daesh, en su delirio alcohólico. Esa mezcla de ignorancia, brutalidad congénita y cerveza cargada con ginebra resulta demoledora. Por mí, podrían echar a Inglaterra de la Eurocopa ya mismo. Cuando los del Liverpool provocaron la muerte de más de treinta pacíficos hinchas de la Juve en Heysel, la UEFA expulsó a todos los clubes ingleses de las competiciones europeas durante cinco años. Una medida extrema y medieval, pero funcionó. El problema se redujo durante años. Y ahora que rebrota no veo ninguna necesidad de aguantar esto de nuevo.

Inglaterra compareció con el bochorno de sus hordas de bárbaros sobre la espalda. Y no mostró gran cosa. Un juego insistente sin inspiración arriba (algo de Lallana y poco más), la readaptación de Rooney a otras tareas, dos buenos laterales […] Recomendaría que [el Inglaterra-Gales] lo jugaran en su isla. Y que se quedaran allí«.

Estas palabras constituyen un excelente ejemplo de la visión global sobre el aficionado inglés. Igual que todavía existen personas que consideran que el fútbol de las Islas sigue regido por el patadón, el duelo aéreo y el césped embarrado, todavía circulan personas que asocian al aficionado medio con el hooligan. Pero no es eso lo más preocupante. Ni siquiera que alguien considere que Rose y Walker son «dos buenos laterales».

Lo realmente grave del asunto es que este diagnóstico, erróneo por simplista, no permite atisbar siquiera las auténticas razones de los graves incidentes de Marsella. Y, lo que es peor, no nos permite evitar otros en el futuro cercano. Tan cercano como esta semana.

Sabemos que un grupo numeroso y violento de rusos acudieron a Marsella con el único propósito de atacar a aficionados ingleses. Por supuesto, para esas alturas, un grupo de ingleses ya habían lanzado botellas y se habían comportado como estúpidos. También sabemos que grupos locales provocaron a los ingleses y les retaron en sus propias calles. Todas estas pequeñas facciones constituyen una minoría tóxica, beligerante y peligrosa de la que la mayoría de los aficionados necesitan ser protegidos. Como de cualquier otro criminal común. Y no fue el caso.

La ciudad de Marsella, la policía francesa, la UEFA y la organización del torneo fallaron estrepitosamente. Ni siquiera fueron capaces de proteger a los aficionados ingleses dentro del estadio a pesar de que un error en la separación de aficiones ya provocó incidentes entre aficionados de Liverpool y Sevilla en la final de la Europa League. La UEFA ha prometido remediar estos errores. Demasiado tarde. La señal de alarma ya había sonado semanas atrás. En el Vélodrome marsellés, los radicales rusos corrieron detrás de los ingleses en el estadio sin hallar obstáculo alguno y les obligaron a saltar vallas para ponerse a salvo. Solo la fortuna evitó males mayores.

El abandono que sintió la mayoría de la afición inglesa, la que no se pega por las calles de las ciudades, fue total. En una ciudad sumida en el terror, miles de ellos tuvieron que vagar por la ciudad durante horas para tratar de llegar a sus hoteles. La estación de metro más cercana al estadio fue cerrada, los autobuses dejaron de circular, igual que los taxis. Así que todos esos aficionados tuvieron que buscarse la vida mientras esquivaban conatos de violencia aquí y allá.


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Aficionados ingleses en Marsella (Carl Court/Getty Images)


A estas alturas, medio mundo ha visto las imágenes. Por las redes sociales han circulado vídeos de varios delincuentes propinando patadas en la cabeza a un hombre tendido inconsciente en el suelo. La policía tuvo que reanimar a un inglés de 51 años que había sido atacado con un hacha y que se debate entre la vida y la muerte. Alguien que va al fútbol con un hacha no parece tener demasiado interés por el fútbol.

Por supuesto, las autoridades inglesas también deben asumir su cuota de responsabilidad y tomar medidas. El pequeño grupo de violentos que suele viajar con la selección inglesa a las grandes citas internacionales son conocidos de la policía británica. La falta de comunicación con las fuerzas del orden francesas ha sido deplorable. La policía alemana identificó antes de su partida a 2.500 aficionados violentos e informó de su identidad a las autoridades francesas para facilitar su tarea. Eso no evitó incidentes entre alemanes y ucranianos en Lille pero la gravedad no guarda punto de comparación con la que vimos en Marsella.

Pero, ante todo, los incidentes denotan una falta de planificación alarmante. La UEFA cambiará las normas para poder modificar horarios y sedes una vez realizados los sorteos de la Euro. Tarde una vez más. El horario del partido era una invitación a los problemas. En Inglaterra, los partidos de alto riesgo no se ubican jamás en la franja más tardía, la de las 17.30 para evitar que los aficionados tengan demasiadas horas para beber. El partido de Marsella estaba programado a las 21 horas en una ciudad sometida a una temperatura sofocante y un sol de justicia. La tarea de las autoridades no es corregir a posteriori. Es prever. Y aquí, nadie lo hizo.

La policía francesa tampoco estuvo a la altura. El CRS, los antidisturbios franceses, recurrieron a los gases lacrimógenos y los cañones de agua a discreción. Después de que el jueves por la noche estallaran incidentes aislados entre ingleses y franceses frente al pub Queen Victoria, no fueron capaces de tomar nota y aislar a estos grupos entre ellos.

Ahora, la UEFA sancionará a Rusia con un puñado de francos suizos y quizás una advertencia, como lleva años haciendo con sus clubes. También está la amenaza de la expulsión para rusos e ingleses. Que difícilmente afectará a estos grupúsculos violentos, más interesados en hachas que en goles. Mientras, obvia planificar el siguiente enfrentamiento.

Rusia se enfrenta a Eslovaquia en Lille el miércoles. Inglaterra se enfrenta a Gales al día siguiente en Lens. Media hora separa a ambas ciudades. Aficionados rusos, galeses e ingleses compartirán hoteles y calles. Inglaterra y Gales, que podrían haber llenado un estadio para 80.000 personas, se enfrentarán en el tercer estadio más pequeño del torneo. Y lo que es peor, Lens es la ciudad sede más pequeña de la Euro. Por población, es la 240ª ciudad francesa. Así que la UEFA recomendó a ingleses y galeses que se hosperan en una ciudad más grande. ¿Dónde? Lille, por supuesto.

Y el futuro lejano no pinta mejor. Estos incidentes plantean la necesidad de replantear la organización del Mundial de 2018 en Rusia. Más allá de los cánticos racistas y de la violencia de sus ultras, la tímida respuesta de sus representantes es más preocupante. Los medios rusos han reaccionado con tibieza ante los incidentes, como el técnico ruso Leonid Slutski y, sobre todo, el ministro de deportes Vitaly Mutko, que ha negado los ataques rusos al final del partido y dedicó un buen rato a saludar a esos ultras sobre el césped del Vélodrome.

El fenómeno hooligan asoló Inglaterra en los años 80 y nos dio imágenes que no queremos volver a ver. El informe Taylor y la creación de la Premier League aislaron a los violentos y los alejaron de los estadios. Lo que ha sucedido en Marsella ha sido más complejo que la reaparición de esos hooligans. La mala planificación y reacción de las autoridades ha provocado que los previsibles choques entre los ultras rusos, el grupo de borrachos ingleses que acompaña siempre a la selección y los locales acabaran en una guerra urbana. Esperemos que no se repita esta semana.

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Ilie Oleart