El pasado fue un verano de transición tanto para Middlesbrough como para Leeds. Mientras los primeros se resituaban en segunda división tras descender de la Premier League, el Leeds con un flamante nuevo dueño movía todas las piezas hacia el centro de la mesa. Lo hacía con la esperanza de construir sobre las mejores sensaciones que había dado en más de un lustro. La temporada pasada por fin lograron salir de las tinieblas, con un entrenador con valentía sólo por el hecho de ir allí cuando nadie quería y porque al fin pudieron presenciar la marcha de Massimo Cellino como dueño del club tras la compra de Andrea Radrizzani. Si bien se quedaron a las puertas del play-off de ascenso con un inesperado resbalón en la recta final, Garry Monk había logrado al frente del equipo la mejor posición en liga desde 2011. Radrizzani sumó al proyecto a un reputado grupo de dirección deportiva encabezado por el español Víctor Orta. No obstante, el verano no tardó en «descarrilar» cuando Monk se negó a extender su contrato y salió por la puerta de atrás. Se repusieron hasta que todo ha vuelto a descarrilar.
Fue un verano curioso que entrelazó los caminos de estos dos clubes de una manera que pocos podían haber presagiado. El Leeds contrató al mencionado cuerpo deportivo después de que el Middlesbrough acabase de prescindir de él. Semanas después, el propio Boro contrató al propio Garry Monk como nuevo entrenador. Si Aitor Karanka hubiese sustituido a Monk en Leeds como técnico ya hubiese sido el culmen de un atípico cambio de personal. Fuera como fuese, ninguna de las dos entidades involucradas puede estar plenamente satisfecha con su decisión veraniega. Si bien en Leeds disfrutaron de la entrada de un ilusionante grupo de futbolistas que empezó por todo lo alto, han terminado despidiendo al entrenador en el que confiaron, el hispano-danés Thomas Christiansen, escasas semanas después de que el Middlesbrough hiciese lo mismo con Garry Monk. Porque si bien su gasto neto (es decir, compras menos ventas) fue de «sólo» 10 millones de libras, entregaron a Monk nada menos que diez activos por valor de 50 millones. En Leeds, aunque el gasto neto fue casi de cero, no sólo se le añadía una mayor presión histórica sino que además desembolsaron otros 10 millones este pasado mes de enero.
Las exigencias eran grandes y los márgenes de maniobra pequeños. «Aquí estamos para ganar ya», fue un pensamiento compartido en ambos lugares. En Leeds, como decíamos, así empezó. Todo era de color de rosa; «por fin vamos a salir (en la dirección correcta: a la Premier League) de segunda división», pudieron imaginar algunos. Pronto se diluyeron, sin embargo. A ello siguió otra racha buena y otra mala que acabó con Christiansen en la calle y un poco elegante, a la par que contundente, mensaje a la prensa de Radrizzani: «Cometí un error y me disculpo ante los aficionados del Leeds United por contratar al antiguo entrenador Thomas Christiansen”. Por su parte, el Middlesbrough nunca terminó de arrancar a la espera de que todos sus efectivos terminasen cuajando; finalmente, Monk fue destituido inmediatamente después de cosechar una victoria como visitante. El Middlesbrough con Karanka probablemente nunca «enamoró» por su virtuosismo en el juego, pero hasta llegar a la Premier League siempre fue un equipo sólido como un camión. Con Monk, un técnico más adaptable entre predisposiones ofensivas y defensivas, parecieron quedarse entre dos mundos sin que el técnico fuera capaz de recuperar la efectividad perdida en Swansea aunque recuperada brillantemente en Leeds.

