Pero finalmente ganó el City. Ganó, goleó y se gustó, de hecho. Remontó con una facilidad impresionante al Newcastle. Los Magpies hicieron un más que correcto primer tiempo. Ordenados. Con una salida de balón aseada y llegando con argumentos e inquietando la portería de Joe Hart. Incluso, el equipo de Steve McClaren se adelantó en el marcador con un remate de cabeza de Aleksandar Mitrovic a centro de Georginio Wijnaldum.

 

Las Urracas están haciendo una temporada mala hasta el momento. Pero su fútbol es de un nivel bueno. Positivo. Con fundamento defensivos y ofensivos de calidad. Con futbolistas de nivel dentro de la competición. Los fichajes de Chancel Mbemba, Wijnaldum y Mitrovic han supuesto un importante salto de calidad. Pero los resultados no acompañan. De cualquier modo, se puede argüir que los Magpies han jugado frente a Manchester United, Chelsea, Arsenal y Manchester City en ocho jornadas. Ante todos ellos dio la cara y compitió. Bueno, frente a los Sky Blues lo hizo hasta el descanso.

 

Porque justo antes del entretiempo llegó el atavismo de Sergio Agüero. Su mal inicio de temporada se equilibró en la faceta goleadora con un poder devastador a la hora de rematar ante la portería de Tim Krul. Empató antes del descanso y ya en el segundo tiempo hizo cuatro tantos más en un cuarto de hora. El gol de Kevin De Bruyne, el más estético de todos, pareció un estorbo o un añadido innecesario ante semejante exhibición.

Los hubo de todos los colores. De cabeza, con el pie, desde lejos, desde cerca. De las sensaciones de la culminada remontada inicial, la euforia, la rabia, se pasó a los abrazos por compromiso en las celebraciones ante las numerosas repeticiones. Fue un cuarto de hora de exaltación absoluta proporcionada por el buque insignia del proyecto Citizen desde que es uno de los grandes de Inglaterra.

 

Sin duda, hasta el descanso hubo partido. Equilibrado, con alternativas, abierto. Luego llegó Agüero y se acabó el partido. Y con ello, la primavera fingida de Newcastle-upon-Tyne.