Mucho se está hablando del nuevo intento del Leicester por irrumpir entre los miembros del Big Six. Desde su inesperada consecución del título en 2015, el proyecto de los Foxes siempre ha mostrado ciertas garantías para la esperanza de sus aficionados. Pese a que nada puede ser comparable con el Leicester campeón, los cimientos sobre los cuales construir el equipo, temporada tras temporada, han sido siempre los mismos. Distintos nombres, distintos perfiles, pero todos con las mismas aspiraciones. Vichai Srivaddhanaprabha primero y, ahora, tras su triste fallecimiento, su familia, han tenido la ambición como bandera.
Y es lógico que se hable, y bien, del equipo de Brendan Rodgers. La media tabla parecía que se le quedaba corta a un equipo que, pese a perder algunas de sus estrellas, había conseguido mantener el nivel competitivo de la plantilla. Esta temporada, los Foxes han arrancado con fuerza y ya están discutiendo los puestos Champions a equipos que, con anhelo, parece que les está costando, y les costará, alcanzarlos. Pero el prometedor inicio no tiene que ver, tan solo, con los resultados sino que, estos, vienen acompañados de un juego vistoso, divertido y con nombres propios que suenan y resuenan en todas las conversaciones sobre la Premier League.
La zona de creación y finalización es la joya de la corona de un equipo diseñado para jugar con el balón pero a velocidades de escándalo. Con una media de 54,7% de la posesión y con unos 10,7 dribblings exitosos por partido, el Leicester domina el juego colectivo y las individualidades, el juego horizontal, pero, sobretodo, el vertical. Nombres como James Maddison, Harvey Barnes, Youri Tielemans o, como no, Jamie Vardy están protagonizando los análisis sobre el equipo de Rodgers.
De todos es sabido que, en el fútbol, siempre se ha valorado más un gol que la prevención ante recibir uno. El impulso inicial del Leicester, en gran medida, se ha trabajado desde atrás. 13 goles anotados y, solo, 5 recibidos, junto al Liverpool el equipo que menos ha encajado. Esto es gracias a una defensa que ha perdido a su principal valuarte, Harry Maguire, pero que ha sabido mantener, hasta ahora, su consistencia. Los Çağlar Söyüncü, Jonny Evans, Ricardo Pereira y Ben Chilwell han demostrado que la baja del defensa más caro de la historia no será suficiente para desmontar una defensa que está demostrando ser muy sólida.
En esa zona, justo en medio de la aclamada zona de creación y la alabada defensa del Leicester, vive y trabaja un jugador del que se está hablando poco, en relación con su importancia para el equipo: Wilfred Ndidi. El centrocampista nigeriano es el típico jugador cuya incansable aportación queda en la sombra. El suyo es un trabajo sucio, uno que permite a otros jugadores lucirse con acciones más atractivas o más significantes, en cuestión de individualidades, para el resultado final de las jugadas.
La pérdida de N’Golo Kanté, justo después de conseguir el título de campeones, fue un varapalo para los Foxes. No fue el jugador más aclamado de los éxitos del equipo, pero sí era considerado el eje principal de una maquinaria que funcionaba bien en defensa y ataque gracias a su inconmensurable trabajo y su forma de abarcar -casi- todas las zonas del campo. Pero el luto duró poco. Ndidi llegó al equipo para ocupar el puesto del francés y vaya si lo hizo. De perfiles distintos, el rol del nigeriano ha sido el de ocupar el terreno antes habitado por el bueno de N’Golo.
Ndidi, en lo que llevamos de temporada, se ha situado como el jugador de la Premier que más balones, de media, ha interceptado (3,8) y que más entradas con éxito ha efectuado (5,5 de media). Su trabajo está siendo primordial para que la defensa tenga que actuar de forma menos constante. La última línea del Leicester sabe que el ataque rival deberá pasar primero al nigeriano antes de encontrarse con ellos. Estos datos, en un jugador con este rol asignado, son importantísimos para el éxito del equipo. Además, la regularidad del centrocampista está siendo innegable temporada tras temporada, siendo una referencia defensiva de la liga y sumando, cada vez, más argumentos a su nivel.

Siguiendo con la, quizás odiosa, comparación. Kanté acabó moviéndose por cifras muy parecidas en la temporada 2015/2016. La media de intercepciones fue superior (4,2), aunque no se aleja de las que maneja el actual jugador del Leicester, y la de entradas exitosas acabó situándose incluso por debajo de las del nigeriano (4,7). Con estos números, el francés, también lideró la clasificación en aquella Premier League, respecto a este tipo de acciones. Así que el control de esa zona del campo, como vemos, es esencial en un Leicester con altas aspiraciones. Distintos jugadores, distintos perfiles, pero mismo rol, misma forma de trabajar y mismos beneficios para el colectivo.
Además, otro de los valores a destacar de los de Brendan Rodgers son los laterales, sobretodo en tareas ofensivas. Un factor que desaparecería de no ser por las constantes coberturas de Ndidi. La zona que deja huérfana Pereira o Chilwell es rápidamente ocupada por el centrocampista. Estos movimientos permiten a los jugadores de banda centrar sus esfuerzos en incorporaciones constantes al ataque sabiendo que tienen las espaldas bien guardadas.
El trabajo para el beneficio del compañero y no para el propio es el principal atributo de un centrocampista completísimo que ya se ha animado, incluso, con dos goles esta temporada. Un futbolista muy funcional, pero, sobre todo, muy comprometido con la causa. Uno de los motivos para creer que, esta temporada, los Foxes pueden discutir un puesto Champions a los equipos del Big Six. Sin duda, es la pieza nostálgica de aquel Leicester campeón de, entre otros, Kanté.