Steve Gibson, el dueño del club desde hace más de veinte años y aficionado del mismo desde hace bastantes más, pensaría… «oh, no, nos vamos a estancar siete años otra vez en segunda división». El juego no incitaba al optimismo y llegó un punto en el que ni un triunfo fue suficiente. Así que Gibson decidió salir por la tangente ante ese miedo a acabar esperando a que pasasen otros siete años sumergidos en las aguas de plata para poder salir de ellas. Qué mejor que recuperar para la causa a un equipo sonámbulo como este Boro que el bueno de Tony Pulis. Gritos, disciplina, pero la suficiente templanza para hacer que los jugadores deseen respaldarle. Lagunas sigue habiendo, pero el equipo ya tiene otra cara. El Leeds quizás también, aunque según lo visto el viernes, peor de lo que ya tenía, en su caso. Pulis, por primera vez en una década, volvía a dirigir a un equipo luchando por ganar y no por no perder; por ascender en lugar de hacerlo por no descender. Y a pesar de que entró diciendo a grandes rasgos que aquí sobra gente a punta pala sobre la plantilla y su notable profundidad, ha sido capaz de renunciar a su modus operandi de “cuantos más balones colgados, mejor” y potenciar a algunos de los más brillantes futbolistas de la escuadra norteña.
Mientras caía la nieve sobre toda la isla, en Middlesbrough existía el temor de que se aplazaría el partido ante las inclemencias meteorológicas. Sin embargo, lograron despejar la nieve para disputar un partido que podría decidir la trayectoria de ambos equipos. Dos equipos entrelazados por sus decisiones; corroídos por la esperanza de que su última bala les metiese en la pelea. Mejor posicionado, por supuesto, llegaba un Boro (8º, 52 puntos) que había empezado a encontrar el camino deseado mientras el Leeds apenas estaba frenando su caída (11º, 49 puntos). No obstante, una victoria visitante lo cambiaba todo, como suele suceder hoy en día. El viejo guardián en Pulis se medía con la nueva promesa: Paul Heckingbotton, nuevo entrenador del Leeds. Su excelso trabajo en Barnsley, subiendo desde desde la academia del club para dar forma a un equipo de culto, con los reducidos recursos que a veces nos muestran a los mejores entrenadores. Arrancó su nueva andadura perdiendo, continuando con dos empates y una victoria; la mejoría sería puesta a prueba en el norte nevado.

Las palomitas, o en este caso quizás los chocolates calientes, estaban servidos. Sin embargo, al igual que la nieve para que este partido pudiese disputarse, el Leeds fue barrido del campo. Con eficacia, empezando por el principio y terminando cuando ya no quedaba nada. Las próximas semanas nos confirmarán o no si la ligereza de la nieve, la debilidad del rival, era la clave; pero el Middlesbrough vio al fin, quizás por primera vez en su presente capítulo, a sus piezas encontrar una harmonía coral. Parecieron el equipo que todos buscaban en ellos. La defensa siempre fehaciente y un centro del campo floreciendo a través de Jonny Howson, Grant Leadbitter y Muhamed Besic, en este caso; aunque no tanto como sus dos orquídeas: Adama Traoré y Patrick Bamford. Necesitando más que nada el español alguien que le canalizase como parece estar logrando Pulis, Bamford imploraba al cielo reencontrarse con el jugador que fue elegido como mejor del año en Championship en 2015 y que aquella temporada no sólo fuese un recuerdo de lo que pudo ser.
Marcando tres goles en los anteriores dos partidos, su hat-trick para desmantelar al Leeds por 3-0 parece ser la prueba de que ha descifrado el código. El Leeds jamás tuvo siquiera una oportunidad. Fue un repaso con todas las letras. La carencia de un portero competente y de una defensa coordinada al nivel necesario no pudieron contrarrestar la forma en la que su mejorable centro del campo fue desbordado por completo. Un cierto grado de reflexión probablemente sea necesario, aunque no tanto como el trabajo a conciencia de Heckingbottom para la concepción de una nueva versión del Leeds. Todo es posible y puede que se revierta de inmediato, pero su desastrosa actuación hizo indicar lo contrario. Un equipo era el invierno y el otro la primavera. La temporada del Leeds se acaba mientras que la del Middlebrough (al igual que la del nuevo entrenador del Birmingham City: Garry Monk) no ha hecho más que empezar. La Premier League puede que salga por su horizonte.