En la previa del partido, Arsène Wenger reconoció que no conservaba ninguna medalla de campeón porque el pasado no le interesaba. Sin embargo, al concluir el partido, afirmó que, en esta ocasión, haría una excepción porque “es una noche especial para mí”. Lo cual demuestra la importancia que esta final tenía para el francés, que había reconocido esta semana a la BBC que no olvidaría nunca las faltas de respeto sufridas esta temporada de parte de algunos aficionados. El triunfo en Wembley, y más en estas circunstancias, es una reivindicación del trabajo histórico de Wenger y, quizás, un recordatorio de que todavía no está dispuesto a colgar los hábitos, como ha afirmado en diversas ocasiones.
Cuesta recordar una final en toda su historia a la que el Arsenal llegara con tan pocas opciones. A la división interna que el club arrastra toda la temporada sobre la figura de su entrenador, se sumaba una larga lista de bajas, centradas sobre todo en la defensa. El sancionado Laurent Koscielny y los lesionados Shkodran Mustafi y Gabriel, los tres teóricos componentes de la nueva defensa de tres del alsaciano, no participaron en el partido. Enfrente, un Chelsea que había perdido solo tres partidos de liga desde septiembre y llegaba en plenitud de condiciones.
Pero Wenger, tan criticado en el pasado por sus decisiones tácticas, le ganó la partida a Antonio Conte. El francés colocó al recuperado Alex Oxlade-Chamberlain en el carril izquierdo para retrasar a Nacho Monreal al central izquierdo; dio entrada a Per Mertesacker, un jugador que debutó esta temporada la semana pasada; y apostó por David Ospina en portería a pesar de que Petr Cech había sido el elegido en la semifinal frente al Manchester City. A partir de esas tres decisiones, el Arsenal comenzó a ganar el partido.
Wenger siempre ha considerado que son los jugadores los que ganan partidos. Su responsabilidad se limita a colocarlos sobre el campo pero el resto les corresponde a ellos. En esta ocasión, no le fallaron. Ospina detuvo las pocas ocasiones claras del Chelsea. Mertesacker fue un coloso en una defensa improvisada que completaron un lateral y un adolescente. Mesut Özil acompañó a su inteligencia natural una inusitada capacidad de sacrificio, como cuando realizó una dura entrada por detrás sobre Eden Hazard. Y Alexis, bueno, se limitó a ser Alexis.
La suerte, tan esquiva en otras ocasiones, se alió pronto con el Arsenal. A los cuatro minutos, una pésima salida al contraataque del Chelsea lanzada por Thibaut Courtois tras un saque de esquina del Arsenal y estropeada por N’Golo Kanté, acabó en el polémico 1-0. Alexis Sánchez se llevó el balón con la mano tras el despeje del propio Kanté y acabó rematando en presencia de Aaron Ramsey, que se encontraba en fuera de juego posicional. Anthony Taylor consultó con su asistente y, tras unos instantes de duda, acabó concediendo el gol.
La extraña jugada dejó grogui al Chelsea. Fue uno de los peores partidos de los Blues desde que Conte remodeló el sistema para apostar por el 3-4-3 que acabaría permitiéndole alcanzar el título, precisamente tras una derrota por 3-0 ante el Arsenal en el Emirates. Solo Gary Cahill, con un par de despejes milagrosos sobre la línea, evitó que los Gunners se fueran con mayor ventaja al descanso.
La entrada de Cesc Fàbregas por Nemanja Matic a la hora de juego pareció reactivar a un Chelsea sumido en el sopor. Diego Costa se echó el equipo a la espalda, se peleó con los ajenos y abroncó a los propios, pivoteó sobre la frontal y generó las primeras ocasiones claras para su equipo. La expulsión de Victor Moses tras ver una segunda amarilla por un lamentable piscinazo pareció dilapidar las opciones de su equipo. Pero si alguien puede complicarse la vida con un escenario tan favorable, ese es el Arsenal.
A pesar de jugar con diez, el Chelsea logró igualar por mediación, cómo no, de Costa. Ni siquiera entre tres centrales fueron capaces de frenar la bestia parda en la que se transforma el hispanobrasileño cuando pisa un área. Con un cuarto de hora por jugar, la sombra de la prórroga y de un inesperado fracaso del Arsenal comenzó a planear por Wembley.
Pero Wenger, que había acertado en la previa, volvió a hacerlo con los cambios. Olivier Giroud, recién entrado por Danny Welbeck, hizo un desmarque al espacio y centró el balón con la zurda para que Aaron Ramsey, entrando desde segunda línea, rematara de cabeza a placer al fondo de las mallas de la portería donde se encontraba la afición del Arsenal, que enloqueció con el 2-1.
Costa a punto estuvo de marcar el 2-2 pero Ospina estuvo providencial. Conte liquidó las últimas oportunidades de su equipo sustituyendo al delantero por Michy Batshuayi. El Arsenal, esta vez sí, supo gestionar con inteligencia los últimos minutos y, a través del control del balón, impidió que el Chelsea pudieron organizar un último ataque a la heroica.
Wenger se convierte en el entrenador con más triunfos en la historia de la competición más antigua del mundo con su séptima victoria. Y el Arsenal es ya el equipo con más triunfos, trece, siete de los cuales los ha logrado en la era Wenger. Este martes, la junta del Arsenal se reunirá para decidir el futuro del entrenador más longevo del fútbol inglés actualmente. Su decisión se dará a conocer miércoles o jueves. La impresión es que el alsaciano seguirá en el club al menos un año más. Si no lo hace, al menos habrá vivido una despedida a la altura de lo que es: el entrenador más importante de la historia del club.