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Adiós Don Mourinho, adiós Don José

Despedido el técnico portugués del Chelsea. A pesar de su mediocre papel con los Blues estos tres años, prevalece como uno de los mejores entrenadores de toda la historia del balompié. La repercusión internacional así lo indica.

 
Los imposibles también existen. Incluso en el fútbol. El Steaua de Bucarest ganó la Copa de Europa de 1986 en la tanda de penaltis con un equipo infinitamente inferior al Barcelona. Los azulgranas fueron incapaces de marcar una sola pena máxima de cuatro intentos. En 2005, el Liverpool remontó tres goles en cuarenta y cinco minutos al AC Milan para imponerse a los rossoneri en la tanda de penaltis. Grecia ganó una increíble Eurocopa en 2004 en Portugal. La lista es larga…
 
Ayer se añadió a esa lista de hazañas el despido de José Mourinho como entrenador de un equipo de fútbol. En 2007, tras su primer periplo con el Chelsea, una rabieta tras empatar con el Rosenborg en casa en la primera jornada de la Liga de Campeones le hizo poner su cargo a disposición del club. Pero no tenía la intención Roman Abramovich de despedir, en aquel entonces, al portugués.
 
En fin, el cese del portugués, a pesar de ser algo inaudito, no pilla por sorpresa a nadie. Como reza el tópico más manido del fútbol, es más fácil despedir a cinco (The Special One y su cuerpo técnico) que a quince jugadores de la plantilla.
 
La destitución tiene varios aspectos a tratar. La configuración de la plantilla, el planteamiento de la temporada, los aspectos coyunturales del año en curso, el estado actual de Mourinho y su relación con los jugadores. Realicemos una interpretación detenida en cada vertiente.
 
Para empezar, el Chelsea hizo una serie de refuerzos en verano de poca relevancia, utilidad e ilusión. El discurso del entrenador portugués ya era conocido por los pesos pesados del vestuario y los jugadores franquicia sobre el campo. Ninguno de ellos, prácticamente, ha visto peligrar su jerarquía en la plantilla. Y ante una situación de comodidad y estabilidad no han visto amenazados sus puestos o su relevancia en el equipo. El aspecto de los fichajes ha sido un lastre para el equipo.
 
El equipo de Abramovich entendió que el poder exhibido durante la consecución de la pasada Premier League la temporada pasada le serviría para ser de nuevo el rival a batir. Y que la inesperada eliminación de la pasada campaña en Champions League ante el Paris Saint-Germain no fue más que algo casual. Y que ese equilibrio y consistencia favorecerían al equipo. Un error ante el paradigma de Mourinho de presión, intensidad, concentración y lealtad a su modelo. Por lo antes comentado.
 
Dentro de las circunstancias peculiares de esta temporada, nos encontramos el tema Eva Carneiro, la lesión de Thibaut Courtois, las expulsiones, la corta pretemporada y la inoperancia del entrenador.  El asunto con la doctora gibraltareña supuso el inicio del fin. La baja del guardameta belga (bien suplida por Asmir Begovic) aportó su grano de arena para acrecentar la debacle defensiva de los Blues. Las expulsiones del propio Courtois, en la primera jornada, o de Nemanja Matic, en el partido frente al West Ham, ambas con varios minutos por jugarse, han supuesto una pérdida de puntos sangrante en momentos clave (inicio de temporada y atisbo de recuperación tras el parón de selecciones de octubre). También los amistosos del Chelsea tras finalizar la temporada pasada en Tailandia y Australia conllevaron un inicio más tardío de la pretemporada del equipo londinense. Con su correspondiente gira, pérdida de entrenamientos y mayores dificultades para coger el tono físico, rasgo imprescindible en un equipo de Mourinho. Por si fuera poco, el técnico luso no ha tenido el valor de dar la alternativa de la titularidad en partidos de cierto rango a jugadores como Kenedy, Ruben Loftus-Cheek o Loïc Remy. Habituales suplentes pero con carácter cada vez que salen al campo. El innegociable 4-2-3-1 de inicio, el habitual modelo  de juego defensivo y ordenado (esta vez, siempre superado) y la falta de creatividad, no han sido retocados por el ya exentrenador portugués. No ha querido utilizar, o no ha sabido, los recursos tácticos necesarios para poder o intentar voltear la situación.
 
Además, Mourinho parece haber perdido una cuantiosa proactividad en el club desde su tercer año en el Real Madrid. No es capaz de sintonizar con los líderes del vestuario. No tiene la habilidad para motivar a jugadores ya ganadores (Iker Casillas o Sergio Ramos en el Real Madrid o John Terry o Cesc Fábregas en el Chelsea). A pesar de la inapelable pasada Premier League, el balance del entrenador portugués es deficitario. Incluso más que su trienio en la capital española. No es el mismo. Sus habituales quejas pierden fuerza porque no las refuerza con resultados. Que siempre ha sido su sustento base y esencial. No es el mismo.
 
Además, los jugadores tampoco han sido honestos con su propio trabajo ni con la filosofía del entrenador. Es un ejemplo más del endiosamiento que vive el balompié actual con los futbolistas que trabajan en grandes entidades del deporte rey y que se esconden tras el hermetismo actual de los clubes y los sustanciosos contratos con los equipos y los patrocinadores. En segundo plano quedan los valores, la empatía, el esfuerzo y el trabajo. Además de la jerarquía. Jugadores del Chelsea como Eden Hazard, Nemanja Matic, Cesc Fábregas, Diego Costa o Pedro Rodríguez han tenido un rendimiento decepcionante. Tan sólo Willian, Begovic o César Azpilicueta podrían salvarse del reproche.
 
La papeleta que le queda al próximo entrenador de los Blues es realmente compleja. Fuera de la Copa de la Liga, sin opción ninguna de revalidad la Premier League y con un cruce de octavos de final en la Champions League colosal ante el Paris Saint-Germain. Casi nada. Era insostenible mantener a Mourinho, sí. Pero el que le sustituya tampoco va a tener la capacidad de motivar a una plantilla a luchar por el quinto o el cuarto puesto cuando siempre son candidatos a todo. No son unas sobras apetitosas. Poco que ganar y mucho que perder.
 
Por otro lado, el entrenador de Setúbal sigue siendo uno de los mejores de la historia, quizá el mejor. Su reverberación es una absoluta barbaridad. Minutos después de su despido, en España ya se especulaba con su retorno al Real Madrid a través de medios de comunicación y redes sociales.  Igual en el Inter de Milán a pesar de su buena campaña. Encuestas, tweets, muestras de apoyo, de rechazo, de incertidumbre ante la improbabilidad de su vuelta a la capital española o a la Serie A. Todo ello, lo hace un entrenador con una capacidad y una sapiencia asombrosas. Inigualable. Que no ha revolucionado nada en el mundo del fútbol pero que ha llevado lo existente al máximo exponente. En definitiva, ha sido el mejor con las mismas armas que han tenido otros. Y eso es algo realmente meritorio.
 
Se queda una Premier League sin una personalidad además de un entrenador soberbio. El verano que viene probablemente Pep Guardiola aterrizará en la Premier League. Estará Jurgen Klopp en el Liverpool. Puede que Carlo Ancelotti. Pero no estará el mejor. No estará Mourinho en el Chelsea. Porque, aunque parezca imposible, él también fue despedido. 
 

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