Aaron Cabado

Una pareja para dominar la Premier League

David Silva y Kevin de Bruyne. El inicio de temporada ha demostrado que el Manchester City se aproxima a su mejor versión cuando el canario y el belga se erigen como los guías espirituales del equipo dirigido por Pep Guardiola.

Son dos futbolistas con cualidades diferentes. Uno es brillante y exquisito, uno de los máximos exponentes de aquel aforismo que asevera que al fútbol se juega primero con la cabeza y luego con los pies. Clarividente en la interpretación, sublime en la inventiva y preciso en la ejecución, David Silva lleva más de un lustro siendo pieza capital del Manchester City. El otro es potencia y pundonor. Vertical, determinante y arrollador, Kevin de Bruyne genera el caos y sabe mostrarse dominante en él. Cuando la tormenta arrecia y el viento empuja a todos contra el suelo, él se mantiene en pie.

Los dos interiores de Pep Guardiola, con sus significativas particularidades, son dos futbolistas excelsos con una influencia diáfana en el juego del City. Juntos potencian sus cualidades y elevan ostensiblemente el nivel global del equipo. De hecho, los mejores partidos de la etapa del técnico de Santpedor en el conjunto citizen han venido de la mano del canario y el belga, capaces como pocos de someter y subyugar a rivales con su juego.

Silva es, probablemente, el futbolista más guardiolista de todos los que componen la plantilla de los Sky Blues. Pocos dudaban, consecuentemente, de que el entrenador catalán haría de él una de las piedras angulares del club. Y así fue: con él, Silva dejó de ser un mediapunta desequilibrante para convertirse en un futbolista indispensable en la creación, sin que eso limitase su capacidad para seguir mostrando su habilidad en el último pase. Por su parte, en la figura de De Bruyne, Guardiola encontró un jugador idóneo para tender puentes entre su cosmovisión futbolística y la Premier League. El exjugador del Wolfsburgo, muy notable técnicamente, es también una bestia física, demoledor en el disparo y deletéreo en el arte de rajar estructuras defensivas con sus vertiginosas conducciones. En otras palabras, un perfil de jugador que encaja a la perfección en la competición y que, además, ha sabido adaptarse a los designios del técnico para mutar en un jugador completísimo y fundamental en este Manchester City.

La pareja Silva-De Bruyne fuese la elegida por Guardiola para actuar como interiores cuando el entrenador llegó a la Premier League hace algo más de un año. Con ellos, los mancunianos mostraron una versión muy convincente. Luego, la recuperación de Ilkay Gündogan propició su entrada en el once titular e implicó que el catalán introdujese algunas modificaciones, consistentes en trasladar al belga a la derecha, o bien al canario a la izquierda, limitando su capacidad para asociarse en el medio del campo y, por ende, su peso en la elaboración.

Tampoco favoreció a ninguno de ellos la recalcitrante obsesión de Guardiola de tratar de asentar aquella suerte de 3-2-4-1. Este sistema, que buscaba tener una mayor presencia de jugadores ofensivos que coadyuvase en la compleja tarea de hilvanar ataques posicionales, demudó en un experimento fallido, pues provocaba un embotellamiento en el centro que reducía los espacios. Además, la presencia de hasta cuatro o cinco jugadores por detrás de Silva y De Bruyne implicaba que estos contasen con menos compañeros por delante, lo cual acabó resintiendo su impacto en el juego citizen, especialmente en el caso de Silva, cuya visión de juego necesita de desmarques y apoyos para relucir con todo su esplendor.

Con el sistema actual, el 4-3-3, el exjugador del Valencia tiene una perspectiva global mucho mayor, y cuenta con una profusa cantidad de movimientos que generan espacios: los desmarques del punta (Gabriel Jesús/Agüero), los ofrecimientos entre líneas de De Bruyne, las diagonales de Sterling y Sané, la irrupción de Mendy en el carril contiguo y la presencia de Walker en la banda contraria. De este modo, la formación y la calidad de los jugadores de ataque del City propician un frenesí ofensivo que facilita la incidencia de Silva en el juego, ya que cuenta con múltiples jugadores a los que habilitar con sus precisos e imaginativos envíos. Y a su vez, también crean desorden en el rival, circunstancia en la que De Bruyne tiraniza el control y reina sobre el caos filtrándose tras los centrocampistas rivales. Desde allí, el belga se ha evidenciado como un ariete medieval que percute sin compasión y causa estragos. Así, de hecho, llegó el gol de la victoria ante el Chelsea el pasado fin de semana.

Evidentemente, la plantilla del Manchester City cuenta con una cantidad ingente de futbolistas de primerísimo nivel. Tantos, que muchos de ellos son, en cierto modo, prescindibles, dado el gran número de sustitutos de garantías que pululan por el banquillo aguardando la oportunidad de demostrar sus cualidades. Pero Silva y De Bruyne son, por así decirlo, los dos jugadores diferenciales. De su salud y rendimiento —la temporada es larga y las situaciones siempre son proclives al cambio— dependerán las ambiciosas aspiraciones de los Sky Blues esta campaña.

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