Han pasado ya siete años desde que los empresarios David Gold y David Sullivan se convirtieran en máximos accionistas del West Ham United, con el objetivo inicial de solventar las deudas que el club londinense acarreaba por aquel entonces y de convertir a uno de los históricos del fútbol inglés en uno de los grandes. Y en líneas generales, no se puede valorar, por el momento, el proceso como un fracaso deportivo ni institucional: el club está saneado y, desde su descenso en la temporada 2010/11 y su inmediato ascenso en la 2011/12, ha alcanzado cierta estabilidad en la Premier League (su peor posición fue la 13ª en la 2013/14).
Pocos niegan que el momento cumbre del proyecto de Gold y Sullivan se produjo el pasado año, cuando el West Ham consiguió clasificarse para la Europa League en séptimo lugar gracias a una magnífica temporada en la que destacaron los fichajes de futbolistas como Michail Antonio, Manuel Lanzini y, en especial, Dimitri Payet; y del técnico Slaven Bilic, que sustituyó en el banquillo al bronco pero pragmático Sam Allardyce. El colofón final a aquella campaña fue la despedida de Upton Park, uno de los estadios con más tradición de Inglaterra, que había acogido los partidos del West Ham a lo largo de 112 años. La mudanza al Estadio Olímpico de Londres, con capacidad para 57.000 espectadores (22.000 más que Upton Park) constituía el símbolo del salto que la institución capitalina estaba dispuesta a dar: pasar de ser un modesto aunque histórico y folclórico club a intentar hacerse, además, un hueco entre los grandes del país. Un movimiento acompañado de una campaña de márketing con la que los propietarios buscaban posicionar al club como uno de los atractivos de la ciudad de Londres (se implantó el nombre de la ciudad en el nuevo escudo del equipo). Sin embargo, ese salto no se ha producido en la primera temporada del club lejos de su hogar. ¿Por qué el West Ham, a pesar de clasificarse en un decente undécimo puesto, ha sido una de las decepciones de la liga?
Es menester incidir en el nuevo estadio ya que, probablemente, el cambio de hogar ha sido el factor más determinante, para bien o para mal, de la temporada del West Ham. Económicamente, no cabe duda alguna de que la mudanza solo comporta aspectos positivos. Los clubes más grandes de la Premier League llevan años planificando cambios de estadio, como es el caso del Tottenham; o ampliaciones del que ya poseen, como ha sucedido con el Liverpool o el Manchester City y, próximamente, con el Chelsea. Otro ejemplo es el Arsenal, que ya llevó a cabo su traslado al Emirates Stadium en 2006.
Ahora bien, desde una perspectiva algo más romántica, en la que entran en juego factores tan etéreos como la ‘esencia’ o la ‘atmósfera’, el desplazamiento al Estadio Olímpico ha fulminado buena parte de la magia en las gradas de un equipo caracterizado por el cockney, las pompas de jabón y una relación íntima con la clase obrera del este de Londres. El nuevo campo de los Hammers consta de una de esas odiadas pistas de atletismo alrededor del césped y una estructura de gradas excesivamente horizontal, lo que provoca que los asientos estén situados lejos de la acción. Otro problema a lo largo de la temporada ha sido la seguridad; en el partido de EFL Cup contra el Chelsea se produjeron enfrentamientos entre aficionados locales y visitantes en un hueco de la grada que, en palabras del técnico Slaven Bilic, “era demasiado grande, por lo que había movimiento entre sus aficionados y los nuestros”. Por otro lado, los asientos vacíos que han hecho aún más frío el ambiente en los encuentros han dado pie a un sinfín de burlas por parte de las aficiones visitantes que acudían por primera vez al nuevo recinto.

Como consecuencia de esta (quizá) pérdida de identidad, el West Ham ha registrado un pobre balance de resultados en sus partidos en casa esta campaña. El equipo de Slaven Bilic ha cosechado en el Estadio Olímpico siete victorias, cuatro empates y ocho derrotas. O lo que es igual: 25 de sus 45 puntos, que lo colocan como el decimosexto mejor local de la liga, solo por encima de los descendidos Middlesbrough y Sunderland, del Crystal Palace y, sorprendentemente, del Southampton.
Bien es cierto que en la temporada anterior, los Hammers lograron vencer solo dos partidos más (9) en Upton Park, aunque únicamente concedieron tres derrotas en casa a lo largo del campeonato liguero, frente a Leicester, Bournemouth y Swansea. Precisamente una de las virtudes del equipo que luchó por puestos Champions hasta las últimas tres jornadas fue su facilidad para sacar puntos contra los conjuntos de la zona alta de la tabla. Fueron remarcables victorias a domicilio como la del Emirates ante el Arsenal (0-2), la del Etihad ante el Manchester City (1-2) o la de Anfield ante el Liverpool (0-3); y las victorias en Upton Park contra el Chelsea (2-1), el Liverpool (2-0), el Tottenham (1-0) o el Manchester United (3-2).
