Es una tarde nubosa, de tormentas que parecen apaciguar en la ciudad del viento, Chicago, ante el inminente partido que van a disputar el Manchester City y el Borussia Dortmund a orillas del lago Michigan. No hay nada mejor para hacer de puente entre el Mundial -ya desaparecido, ya resguardado en nuestras memorias- y el comienzo de la nueva temporada regular que la International Champions Cup. Un torneo veraniego, amistoso, que sirve para que los “campeones” del fútbol europeo puedan exponer su marca más allá de sus fronteras; ganar fans donde antes no los había. Ello me lleva a pensar, no sin cierta sorna, mientras observo a gente con camisetas del Manchester City en los aledaños del estadio: “Seguro que estos eran aficionados del Manchester City en 2002 también, cuando el equipo estaba en segunda división”. Del Dortmund se vislumbra también mucha gente con su camiseta. “Seguro que estos eran fans del equipo antes de Klopp”, pienso ahora que escribo estas líneas, pero no tiene tanta gracia como en el caso del City.
En cualquier caso, pese a la actual presencia de Christian Pulisic (al que luego llegaremos) en el equipo, Marco Reus gana la batalla de las camisetas. De repente estoy detrás de tres aficionados, sin relación aparente entre sí, y todos lucen “Reus” a su espalda. Un jugador, él, que quizás aúna (o aunaba) la mayor cantidad de talento de todos los jugadores alemanes de la última década. A pesar de haber acumulado lesión tras lesión, sin haber llegado tan lejos como podría, su magnetismo es indiscutible. Su atracción se ha sobrepuesto a su propia ausencia. Porque hablando de ausencias, no había otra cosa que no fuesen ausencias en las filas del Manchester City. Dieciséis de ellas, nada menos, a causa del Mundial. “¿Quiénes son estos?”, pensaría algún indocumentado; servidor incluido en algunos de los casos. Descubriendo jugadores con la camiseta del actual campeón de la Premier League. Entre tanta ausencia, no fue fácil observar que Riyad Mahrez era, claramente, el mejor de los Citizens sobre el campo. Cada toque suyo desbordaba clase y calidad. “Yo vi ‘debutar’ a Riyad Mahrez con la camiseta del City,” podrán decir los 34 629 que allí estuvieron presentes.
Los cuales, a excepción quizás de los más fervientes seguidores de los Sky Blues, se levantaban de sus asientos prácticamente cada vez que el hijo pródigo, Christian Pulisic, entraba en contacto con el balón. Ayudado por la presencia de un principiante en defender como primera orden en Oleksandr Zinchenko, Pulisic demostró que no sólo es el jugador más diferencial de Estados Unidos sino del propio Borussia Dortmund. De Zinchenko sobre Pulisic sería el penalti que dividió la paridad; un golpe de gracia finalmente irreversible cuando Mario Götze lo transformó en el 0-1 ante Claudio Bravo. Con las 16 bajas del City por el Mundial, Götze, quien decidió el Mundial anterior a favor de Alemania, ahí estaba: marcando, siendo el “Heineken Man of the Match” -a alguien había que dárselo, me imagino…-. Con los nombres de hace cinco años pero con sus dispares prestaciones de 2018 trata el Borussia Dortmund de ganar. De momento, aunque sea en la International Champions Cup, lo hace. Con uno de los pocos entrenadores que vencieron a Pep Guardiola en la Bundesliga: Lucien Favre. “Lo que funciona en Mönchengladbach, funciona en Dortmund”, es una lógica que aquí volvió con la victoria del exentrenador del otro Borussia ante el exentrenador del Bayern.
Este último sólo haría un cambio al descanso, mientras en la segunda parte salía en la pantalla gigante del estadio una pancarta que rezaba algo así como: “Ché Pep, veníte a Argentina, te necesitamos”. En cualquier caso, fue evidente que el Dortmund era el equipo más rodado de los dos, en el sentido de contar con la mayoría de sus piezas: disponiendo de inicio con el que era prácticamente “once de gala”, en el Dortmund, diez serían los cambios que realizarían en el entretiempo. Guardiola solamente sustituyó a un jugador en ese momento: a Claudio Bravo. No estaba Ederson, así que quien salió fue… redoble de tambor… ¡Joe Hart!

Uno estaba verdaderamente emocionado en las horas previas al partido por la posibilidad de poder ver en directo a Joe Hart jugar con el Manchester City. Pasó. Hacía dos años que no lo hacía. Intervino de vez en cuando, en general la pasó en cortó, de vez en cuando lo hizo en largo. Mover la mirada rápidamente, mientras la débil lluvia caía desde el cielo de Chicago, de Guardiola a Hart tenía su aquel. Si bien no mucho más allá de un banal interés, estaba uno asistiendo al fin de una etapa. Pero a un fin muy extraño. Hart lleva dos años cedido a cada cual más lamentable; sin embargo, aquí estaba otra vez. ¡Joe Hart ha vuelto! Jugó aquí, volverá a jugar con el City; pero no lejos de Estados Unidos. Porque, ¿realmente ha vuelto Joe Hart? No. Una ilusión, con destellos de realidad, de “surrealidad” se podría decir, incluso, permitiéndome la expresión. “Yo vi jugar a Hart en el City de Guardiola”, podremos decir los afortunados. Encajó un gol, anulado: él parado, ofreciendo una pequeña muestra de sus defectos. Con ellos, buscará una salida definitiva.
Tras múltiples destellos del ex del City, Jadon Sancho -qué ironías tiene la vida que el mejor canterano del City del día jugase en el Dortmund-, y el pitido final, los allí presentes buscamos también la salida. Pasillos enormes por el estadio, pero en cambio, diminutas puertas de salida. No es que tenga un lógica directa, pero pensé, con la multitud acumulada: “’No hay pan para tanto chorizo’ como no hay puerta -aunque sí paredes enormes en las que hace un boquete más grande- para tanto saliente”. Sería tras salir del estadio, donde el día encontró su guinda. Tratando aún de orientarme, me acerqué a un puesto de venta de parafernalia (oficial, nada menos). Hay del City y del Dortmund. Me acerqué más y vi una del Dortmund con el ‘9’ y el nombre de (quien es ya nuevo jugador del West Ham) Andriy Yarmolenko. Pensé, “si cuesta 15 dólares o así, la compro”. Me acerqué más todavía y 130 dólares, ¡130! ¡¿Pero esto qué es?! ¡¿Cuánto hubiese costado la de Joe Hart si la llegan a tener?! Mientras sigo aturdido, incrédulo, se acerca otra persona, con una camiseta del Dortmund puesta en su caso, y exclama eso mismo: “¿130 por [la de] Yarmolenko!?”. “No soy yo el que decide los precios, contesta amablemente el dependiente”. Un divertido momento para completar un episodio para la posteridad de la llamada International Champions Cup.