En la campaña 2016/17, el West Ham no solo no ha conseguido igualar la heroica del año anterior, sino que ha sufrido derrotas tan aplastantes en su estadio como el 0-3 contra el Southampton, el 1-5 ante el Arsenal, el 0-4 ante el Manchester City (el equipo de Pep Guardiola también venció 0-5 en el Olímpico en la FA Cup) o el 0-4 frente al Liverpool. El punto álgido de tan insípido curso se produjo en la antepenúltima jornada, cuando el West Ham confirmó su permanencia con la victoria ante uno de sus rivales acérrimos, el Tottenham de Mauricio Pochettino, que con el 1-0 en contra se despidió de sus últimas posibilidades de pelear el título de liga. No obstante, en definitiva ha quedado patente que los jugadores de los Irons no han sentido el nuevo estadio como suyo. De todas formas, esta no es la única razón del declive del West Ham.
Aquí es donde entra en juego la planificación deportiva y la plantilla. En la campaña 2015/16, como se mencionaba anteriormente, el West Ham incorporó a futbolistas como Manuel Lanzini, que llegó cedido del Al Jazira para ser adquirido posteriormente; Michail Antonio, procedente del Nottingham Forest; Angelo Ogbonna, de la Juventus; Pedro Obiang, de la Sampdoria; Sam Byram, del Leeds United; o Dimitri Payet, procedente del Olympique de Marsella y jugador que a la postre acabaría convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de la temporada en la Premier League. El club desembolsó un total aproximado de 45 millones de libras en fichajes y la mayoría de los nuevos futbolistas rindieron a un nivel notable a lo largo del año.
Para la temporada 2016/17, el total aproximado de dinero invertido en fichajes ha sido de 70 millones de libras, una cantidad coherente con el salto cualitativo que el club pretendía ejercer. Lo discutible, sin duda, es el criterio seguido en algunas de las operaciones y, por tanto, el rendimiento ofrecido por algunos futbolistas. Un ejemplo claro es Simone Zaza, quien llegó cedido de la Juventus por 4,5M£ para ser el delantero titular y acabó anotando cero goles y terminando su contrato antes de tiempo. Situaciones parecidas, aunque ambos han terminado la temporada, se han dado con Jonathan Calleri y Gökhan Töre. En cuanto a los fichajes a coste cero, futbolistas como Álvaro Arbeloa, Havard Nordtveit o Sofiane Feghouli no han ofrecido, ni mucho menos, el nivel esperado. Quizá el único fichaje que sí ha supuesto un aumento de calidad para la plantilla es André Ayew, que fue la adquisición más cara del club (20M£) y, con sus seis goles, ha asegurado buena parte de los puntos de su equipo a pesar de lesionarse de gravedad en el primer partido de liga en Stamford Bridge.
En el apartado de fichajes, sin embargo, el momento más convulso se vivió en el mercado de invierno, cuando la estrella del equipo, Dimitri Payet, se negó de la forma menos sutil posible a continuar vistiendo la zamarra del West Ham, y terminó por regresar al Olympique de Marsella, que pagó por él 25M£. El club londinense, que podría haber dado la vuelta a su situación deportiva y haber invertido en un recambio de calidad, decidió gastar el dinero en el defensor portugués José Fonte (8M£), de 33 años; y en el extremo escocés Robert Snodgrass (29 años), procedente del Hull City y que costó 10 millones de libras. Así pues, en la actualidad, tras la marcha de Payet y sin haber solucionado el problema del gol en una delantera en la que Andy Carroll y Diafra Sakho no son capaces de encadenar partidos por culpa de las lesiones (y Ashley Fletcher no es capaz de ganarse el puesto), el West Ham tiene peor plantilla de la que tenía el pasado año.
El panorama en cuanto a la planificación deportiva para este verano no lleva a los aficionados ni al optimismo exacerbado ni al pesimismo desesperado. La continuidad del técnico Slaven Bilic está en duda ya que, a pesar de haber triunfado en su primera temporada gracias a su ‘mano izquierda’, en su segunda temporada ha pecado de una falta de ambición que ha condenado al equipo a caer goleado en demasiadas ocasiones. Por otro lado, David Gold no parece muy dispuesto a continuar con los valores deportivos que caracterizan al West Ham, un club conocido tradicionalmente como “The Academy of Football” pero en el que ya no tienen sitio los jugadores ‘adolescentes’ como Toni Martínez (19 años), Reece Oxford (18 años) o Reece Burke (20 años). Aun así, el club tiene el potencial económico suficiente para constituir un proyecto deportivo sólido que permita deshacerse de la nostalgia del antiguo hogar y mirar hacia adelante con futbolistas de calidad que, quizá en un futuro no muy lejano, puedan competir con las grandes entidades de tú a tú.